La Noche del Dragón

20 | MALTRATADA

El sonido del disparo resuena dentro de la cueva como un trueno.

El eco de la explosión consigue impregnar el aire con una sensación de peligro y amenaza, además del deje a pólvora que provoca.

Thorian no se inmuta, pero estoy a punto de morir de un infarto al descubrir su rostro pálido y sorprendido mientras mira a Alara con incredulidad y yo me aseguro de que él siga vivo mientras constato que el disparo no le ha dado a él sino a un costado en la tierra.

–¡Di la verdad!–le grita ella, aún con una sonrisa victoriosa en su rostro.

–¡Por favor, basta!–le ruego.

Pero Alara no muestra piedad, su mirada firme y decidida se sostiene mientras enfrenta a Thorian con determinación.

–¡Dilo! ¡Tiraré abajo esta cueva a tiros hasta que no confieses la verdad!

–¡Okay, sí, yo… yo soy…!

–¡DILO!

¿Qué?

¿Qué sucede, por qué…?

–¡Soy un traidor a la patria, soy un jinete de dragones, fui entrenado para sobrevivir a la invasión del dragón, serví al gobierno del actual presidente, pero me uní a la causa adversa donde no pretendemos destruir al dragón ni intentar la dominación de la población con su investigación o con las mentiras que intentan soltar!

–Lo sabía–dice con calma, su voz llena de triunfo y satisfacción–. Siempre supe que había algo más en ti, algo que no encajaba.

–¡Por favor, salgamos de aquí!–les ruego.

El caos es abrumador.

Alara nos ordena salir primeros, ella viene detrás con su arma apuntando en alto mientras salimos con ella pisándonos los talones y la tierra la siento en los pulmones mientras me arrastro fuera de la roca.

Thorian me toma en brazos para que podamos ir más rápido ya que le desprendimiento de roca alrededor también llega fuera y nos unimos a la tropa de gente que yace aglomerada entre llantos y gritos de desesperación.

Lo perdieron todo.

Familiares, pertenencias, amigos.

Pero aquí solo me importa lo que acabo de escuchar y me ha dejado consternada, ¿cómo que todo este tiempo estuve con…?

–¿Un jinete de dragones?–murmuro, mi voz apenas un susurro en medio del caos que reina en mitad de la nada donde estamos ahora–. ¿Cómo es posible?

Thorian me mira con tristeza, la pena se ve reflejada en sus ojos cansados mientras enfrenta las consecuencias de sus acciones.

–Kelen–murmura el vikingo acercándose a mí, pero me niego.

No quiero que me toque en cuanto me baja y me pone a salvo o se supone que me pone a salvo porque con mis heridas no consigo llegar muy lejos.

–Kelen, por favor.

–No me toques.

–No quería que lo supieras de este modo. No tenías que saberlo.

–¿Lo conocías? ¡¿Conoces a Nazka, entonces?!

–Habla más despacio, por favor.

En efecto hemos llamado la atención de algunos, pero ahora mismo están midiendo la contabilidad de muertos lo cual estoy segura les resultará más importante.

–Por eso me buscabas, ¿verdad? No por orden del general, fue por orden de Nazka. Todo este… bendito tiempo sabías de él. Dime, ¿estás en contacto? ¿Qué fue lo último que hablaste con él?

–Kelen, ¿te puedes calmar?

–¡El imbécil de mi prometido me tendió una emboscada y no fui capaz de verlo!

–¡Ninguna emboscada, Kelen, por favor!

En efecto, estamos llamando la atención, motivo por el cual Thorian me aparta y me dice al oído:

–Si sigues poniéndonos en evidencia, harás que nos encuentren y nos liquiden a todos porque tu prometido va a matar al presidente con el grupo de rebeldes que lidera y no queremos que le arranquen la cabeza antes de que concrete su cometido.

El silencio que sigue es ensordecedor, la incredulidad y el asombro provoca que mi cabeza de millones de vueltas.

Vamos por partes: Nazka es la mano derecha del presidente.

El presidente pretende eliminar al dragón y manipular a la gente con lo que investiguen. Pretende una suerte de dominación mundial él y todos los enfermos líderes que seguro abastecen su trabajo y su política.

Nazka está a su lado como un fiel seguidor que de legítimo no tiene nada porque responde a una organización de rebeldes que pretenden detenerlo porque consideran que el dragón es más valioso vivo que muerto.

Thorian fue entrenado como jinete de dragón por lo que puede que jamás en la vida haya montado uno de verdad, pero posee la habilidad para sobrevivir y montar esa enorme bestia que anda rondando los cielos de Mereel.

La agitación se apodera de mí, mi corazón golpeando en mi pecho con fuerza mientras intento asimilar la enormidad de lo que acabo de escuchar.

–No puede ser–murmuro con mis palabras apenas un susurro perdido en el aire cargado de tensión–. ¿Cómo pudiste ocultarnos algo así? Bueno, tampoco es que pudieras hacer algo diferente, siempre te entrenaron para ser un mentiroso profesional.

Thorian me abofetea.

Me gira el rostro y sé que no ha aplicado su fuerza de verdad, pero me arde como mil demonios ese golpe.

–Cierra la boca, Kelen. O harás que nos maten a los dos y a Nazka y a todos los rebeldes y estaremos perdidos nosotros y tu bendito hijo.

–¿Por qué…p…?

–Yo controlaré la situación–me asegura.

Alara aún no ha dicho una palabra cuando Thorian se acerca a los supervivientes a quienes es necesario poner de nuestro lado porque aquí solo podremos sobrevivir a la intemperie de la nada misma con ayuda del vikingo que creía que me protegía, pero siempre me mintió y ahora, además, me acaba de abofetear.

El odio arde en mí y lo expreso en lágrimas que no tardar en humedecer mis ojos mientras él se acerca a los demás para hablar lo que seguramente serán más de sus mentiras.

Peor que darte cuenta que siempre fuiste manipulada y que viviste encerrada en engaños es saber que detrás del engaño hay más y más en una suerte de cadena infinita.

Porque si Thorian salió a buscarme es porque Nazka sabía que yo había huido de casa en su búsqueda.




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