La noche de los susurros

Epílogo

Han pasado treinta y cinco años desde aquella noche. El pueblo de Hallow Creek cambió tanto que ni los fantasmas lo reconocerían.

Las viejas casas fueron restauradas, las calles tienen faroles nuevos, y los turistas llegan cada otoño buscando "la leyenda del río que susurra".

Los lugareños, sin embargo, guardan silencio cuando alguien pregunta demasiado. Porque aunque el pueblo luce vivo, el bosque que lo rodea aún respira.

Y en su respiración, hay ecos.

Esa mañana, el viento soplaba con fuerza sobre las copas de los pinos cuando Lucía Méndez bajó del autobús.

Veintisiete años.

Cabello oscuro, una libreta bajo el brazo y una pulsera de plata que nunca se quitaba.

Era periodista, como su madre... y como alguien más, aunque todavía no lo sabía.

Lucía había llegado para investigar las desapariciones ocurridas en los años ochenta. La historia oficial decía que fue un incendio. Pero los archivos hablaban de susurros, nieblas y una mujer que nunca volvió a salir del bosque.

--Hallow Creek--murmuró--. Vamos a ver si eres tan místico como dicen.

El pueblo la recibió con un aire melancólico.

Las calabazas decoraban las entradas, los niños reían disfrazados, y la iglesia del campanario torcido aún se mantenía en pie, como una cicatriz que el tiempo no había podido borrar.

Lucía comenzó sus entrevistas.

Ancianos que hablaban en susurros, registros que se contradecían, y un solo nombre que aparecía una y otra vez en los documentos: Sofía James.

Cada noche, Lucía soñaba con una mujer de ojos grises y voz cálida que le decía:

"Escucha el río."

Al principio creyó que era una coincidencia.

Hasta que una madrugada, el sueño se volvió demasiado real.

Se encontraba de pie junto al río, bajo la luna llena. El agua brillaba como si tuviera luz propia, y una corriente suave arrastraba pequeñas velas blancas. Entonces, algo se reflejó en la superficie: dos siluetas entrelazadas, una mujer y un hombre que la miraban con ternura.

La voz de la mujer dijo:

"Eres la última memoria."

Lucía despertó desorientada, sobresaltada, con la piel fría. Se levantó, tomó su libreta y salió al bosque.

El amanecer apenas despuntaba, y la niebla parecía guiarla. Cada paso la llevaba más cerca del río, hasta que llegó a una curva del cauce donde el agua formaba un remolino dorado. Allí, sobre una piedra cubierta de musgo, vio algo imposible:

Una inscripción recién tallada.

"Lucía Méndez -- A quién heredó el silencio."

Su corazón se detuvo.

La fecha estaba escrita con precisión: 31 de octubre de 2025.

Ese día.

Ese mismo amanecer.

El viento sopló desde el este, trayendo un murmullo entre los árboles.

Lucía se arrodilló, temblando.

El río volvió a reflejar las dos siluetas del sueño.

Sofía James sonreía.

A su lado, Lucas la miraba con la misma calma serena de los antiguos.

--¿Quiénes son?--preguntó Lucía con un hilo de voz.

Sofía extendió una mano etérea hacia ella.

--Tu bisabuela... y el guardián del puente.

Lucía sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.

--Entonces... ¿el ciclo sigue?

Sofía negó con dulzura.

--No, pequeña. El ciclo terminó. Pero la historia... no. El río necesita un testigo, alguien que recuerde cuando los vivos casi olvidan. Ese alguien eres tú.

Lucas habló por primera vez.

Su voz era como el rumor del agua.

--No temas lo que oigas. Si el río susurra tu nombre, no es para llevarte... es para recordarte que aún estás viva.

Las figuras se desvanecieron lentamente, y el agua volvió a fluir tranquila. Lucía cayó de rodillas, sollozando entre la niebla. No de miedo, sino de comprensión.

Había llegado a Hallow Creek buscando una historia. Y había encontrado su origen.

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Esa noche, durante el festival de halloween, Lucía encendió una vela blanca y la dejó flotar río abajo. A su alrededor, los aldeanos hicieron lo mismo, sin saber por qué.

Solo porque así lo habían hecho siempre, como si una voz antigua les guiara las manos.

Desde el puente restaurado --el nuevo, de madera y acero--, Lucía observó las luces perderse en la distancia.

El río cantaba, suave, infinito.

Y entre los susurros del viento, una frase volvió a resonar, con el mismo eco de hace décadas:

"Recuerda mi nombre..."

Lucía sonrió, dejando que la brisa le despeinara el cabello.

--Siempre lo haré.

El agua reflejó si rostro... y por un instante, el reflejo de Sofía y Lucas se fundió con el suyo.

Tres generaciones, unidas por la misma promesa: La de mantener vivo el límite entre la memoria y el olvido.

El reloj del campanario marcó la medianoche.

Las campanas sonaron doce veces.

Y en la última, Hallow Creek suspiró.

La paz, al fin, era completa.




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