La tarde siguiente, Leo llegó al instituto y vio a Aiko en el corredor. Iba cargando una montaña de libros que casi se le caían.
Sin pensarlo, Leo se acercó y la ayudó.
—Son demasiados para ti —dijo él.
—¿Y ahora te preocupas? —preguntó ella con una sonrisa leve.
Leo soltó una risa suave que él mismo no esperaba.
Caminaron juntos por el pasillo. Aiko lo observó varias veces, como si quisiera decirle algo, pero no se atreviera.
Finalmente, antes de entrar al salón, ella se detuvo.
—Leo… —su voz sonaba seria ahora—. He estado soñando contigo.
Leo sintió un escalofrío.
—¿Soñando… conmigo?
Aiko asintió.
Su mirada estaba llena de algo que Leo no podía identificar.
—Sueños muy raros —dijo ella—. Te veo rodeado de luz azul… y de sombras.
Leo se congeló.
—¿Sombras?
—Sí —respondió ella—. Y hay una voz… que siempre repite tu nombre.
Como si te estuviera llamando.
Leo sintió que la sangre se le helaba.
Aiko continuó:
—No te lo dije antes porque pensé que eran solo sueños. Pero desde ayer… siento como si algo en ti estuviera despertando, como si… —tragó saliva— como si debiera protegerte.
Leo retrocedió un paso, sorprendido.
—Aiko, yo soy el que quiere protegerte a ti —dijo sin pensar.
Ella abrió los ojos, sorprendida por esa confesión espontánea.
—¿Protegerme… de qué?
Leo bajó la voz.
—De todo lo que viene.
Aiko dio un paso hacia él.
Tenía las mejillas ligeramente rojas.
—Entonces… —dijo despacio— déjame estar a tu lado cuando llegue.
Leo sintió un calor en el pecho, uno que no venía del Resplandor Azul.
Uno que nunca había sentido.
No alcanzaron a decir más. Sonic apareció en el pasillo:
—Leo, Hiro te llama. Es urgente.
Leo asintió y empezó a caminar, pero antes de irse, Aiko lo tomó del brazo.
—No desaparezcas —susurró—. No quiero perderte.
Leo la miró, y por primera vez en años… quiso quedarse.
Pero el destino nunca espera.
—No voy a irme —le dijo—. Te lo prometo.
Aiko sonrió.
Leo se fue con Sonic.
Y mientras caminaban hacia la base del grupo, Sonic lo miró de lado y soltó:
—Entonces… ¿desde cuándo te gustan las chicas calladitas?
Leo le dio un golpe en el hombro.
—Cállate.
Pero sonreía.
Porque ahora… tenía algo que proteger.
Y eso lo hacía más fuerte.