A medida que exploramos más profundamente las cuevas, descubro rincones ocultos y espacios improvisados que han sido transformados en hogares improvisados. Mantas y pieles de animales cubren el suelo de las pequeñas chozas, protegiendo a sus habitantes del frío que se filtra desde el exterior. Es un mundo de contrastes, donde la belleza y la esperanza luchan por abrirse paso entre las sombras del peligro y la incertidumbre.
Pero a pesar de todo y, distinto a lo que era la vida en la otra comuna, aquí hay una sensación de solidaridad y unidad entre los refugiados, una determinación inquebrantable de seguir adelante aún con recursos más escasos y careciendo de las ventajas de la tecnología. Este lugar es un recordatorio poderoso de la fuerza del espíritu humano, de nuestra capacidad para encontrar esperanza y resiliencia, pero también de saber reconocer que existen otros medios para la protección mutua que no yacen en el secuestro y la tortura.
Una sensación de inquietud se apodera de mí mientras ando entre los recovecos más oscuros, descubriendo que no tengo acceso a todos los rincones y que hay unos cuántos que desconfían de la decisión de Alara de darnos refugio también a nosotros aquí. Comprendo la necesidad de mantener el orden y la disciplina en un entorno tan precario, pero también que entre ella y yo tenemos mucho que nos une en un recorrido de vida marcado por la traición.
Cuando Thorian y yo nos preparamos para una extraña cena que nos preparan a orillas de los demás, debatimos acerca de nuestras vivencias y primeras impresiones respecto de lo vivido antes con respecto a lo que estamos pasando aquí en las profundidades.
Thorian y yo recibimos comida sin que sea necesario antes maniatarnos o someternos a tortura para extraer información de nuestra parte, lo cual ya es un gesto de hospitalidad mucho mejor al que tuvieron conmigo los de su comuna y la del general.
–Ya todo el mundo sabe que el dragón está sobrevolando Mereel–me dice él mientras le saco con los dedos un poco de carne al hueso de pollo que yace sobre mi plato–. También que nuestra comuna fue invadida y el general ha sido tomado rehén, será juzgado como preso político a cargo del presidente.
Asiento, dolida aún por tener noticias de ese hombre al que le responde Nazka. Odio saber, pero al mismo tiempo estoy agradecida de conocer finalmente la verdad.
Mi vikingo favorito saca trozos de carne hasta en lo último a los huesos lo cual a mí me da un poco de asco.
–Come–me dice él–. Lo necesitarás.
–Solo pechuga como del pollo. ¿Qué es esto, un ala?
–Hazlo por tu bebé si no lo harás por ti.
–Es piel y hueso, casi ni hay carne aquí.
–Los huesos se usan para sopa.
–¿Qué?
–Es de lo más nutritivo para sobrevivir. Además, el pellejo está tostado, te hará bien. Come, Kelen.
Suspiro derrotada y arremeto por avanzar por el “pellejo tostado”. Guácala, es horrible, pero él tiene razón en el punto de que tanto mi hijo como yo necesitamos de estos nutrientes.
–¿Son suposiciones o tienes información certera respecto al dragón y la invasión?–le pregunto aún masticando.
–Son certezas. Algunos jefes tienen intercomunicadores con el afuera para contactar con otros refugios.
–Creí que nada de WiFi ni objetos que faciliten rastrear.
–Aquí la comunicación no se corta para ser el mando interno quien construya la realidad, se corta por asuntos de rastrillaje y ciberataques. Los mandos para comunicarse son teléfonos de sistemas operativos antiquísimos, pero eficientes bajo estas condiciones.
Suspiro, pensando en lo que puede haber sucedido con el general. ¿Será que ya entregó a los suyos al presidente y se cambió de bando o será juzgado y ejecutado? ¿A qué clase de acuerdo estará tratando de llegar esa lacra?
–Es extraño esto de vivir en democracia cuando legítimamente la población está oprimida–le digo lo que pienso–. Hay dos maneras de opresión legítima: por un mal mayor o por una crisis social, sanitaria o económica. Aquí se están aplicando todas juntas.
–Vivir en crisis es un motor que pone en marcha a las sociedades.
–O que las estanca en una caída sin freno.
–El pie del gigante llamándose “crisis” pone a todos a empujar hacia arriba, algunos que no salían hace tiempo de sus escondites. Pero el dragón pone de relieve que nadie, absolutamente nadie sale ileso ante los confines de la muerte, por el contrario muestra tanto la vulnerabilidad de los demás como sus miserables esfuerzos por sobrevivir.
Sé que está hablando de Nazka, pero no quiero comentar más sobre eso, así que giro la conversación:
–Me apena por Nova y algunas personas con las que ella trabajaba, solo eran mujeres sometidas.
–Lo sé–advierte Thorian–. Pero todos hacemos nuestras elecciones y tarde o temprano hemos de responder para bien o para mal por ellas.
–Creo que estuve todo este tiempo viviendo en una clase de sueño o pesadilla respecto de la realidad–admito, suspirando–. Si salimos de esto, me hago una idea del rumbo que tomaría mi vida y se me frunce el corazón.
–¿Por qué lo dices? ¿Cómo crees que será todo cuando esto pase?
–Volver con Nazka no es una opción, huir de él tampoco lo es. –Lo hice, lo mencioné, rayos–. El daño que me hizo jamás creí que alguien me lo podría hacer. Ni siquiera sé por qué sigues aquí conmigo, podrías abandonarme a mi suerte y salvar tu vida.
–No es una opción para mí, llegamos juntos y dividirnos sería la peor muestra de debilidad ante esta gente.
–¿Cómo haces eso?
–¿El qué?
Se me quiebra la voz y lo miro con admiración:
–Mostrarte siempre fuerte. Ojalá tuviera tu coraje.
–A veces hay batallas que hay que aprender a perder.
–¿Se les apetece creme brule de postre o mejor un orange pie?
Se aparece Alara dando un aplauso, acercándose a nosotros.
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Editado: 29.10.2024