La Noche del Dragón

12 | DRAGÓN

El cambio repentino de planes me deja con el corazón en un puño. Mientras me preparan para ser trasladada, diviso a Isak, mi amigo de confianza, siendo conducido en una dirección diferente a la mía. Un escalofrío recorre mi espalda al pensar en los peligros que podrían acecharlo en ese interrogatorio, en las preguntas incisivas y las posibles consecuencias de sus respuestas, aunque su destino es otra marca más a mi doloroso convencimiento de que no podrán obtener la información que desean y va a morir.

Thorian no viene solo, pero sí a mi altura. Más adelante otros dos soldados se mueven en camioneta aparte, yo voy en la parte de atrás.

—Por qué aún no me matan—le pregunto a Thorian—. ¿Por qué me siguen manteniendo con vida si a la vista está que la única persona a la que creí que le interesaba ya no va a venir? Que lo hagan de una vez, no me importa, estoy lista.

—Aún no es tiempo.

—¿Y por qué me proteges tú?

—Porque me asignaron en tu guardia, Kelen.

—No, me refiero a protegerme de verdad, incluso de tus superiores.

Sus labios forman una fina línea a través del espejo retrovisor.

—Por favor—le pido—. Al menos antes de morir, necesito la verdad.

—Nadie va a matarte. Yo no. Ahora.

—Thorian…

—Cielo santo. Es un hecho consumado, ¿no lo ves? Tu marido traicionó a los nuestros dentro del gobierno y no va a aparecer, forma su propia revuelta para el color opuesto y tú quedaste en la nada como un daño colateral.

Parpadeo, aterrada.

Entonces es verdad.

Todo lo que dijeron de “traidor a la patria” era cosa cierta.

—Tu gente no queda lejos—le digo, reuniendo el valor e intentando atar cabos—. Ellos te usan, tu eres solo un escudo humano más y no les importas en absoluto.

—Es sabido que sucedería.

—No, no es sabido—. Me opongo—. Están desesperados y saben que son minoría, les están atacando desde todos los frentes y ahora están buscando una comuna aliada, por eso me entregan, ¿verdad? Tú tampoco quieres quedarte con ellos, por eso te mantienes cerca de mí y me mantienes viva. El interés es personal.

El aire se carga de tensión mientras nos movemos y mi corazón late con fuerza en mi pecho, presagiando lo peor al momento que entramos en una ruta por cornisa bordeando las altas cumbres.

—¿Por qué nos detenemos?—le pregunto en el instante que frena sin más.

Es entonces que una conmoción terrible sacude a nuestros captores delante mientras nosotros también levantamos la vista hacia el cielo. Sigo con mi mirada y me encuentro con una visión desconcertante: algo sobrevuela el cielo, algo que parece estar por encima de la altura de las nubes, algo que desafía toda explicación lógica.

Y emite un ruido…desconcertante.

Una sensación de temor se apodera de mí mientras contemplo el espectáculo en la altura. Las posibilidades se agolpan en mi mente, pero ninguna de ellas parece encajar con lo que mis ojos están presenciando.

—No pueden volver—murmura Thorian al ver que están haciendo marcha atrás—. ¡Deben quedarse quietos, de nada sirve que intentemos regresar!

—¡No hay siquiera espacio para dar la vuelta y no podemos regresar haciendo marcha atrás!—digo, con el pavor clavado en mi voz desgarrada.

—¡Deténganse!—les grita Thorian—. ¡No muevan la camioneta más!

Ellos se bajan y empiezan a correr en busca de algún refugio entre las montañas.

También nos bajamos, quizás en gesto de buscar asimismo protección. El terror me envuelve cuando mis ojos se posan en la criatura que se alza majestuosa en el cielo, es tan bella como aterradora.

—Ca…rajo—farfulla Thorian.

Es el dragón, el temido y legendario ser cuya mera existencia es sinónimo de destrucción y desolación. Todo lo que yace más allá de las murallas de la comunidad, todo lo que consideramos nuestro hogar, está condenado a ser consumido por las llamas de su aliento infernal tal cual siempre señalaron las historias.

Mis manos tiemblan mientras contemplo al dragón en toda su magnificencia y horror. Es una visión imponente, una fuerza de la naturaleza que desafía toda explicación racional. Su mera presencia es suficiente para paralizarme de miedo, para recordarme la fragilidad de mi existencia y la de mi captor inclusive en este mundo despiadado. Todos los sueños y expectativas quedan reducidos a la nada.

Me llevo las manos al vientre sintiéndome culpable por no haberle protegido lo suficiente cuando lo necesitó…

Y entonces, mis ojos se encuentran con los del vikingo. En su mirada encuentro una mezcla de determinación y resignación. Sé que él también entiende lo que está por venir, que comprende la inevitabilidad de nuestro destino.

—¿Qué haremos?—le pregunto con un hilo de voz.

Él saca su arma y vuelve a elevar su mirada.

Sigue volando de manera circular como un animal que acecha a su presa. Pero este es uno mucho más brutal.

Ya sé la verdad. Sé que este es el final para mí, que no hay escape del destino que nos aguarda. El dragón ha salido de su letargo y con él viene la ruina y la desesperación. Todo lo que he conocido y amado será consumido por el fuego, y no hay nada que pueda hacer para detenerlo.

Quiero llorar, mis ojos rompen en lágrimas y mi primera reacción es abrazarlo, es envolverlo en mi brazos y hundir mi rostro en su pecho.

Acepto mi destino con resignación, con la certeza de que he luchado hasta el final por mi libertad y mi supervivencia. Pero en este mundo implacable, a veces no hay escapatoria, solo la inevitabilidad del destino que nos aguarda a todos. Y mientras el dragón se cierne sobre nosotros, listo para desatar su fuego sobre el mundo, me resigno a mi suerte, esperando la fatalidad, sabiendo que quienes deberían protegernos se valen del poder para protegerse a sí mismos, que alianzas no saben de colores cuando se trata de supervivencia y que una amenaza mayor a veces consigue la unión de la que se valen los malos para salvar su propio pellejo hasta que pasa lo peor.




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