La noche de los susurros

El diario de Hallow Creek

La mañana siguiente amaneció muda.

Ni los pájaros se atrevían a cantar. El aire era tan denso que parecía hecho de polvo antiguo.

Sofía bajó las escaleras de la posada con el cuerpo entumecido. Apenas había dormido un par de horas.

En la recepción no había nadie, solo el eco lejano de pasos que no eran suyos. Sobre el mostrador encontró un sobre con su nombre escrito en una caligrafía antigua: Sofía M. James R.

Dentro, una nota breve, casi ilegible:

"Biblioteca. Segundo piso. Estantería del fondo. Te espera el diario."

El corazón le dió un vuelco.

Sin pensarlo demasiado, salió a la calle.

La biblioteca municipal de Hallow Creek era un edificio oscuro, cubierto de enredaderas y polvo. Nadie parecía haber entrado allí en décadas. Las ventanas estaban selladas con tablas, y la puerta rechinó como un lamento cuando la empujó.

Adentro, el olor a papel viejo y humedad la envolvió como un abrazo fúnebre.

Pasó entre pasillos de estanterías torcidas, donde los libros parecían observarla con lomos agrietados y letras borradas.

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Al llegar al fondo, encontró un escritorio cubierto de polvo y una lámpara de aceite apagada. Sobre la mesa, un libro grueso, encuadernado en cuero oscuro, con una cerradura de hierro oxidado.

La tapa tenía grabado un nombre apenas visible:

"El Diario de Hallow Creek - 1794"

Sofía respiró hondo y abrió el candado con un leve crujido.

El interior estaba lleno de páginas amarillentas, escritas con tinta que a veces se disolvía en manchas, como si la humedad hubiera intentado borrar los recuerdos.

Las primeras líneas decían:

"31 de octubre, año 1794.

El ciclo ha comenzado.

Los susurros vuelven a reclamar lo que fue prometido.

Esta vez, la elegida se llama Sofía "

Sofía se quedó helada.

El mismo nombre.

Su nombre.

Continúo leyendo, con los dedos temblorosos:

"Cada treinta y un años, la frontera entre los vivos y los muertos se debilita.

Las voces buscan un puente, un cuerpo que les permita regresar.

Aquel que escucha su nombre ya ha sido marcado.

Y si intenta huir... los ojos lo seguirán."

Sofía levantó la vista.

El silencio en la biblioteca era tan absoluto que podía oír los latidos de su corazón. Pero de pronto, entre las sombras del pasillo, algo se movió.

--¿Quién está ahí?--preguntó, girando lentamente.

Una figura emergió de la oscuridad.

Era Agnes. La anciana caminaba apoyándose en un bastón, con el rostro pálido y los ojos más hundidos que nunca.

--Sabía que vendrías-- dijo en voz baja--. Todos los elegidos lo hacen.

--¿Qué significa esto?-- exigió Sofía, levantando el diario--. ¡Esto está escrito hace más de dos siglos! ¿Cómo es posible que mi nombre aparezca aquí?.

Agnes se acercó despacio, la voz temblorosa.

--Porque tu nombre siempre ha estado aquí, Sofía. No eres la primera... ni serás la última. El puente renace con cada ciclo, con cada generación. Y cada vez... Toma un rostro distinto.

Sofía negó con la cabeza.

--No, no puede ser.

La anciana la miró con compasión y, extendiendo una mano, señaló una página marcada con una cinta roja. Sofía la abrió y sintió que el aire se congelaba.

En la página había un dibujo a tinta.

Una mujer de cabello oscuro, con los mismos rasgos que ella. Bajo el retrato, una frase escrita con trazos firmes:

"Sofía M. James R. -- El puente del ciclo de 1794"

La periodista dejó caer el libro.

El suelo pareció temblar bajo sus pies.

Agnes habló otra vez, apenas un susurro:

--El tiempo en Hallow Creek no es una línea. Es un círculo. Y tú, Sofía... ya estuviste aquí antes.

La lámpara se apagó.

En la oscuridad, cientos de voces comenzaron a murmurar al unísono, saliendo de los estantes, de los libros, de las mismas paredes.

"Sofía...vuelve..."

El eco llenó la biblioteca como un mar de sombras, y Sofía comprendió --con un terror que no podía explicarse-- que la historia del pueblo no la estaba incluyendo.

La estaba repitiendo.




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