La noche de la muerte:leo Nakamura

Cunado despierta el azul

La ola de sombras cayó sobre Leo como un tsunami, dispuesta a aplastarlo… pero esta vez no era el mismo niño que había temblado entre los escombros.

La energía azul explotó desde su pecho, formando un círculo luminoso a su alrededor. Las sombras se desintegraron al contacto.

La Muerte se detuvo en seco.

—Eso no deberías poder hacerlo —susurró con una mezcla de irritación y curiosidad.

Leo jadeaba, pero no retrocedió.
Le temblaban las piernas, sí, pero su mirada estaba fija, decidida. El brillo azul envolvía su cuerpo como una llama viva.

—No tienes idea de lo que soy capaz —dijo, limpiándose la sangre de la ceja.

—Oh, Leo… —respondió la Muerte con una risa leve—. Yo sé exactamente lo que eres.
El problema es que tú no lo sabes.

La fábrica entera se estremeció.
Tubos metálicos vibraron.
Las luces parpadearon.
Y una grieta negra se abrió en el suelo, como un portal de pura oscuridad.

Hiro gritó desde el otro extremo:

—¡Leo, sal de ahí! ¡No puedes luchar contra ella todavía!

Leo no se movió.

La Muerte extendió una mano hecha de humo oscuro, con dedos largos que parecían cuchillas quebradas.

—Ven. Déjame terminarlo… igual que en el tren.

Las sombras avanzaron rápido, buscando atraparlo. Leo apretó los dientes, flexionó las rodillas y dejó que la energía azul fluyera libremente.

Un rayo azul salió disparado de su mano por pura intuición, como si siempre hubiera sabido hacerlo. Impactó contra la sombra principal y la empujó hacia atrás.

Un silencio pesado se hizo.

Incluso la Muerte quedó inmóvil por un segundo.

—Entonces… ya despertaste —murmuró—.
El “Resplandor Azul”.

Leo no entendía esas palabras, pero no podía distraerse. La Muerte retrocedió unos pasos, como si analizara su nueva fuerza.

—Esto apenas comienza —dijo ella—. Te perseguiré hasta que caigas. Hasta que aceptes lo que realmente eres.

La grieta negra se tragó a la Muerte de golpe, apagando todo rastro de su presencia.

La fábrica quedó en silencio.

Leo se desplomó de rodillas, respirando como si hubiera corrido por horas. Hiro y los demás corrieron hacia él.

—¿Estás bien? —preguntó Hiro.

Leo solo murmuró:

—Ella volvió… y no piensa dejarme en paz.

Pero dentro de él, algo se había encendido.
Algo poderoso.
Algo que ya no podía apagar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.