La noche de la muerte:leo Nakamura

Misión en ruinas

La madrugada cayó como un manto oscuro. El equipo se reunió en una zona industrial abandonada. Faros apagados, botas pisando grava, el viento golpeando láminas oxidadas. Nadie hablaba.

Leo ajustaba sus guantes. La adrenalina lo recorría como electricidad. Sentía que el corazón le iba a romper el pecho…
pero también sentía claridad.
No estaba temblando.
No esta vez.

Hiro revisó un holograma azul que flotaba sobre su muñeca.

—Objetivo: una anomalía detectada en la fábrica vieja de Seishin Corp. —explicó—. Informes dicen que hay criaturas dentro. Nivel desconocido.

Un silencio pesado cayó sobre el equipo.

Leo sintió un escalofrío.
Él sabía lo que significaba “anomalía”.

Significaba cosas como la Muerte…

—Entramos por el lado oeste. En formación. —Hiro guardó el holograma—. Leo, tú vas conmigo.

Eso llamó la atención de todos.
Leo tragó saliva.

Mientras avanzaban hacia la fábrica, un olor metálico se mezclaba con polvo y humedad. Las puertas estaban entreabiertas, como si algo las hubiera empujado con fuerza.

Hiro levantó la mano marcando alto.

—Escuchen.

Un golpe retumbó desde dentro.
Luego otro.
Luego un chillido agudo que hizo vibrar los vidrios rotos.

Leo sintió un flash en su mente: el tren, los escombros, el chillido antes del impacto. Se le nubló la vista por un segundo.

—Leo —dijo Hiro firme—. Respira.

Leo lo hizo. Una vez. Dos veces.
La energía dentro de su pecho ardió, calmándolo.

Entraron.

La fábrica estaba en ruinas. Tubos colgando, charcos oscuros en el suelo, sombras alargadas por la luz mínima de las linternas.

—Aquí hay algo muy mal… —susurró uno del equipo.

De pronto, un cuerpo cayó desde arriba.
Golpeó el suelo con un crack húmedo.

Era un guardia de seguridad.
Pero su torso tenía marcas profundas, como si garras gigantes lo hubieran abierto.

Antes de que pudieran reaccionar, una criatura salió disparada desde la oscuridad.
Tres metros de altura.
Ojos azules brillantes.
Garras curvas.
La piel negra como tinta.

El equipo abrió fuego.

La criatura rugió, avanzando sin detenerse.

Leo sintió un impulso. Algo dentro de él le gritaba que se moviera.
No pensó.
Saltó hacia adelante, esquivando un golpe que habría partido a cualquiera por la mitad.

Cuando la criatura giró para atacarlo, Leo vio algo…
Un instante.
Una imagen.
Un patrón en las sombras.
Una trayectoria perfecta.

Era como si Sonic estuviera guiando sus ojos.

Leo se deslizó bajo las garras, giró sobre el suelo y lanzó un golpe con toda su fuerza.

Un aura azul brilló por un microsegundo.

La criatura salió volando, estrellándose contra una columna metálica.

El silencio fue absoluto.

Hiro lo miró con los ojos muy abiertos.

—Leo… ¿qué demonios fue eso?

Leo bajó la mirada a su mano.
Estaba temblando.
Pero no de miedo.

De poder.

Y al fondo, entre la tiniebla, escuchó una risa…
suave…
helada…

La Muerte estaba cerca.
Y había empezado a jugar.




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