La noche de la muerte:leo Nakamura

Un vínculo que crece

A la mañana siguiente, Leo despertó con la sensación extraña de haber dormido mejor que en toda la semana.

Mientras se preparaba, escuchó una risa suave detrás de él.

Aiko estaba apoyada en la puerta, con un cuaderno contra el pecho.

—Buenos días —dijo con un tono que mezclaba timidez y confianza.

Leo sintió ese pequeño calor volver al pecho.

—Buenos días… Aiko.

Ella se acercó y abrió el cuaderno, mostrando un pequeño dibujo: dos figuras bajo un techo, mirando la lluvia.

Era ellos dos.

Leo se quedó en silencio.
No sabía si sentirse nervioso, sorprendido o… feliz.

—¿Me estás stalkeando artísticamente? —bromeó él.

Aiko se rio.

—Tal vez. O tal vez quería recordar ese momento.

—¿Por qué? —preguntó Leo con la voz más baja de lo normal.

Aiko cerró el cuaderno y lo sostuvo con las dos manos.

—Porque… cuando estoy contigo me siento segura. Y no quiero que ese momento se vaya.

Leo no supo qué decir.
Pero dio un paso hacia ella, suave, sin romper la burbuja.

—Aiko… gracias.

Ella lo miró directamente. No había duda en sus ojos.
No había miedo.

Solo un sentimiento creciendo.

—Leo —susurró—, pase lo que pase… quiero estar en tu historia.

A Leo se le escapó una sonrisa, una que hacía meses no aparecía.

—Entonces quédate —dijo—. Porque yo… quiero que estés.

Aiko, sin pensarlo más, lo abrazó.
No un abrazo dramático.
Uno sincero. Real. Cálido.

Leo cerró los ojos.

Por primera vez en mucho tiempo, sintió que su pasado no lo estaba destruyendo…
Lo estaba guiando hacia alguien.

Y ese alguien era Aiko.




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