La Noche del Dragón

11 | TORTURADA

Dos días muy agitados nos han atravesado en la comunidad tras los ataques y algo me da la pauta de que nuestros visitantes están aquí con una misión, pese a que no pueda hablar con ellos al respecto.

Los guardias de seguridad nos impiden hablar, las cámaras y los micrófonos nos tienen vigilados por completo y cualquier movimiento de nuestra parte puede ser una vil amenaza, lo cual queda en claro tras cada reto de parte de la seguridad que nos secunda que ya no es precisamente el alma compasiva de Nova ni los ojos lascivos de Thorian.

La mirada furiosa de Yudith hacia los guardias se combina con otra de preocupación y  temor hacia mí, las cuales me recorren como una cuchilla afilada, cortando a través de las capas de confusión y dolor que envuelven mi mente. Sus ojos brillan con una intensidad feroz mientras observaba las manchas en mi vestido, un recordatorio sombrío de la violencia que acabábamos de presenciar.

Sin embargo, cuando Yudith se acerca, sus labios apretados en una línea tensa de ira contenida.

Le niego con la cabeza.

Que no se acerque, es más peligroso para ella que para mí porque van a matarnos a ambas si seguimos, de hecho, es más probable que la maten a ella ya que yo sigo siendo un anzuelo para esta comunidad.

Isak intenta meterse, pero no es bueno para su propia vida. Sus cabellos dorados cortos cargados de sudor se mueven con reticencia al momento que Yudith se acerca más hasta que vence cualquier advertencia.

Y en el abrazo marca un signo de pregunta con uno de sus dedos en mi espalda.

Al comienzo, me veo abrazándola con desesperación, buscando consuelo en su presencia reconfortante, sin embargo caigo en la cuenta de que de todas maneras ya todo está perdido para las dos porque más tarde o más temprano nos terminarán asesinado igual.

El mundo parece haberse detenido por un momento, solo nosotras dos en medio del caos que nos rodea, unidas por el lazo invisible de nuestra humanidad compartida con los resquicios de los recuerdos aquellos en que Nazka intermediaba como ministro o candidato en temporada de elecciones anteriores a la última, cuando solo éramos unos insurgentes que buscaban un mundo mejor contra órdenes déspotas. Cenas juntos, encuentros de lectura, grupos de estudio, organización de movilizaciones, trabajo en conjunto para seguir adelante con nuestras familias hasta la asunción de poder.

Con dedos temblorosos sigo el juego en respuesta, escribiendo escuetas palabras silenciosas en la espalda de Yudith marcándolas con mi dedo índice, buscando respuestas en el lenguaje que me acaba de proponer y probablemente haya sido una estrategia militar aprendida este tiempo. La cuarentena por la salida del dragón no es más que un recrudecimiento de la guerra puesta en evidencia que vivimos de modo constante sin lugar a descanso alguno. “La guerra es la continuación de la política por otros medios” decía Karl Von Clausewitz cuando lo estudiábamos.

"¿Vive?" escribo con un dedo vacilante, esperando contra toda esperanza que la respuesta fuera afirmativa y estoy segura de que capta estoy hablando de Nazka porque no podría preguntar por otra persona.

No obstante, cuando Yudith asiente con la cabeza, algo se revuelve en mi interior y parece poner a volar hadas y campanillas dentro de mí. Se me quiebra la voz dentro del pecho y los ojos se me llenan de lágrimas.

A pesar del fulgor emotivo abrumador que siento, continúo buscando respuestas, escribiendo una segunda pregunta con dedos temblorosos: "¿Vendrá?"

Esta vez, la respuesta de Yudith es negativa y percibo un escalofrío recorrer mi espalda al comprender la gravedad de la situación en la que he quedado expuesta.

—¡¿Acaso no entienden las advertencias, eh?!

Antes de que pueda asimilar completamente la noticia, el guardia que nos vigila nos separa con brusquedad, rompiendo el frágil vínculo que hemos conseguido compartir entre desesperación y angustia. Quedo paralizada por un instante, sintiendo el peso gélido de la tragedia que se cierne sobre nosotros, mientras el mundo a mi alrededor se desvanece en una neblina de dolor y desesperación.

—¡No, no se la lleven!—les grito.

Pero es inútil. Arrastran a Yudith fuera de la celda y con Isak quedamos en tanto meros espectadores a sabiendas de que puede que a ella le espere un terrible destino. Es que van a torturarla e interrogarla antes de matarla.

En medio del caos y la desolación, me aferro a la esperanza de que algún día encontraría una salida de este laberinto de sufrimiento y pérdida.

Con Isak intercambiamos una mirada de preocupación y él parece retarme con ojos inyectados en sangre al estilo “también quiero romperles la cabeza a estos idiotas, pero te pido que te quedes quieta”.

Hay dos opciones, una más inocente y la otra más desgarradora. Por una parte está la idea de que Nazka haya sido tomado prisionero y por eso no vendría a buscarme, pero eso sería demasiado estúpido sino esta comunidad no me tendría en calabozos ni prestaría tantos esfuerzos en querer encontrar a mi prometido o dar con algún dato que les acerque al gobierno, o mejor dicho “al traidor a la patria” ya que se supone que él les hizo algún mal y ellos son los buenos cuando ni siquiera nos dejan tener acceso a contacto con el exterior.

Sea la opción que sea, Nazka está vivo, envió a los suyos y no vino en persona, no fue capaz de arriesgarse como yo sí me arriesgué por él.

Está vivo y no está aquí cuando yo hubiera vencido Cielo y Tierra con tal de saber de él. ¿Cómo es posible que no tenga el mismo interés conmigo? Estoy embarazada, su hijo o su hija está en mi vientre y aún así le trae sin cuidado.

Las horas pasan dentro del calabozo hasta que percibimos gritos a lo lejos. Unos gritos desgarradores cargados de llanto, dolor y finalmente un fogonazo.

Isak y yo intercambiamos una mirada de pavor.

Yo rompo en llanto e intento que sea lo más silencioso posible porque esto solo puede ser prueba de una cosa y es que Yudith ya murió.




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