El vikingo y yo nos deslizamos por el pozo oscuro, buscando desesperadamente una salida en medio de la oscuridad abrumadora que nos rodea haciendo frente a cualquier temor de vértigo que hayamos tenido en el pasado. La cueva nos envuelve en su abrazo húmedo y claustrofóbico, sus paredes cubiertas de moho y humedad que se aferran a nuestra piel como una segunda piel.
Avanzamos arrastrándonos por estrechos recovecos, el barro y el moho se adhieren a nuestras ropas, los rasguños y cortes marcan nuestro camino en la penumbra e intento esconder mi pierna quemada que ya no tolera más golpes. Cada momento es una lucha, cada respiración está cargada con la anticipación del peligro que nos acecha en cada esquina.
De repente, el suelo se desploma bajo nuestros pies y caemos en un terreno pantanoso, el agua fangosa salpica a nuestro alrededor mientras luchamos por levantarnos, seguros de que seguimos vivos. Pero antes de que podamos recobrar el aliento, nos encontramos rodeados por una horda de figuras amenazantes, armadas hasta los dientes y listas para atacar.
Levanto la mirada poco a poco, con el corazón latiendo fuertemente en mi pecho mientras me preparo para lo que está por venir. Las armas brillan en la luz débil de la cueva, un espectáculo amenazante que me recuerda que los peligros no han culminado tras dejar la anterior comuna ni haber sobrevivido al dragón.
Thorian se incorpora delante de mí, prestando cara a nuestros anfitriones que nos reciben a punta de pistola. El tiempo parece detenerse mientras nos preparamos para el choque inevitable, el silencio se vuelve pesado con la anticipación del conflicto que se desata.
El silencio pesa en el aire mientras el vikingo y yo nos encontramos rodeados por una horda de figuras sombrías, armadas y listas para la batalla. Sus miradas son duras, sus armas relucen en la tenue luz de la cueva, pero no hay hostilidad abierta en sus gestos. Más bien, una curiosidad tensa se refleja en sus ojos mientras nos observan con atención.
No puede ser, salimos de una para meternos en otra y en otra y en otra cada vez peor ad infinitum.
Un hombre de imponente presencia se adelanta. Su voz es ronca, sus ojos grises profundos y las marcas en su cuerpo le confieren aspecto de que es alguien con experiencia en el campo de batalla. Todos están vistiendo camisetas y pantalones livianos, como si estuviesen listos para correr en cualquier momento. Mantiene el cañón de su revólver en la cabeza de Thorian y su mirada aguda permanece evaluándonos con interés al tiempo que habla:
—¿Quiénes son ustedes?—pregunta con voz firme y su tono cargado de autoridad.
Miro al vikingo a mi lado, compartiendo una mirada de incertidumbre antes de responder.
—Somos viajeros—responde él con cautela, sus palabras son medidas y cuidadosas al referirse a él—. Nos encontramos en medio del caos causado por el dragón e intentamos encontrar refugio en estas cuevas.
El hombre asiente, pero su expresión permanece inexpresiva, como si no se convenciera del todo
—¿Cómo sobrevivieron al dragón? Escuchamos que salió finalmente. Nuestra comuna no acepta intrusos en el refugio.
—Entiendo que tienen recursos limitados—dice Thorian—, solo pueden enseñarnos una manera de salir y seguir nuestro camino.
—Aún no han respondido cómo sobrevivieron al fuego arrasador de la bestia—interviene una mujer desde atrás con el pelo gris tan mugriento que parecen trenzas.
Por un instante considero decirles que soy la esposa del ministro, pero ¿me van a creer? ¿Será útil para hacerme respetar o sería un motivo para que me quieran asesinar como en la comuna anterior?
—Él me salvó—les digo—, es mi guardián y es un soldado entrenado, me salvó del fuego del dragón cuando otros dos soldados no corriendo con la misma suerte y fueron consumidos.
—Nunca nadie ha sobrevivido al fuego de dragón—contesta el anfitrión—, pero querríamos conocer de tus tácticas, guardián.
—Tú. ¿Quién eres?
La mujer de cabello gris se adelanta y me mira directamente, insistiendo:
—Si cuentas con guardia personal y con tal entrenamiento es porque estamos frente a una figura importante.
—Ni de cerca lo soy—les comento—, fui tomada como rehén del general Sorhail en represalias políticas contra mi ex marido.
Thorian se vuelve a mí de costado.
Lo de "ex" ha sido a propósito.
—¿Y quién es tu ex marido?—insiste ella—. Además, no conocemos a ningún general con ese nombre, pero en esta comuna nos vomitamos sobre todos los políticos.
Caramba, faltaba más.
—El general Sorhail tiene a cargo la comuna blindada a norte de Sorhail y actualmente ha sido invadida por sus mociones de protección política contra la presidencia de Mereel—contesta el vikingo—, fui capturado para trabajar con esa comuna por mi experiencia en el campo de batalla, pero jamás he jurado lealtad a nadie más que a mí mismo.
—Y a la mujer preñada, por lo que veo—insiste la de cabellos grises acercándose a mí. Luego observa mi pierna y le ordena al tipo que nos apunta—, envía a que la curen y le presten auxilio. No puede infectarse y eso está empezando a pasar, si está embarazada hay que protegerla con su criatura.
El hombre baja sus armas y con un gesto provoca que otros se acerquen a nosotros y nos lleven hasta el interior del laberinto de cuevas en el que viven refugiados del dragón y de la guerrilla desatada allá afuera entre las comunas.
Sin embargo, de camino, el tipo que nos apuntaba al comienzo se acerca a mí para preguntarme desde cerca:
—¿Quién es tu marido?
—Era el ministro Nazka, pero a juzgar por la falta de información que tengo sobre él, deduzco que ya está muerto.
—¿Nazka es tu marido? ¿El ministro?
—Sí...
—Ese idiota no está muerto. Está sentado junto al presidente mientras evalúan la toma de decisiones en este momento dentro de los altos mandos. Ja. Si se olvidó de su querida esposa es porque no le interesas. Ya sabes lo que dicen: a los políticos sucios no les interesa ni su propia madre, mucho menos le importará su esposa.
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Editado: 29.10.2024