El silencio que siguió a la luz fue absoluto.
Sofía despertó en medio de lo que parecía un bosque... pero no uno real.
Los árboles eran altos, retorcidos, hechos de sombra. El suelo estaba cubierto de una neblina espesa, que se movía con cada respiración. Y en lo alto, el cielo no mostraba estrellas, sino rostros.
Miles de rostros que la observaban.
Avanzó lentamente. A cada paso, escuchaba susurros que parecían salir del aire:
"Sofía... aún no has elegido..."
De pronto, frente a ella, la bruma se abrió.
Y apareció un puente.
Era una estructura colosal hecha de huesos entrelazados y raíces negras, que se extendía sobre un abismo sin fondo. Debajo de él, se movía algo vivo: una corriente de sombras que se agitaban como cuerpos tratando de escapar.
El aire olía a tierra húmeda, a muerte y a recuerdos.
En el extremo opuesto del puente, alguien la esperaba.
Era Agnes.
Su silueta brillaba débilmente, casi traslúcida, como si estuviera a medio camino entre los vivos y los muertos.
--Llegaste al fin--dijo con voz cansada--. El puente te reconoce.
Sofía apretó los puños.
--¿Qué es esto?¿Qué significa?
--Esté es el lugar donde el ciclo nace--respondió Agnes--. Dónde los susurros cruzan del otro lado, buscando cuerpos para recordar lo que fueron. Y tú... Tú eres el ancla que lo hace posible.
Sofía negó.
--No puede ser. Yo no elegí esto.
--Nadie lo hace--dijo Agnes suavemente--. Pero el puente necesita una guardiana. Alguien que escuche los nombres olvidados y los deje pasar. Si no lo haces tú... el ciclo se rompe. Y cuando el ciclo se rompe, el mundo escucha el llanto de los muertos.
La bruma bajo el puente comenzó a agitarse. Voces, cientos, miles de ellas, clamaban desde el abismo.
"Déjanos cruzar... Déjanos recordar..."
Sofía retrocedió, horrorizada.
--No. No voy a permitirlo.
Agnes suspiró.
--Entonces condenarás a todos los que viven.
Sofía levantó la mirada, temblando.
--¿Qué quieres decir?
--El ciclo no es solo castigo--explicó la anciana--. Es equilibrio. Cada alma que cruza permite que otra siga viviendo. Si el puente se cierra por completo... los muertos reclamarán lo que se les negó. Los nombres, los rostros, la vida.
Sofía se acercó al borde del puente. Miró el abismo, las sombras agitándose, los rostros que la miraban desde abajo. Uno de ellos la hizo congelarse.
Era el rostro de su madre.
--No...--susurró con un hilo de voz--. No puede ser ella...
Agnes bajó la cabeza.
--Los susurros siempre toman la forma de lo que más amamos. Es su forma de llamarnos.
Sofía cayó de rodillas. Lágrimas calientes resbalaron por su rostro.
Durante un momento, pensó en dejarse caer. En acabar todo.
Pero entonces, la escuchó.
Una voz entre las miles, suave, conocida:
"Hija... no somos tus enemigos. Solo queremos que recuerdes quién eres."
Sofía alzó la vista.
Las sombras del abismo se alzaban hacia ella, extendiendo manos brillantes como de cristal.
Y entonces lo comprendió.
El puente no era un portal de condena.
Era un camino de memoria.
Una forma de que las almas perdidas siguieran existiendo... mientras alguien recordara sus nombres.
Se puso de pie, secándose las lágrimas.
--Si debo ser el puente... lo seré. Pero lo haré a mi manera.
Agnes la observó con asombro.
--Eso alterará el ciclo. Cambiará todo.
Sofía asintió.
--Entonces, que cambie.
Colocó las manos sobre la baranda del puente. Una luz blanca brotó de sus dedos, extendiéndose como fuego entre las raíces y los huesos. Las voces gritaron, no de dolor, sino de liberación. El puente vibró, y una ola de energía recorrió el abismo.
Por primera vez en siglos, las almas comenzaron a cruzar hacia la luz.
No para poseer, sino para descansar.
Agnes cayó de rodillas, llorando.
--Lo hiciste... lo que ninguna Sofía pudo hacer antes.
Sofía cerró los ojos, sintiendo cómo su cuerpo comenzaba a volverse liviano, casi transparente.
Sabía lo que estaba ocurriendo.
El puente exigía equilibrio.
Si las almas partían... alguien debía quedarse.
--Alguien debe mantener la frontera--dijo con serenidad--. Y esta vez, seré yo.
Agnes se levantó, con lágrimas brillando en su rostro.
--Entonces Hallow Creek al fin podrá dormir.
Sofía sonrió débilmente.
--Diles que no me olviden. Porque mientras me recuerden... el ciclo no volverá a despertar.
La luz la envolvió por completo.
Y con un último suspiro, el puente se disolvió en la niebla.
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El pueblo amaneció al día siguiente cubierto por una calma que no conocía desde siglos.
La niebla se había levantado, las campanas estaban mudas, y por primera vez... Hallow Creek estaba vacío.
Solo quedaba una inscripción tallada en piedra junto a la iglesia:
"Aquí descansan los susurros.
Sofía James, guardiana del puente.
Que el olvido nunca la reclame."
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Editado: 29.10.2025