La noche de luna llena

Capítulo 1

Riley.

Cientos de años, y yo seguía buscando una cura para él. Mi padre había sido condenado a ser una bestia lobo junto con sus descendientes. Yo era su esperanza. Tenía que curarlo una vez que lo había ayudado a controlarse cada luna llena cuando era pequeña. Nos teníamos el uno para el otro. Nunca conocí a mi madre. Él decía que ella lo había abandonado cuando descubrió quién era en realidad. Y que sus hijas también concedían parte de la genética.

Vivíamos en California, ocultados en las orillas del bosque de las personas comunes, los denominados completos humanos. Mi especie era la original de la especie licántropo. Era la hija segunda del poderoso Licaón, y gracias a la maldición del Dios del Olimpo, Zeus, nosotros ahora seríamos bestias lobo.

Era difícil conllevar un virus dentro de tu cuerpo que se activaría dentro de los dieciséis en adelante. Mi parte humana, la poca que aún quedaba, seguía manteniendo a esa alma segura de Riley Wyvern consigo.

— ¿Qué decidiste tortuga? —a mis espaldas resonó su voz. Ese debía ser Tyler, parte de la mandada que eligió mi padre para entrenar. Era demasiado irritante, pero un lobo no puede sobrevivir sin su manada. Eso te convertiría en un omega. Sin protección era más fácil morir para nosotros. —. Todos nosotros tenemos un tatuaje. Creo que el jefe debe considerarte parte de nosotros.

—Es mi padre. Él nunca me condenaría a ser marcada en alguna parte de mi cuerpo. —respondí molesta, iba saliendo de casa después del entrenamiento de todos los casi días en el gimnasio personal que mi padre habría construido.

—Somos manada, Riley —espetó con dureza.

«Eso me vale una mierda »

— ¿Por qué no te diviertes persiguiendo tu cola de lindo perrito y me dejas en paz? —estaba dirigiéndome hacia el bosque, este me detuvo del brazo, obligándome a mirarlo a sus ojos oscuros como sedientos en locura y sentenciados a una oscuridad pura. Ese era Ty, ese siempre sería Ty. Jamás cambiaría y de eso estaba completamente segura.

— ¿Cuándo dejarás de rendirte ante mí? Ninguna otra loba había sido tan resistible. Acepta que estás tan loca por mí como yo por ti... —una de sus manos tocó debajo de mi cintura.

Entonces mi mano aterrizó en su mejilla, dejándola roja y provocando que apretase los filosos dientes del lobo que moría por salir debajo de esa pielecilla humana.

—No vuelvas a tocarme niñato —le advertí. —. Recuerda que mi padre te salvó tu miserable vida.

Este me soltó. Sólo porque es el beta se cree dominante.

Me adentré en el bosque, ya extrañaba sentir ese aroma a tierra y a hojas. El viento soplar sobre mi cara y la esencia de animales que cazar. Lo necesitaba. Comencé a sentir ese crujido en mis huesos que hacía que me retorciera en dos. Cada parte de mí era atraída por esa otra parte que me dominaba un solo lugar de la consciencia. Había practicado miles de veces antes de salir para evitar matar a personas inocentes, Tyler una vez había matado a una mujer sin culpa alguna. Era en la noche de luna llena y la primera transformación de Ty. Mi padre intentaba ayudarlo, pero sus instintos se salieron de control. La televisión no dejó de hablar de ello la mañana siguiente. Por eso mi padre nos entrenaba. Encerrados en una cueva, atados con cadenas de acero, algunas veces Dagda y Mikasa las destrozaban. Ellas eran muy fuertes en su transformación. Tyler para entonces ya se había logrado controlar.

Ambas eran como unas verdaderas hermanas para mí, Dagda, con sus finos cabellos cenizos alborotados en colores de oro y ojos color esmeralda, hija de Asha, una mujer lobo que se la pasaba de viaje en viaje por el trabajo, en cuanto a Mikasa, ella era hija de la mano derecha de mi padre, Dragonik. Respetable por sus consejos sabios sobre cualquier tema, era mi segundo padre, mi segundo tutor. En cuanto a Tyler, era un Backend, su familia era parte de otra manada que vivía en lo alto de las montañas de California; tuvo que venir a vivir con nosotros por problemas familiares.

Los olía a distancia, humanos y su exquisita sangre. Corría tan velozmente, sintiendo esa adrenalina que emanaba mi cuerpo humano, oculto debajo de esa piel. La ferocidad, la rapidez, la astucia, y sobre todo esa dinastía de fuerza. Aunque en mi fondo yo no era un monstruo, me sentía como uno.

Frené a la orilla de un enorme precipicio. Cada vez era más veloz, entre más entrenamiento, iba mejorando mucho.

Se escucharon ruidos. Miré hacia los lados, y los sentí. Otra sangre que no era la nuestra. Otra piel caliente que no era la nuestra. Parecía un perro rabioso a lo lejos.

No podían ser Tyler, o Dagda, Mikasa, mi padre o Dragonik. O su hijo, y mi hermana quien habían alquilado un departamento por su unión en matrimonio, Lizzard y Jordan.

No eran ellos, eran otros.

A lo lejos, al lado del rabioso, divisé a una loba blanca que le perseguía.

Fui corriendo hacia ellos, quienes fuesen, estaban invadiendo nuestro territorio.

Sentí como iba más rápido cada vez. Tropecé contra una gran piedra y todo se nubló por unos leves momentos. Sólo habían pasado minutos. Observé mis manos y noté que había vuelto a mi forma humana. El lobo rabioso seguía corriendo. Podía presentirlo. Pero no era omega. No estaba solo.

Me puse de pie, lo seguí con la mirada. Estaba solo en ese único momento. Pero no por completo. Vi como estrelló su cabeza contra un árbol. Estaba herido de una pata. Fui acercándome lentamente.

Intenté tocarlo, pero me mostró su rostro. Quería morderme, pero no podía.

Un aullido captó mis oídos. Mi padre invocaba a la manada. Pero no podía dejarlo solo. Gracias a mi olfato lo supe. Su manada vendría por él.

Me fui corriendo en mi forma humana lo más rápido posible hasta casa.




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