La Noche del Dragón

22 | EXTASIADOS

La oscuridad pesada se traga la montaña con todo su poder y apenas se iluminan algunos espacios con pequeñas fogatas encendidas por supervivencia, pero no podemos dormir con fuegos encendidos.

La noche se ha tragado todo con una rapidez aterradora, engullendo la luz del sol y sumiéndonos en una oscuridad opresiva. El calor abrasador del día se ha convertido en un aire fío que cala hasta los huesos, colándose por las rendijas de mi ropa y helándome la sangre. También siendo el cambio de temperatura en mis heridas.

No tengo ni la menor idea de dónde estamos ni hacia dónde vamos, no sé por qué Thorian parece tan convencido al guiarnos

–¡Apaguen esos fuegos!–Alara pasa dando indicaciones a los gritos–. Apaguen, solo serán un llamado a criminales y a bestias hambrientas que sobrevuelen el lugar, además corremos peligro de que se propague si nos dormimos con alguno prendido, ¡apaguen todo ahora! 

Alara pasa instándonos a formar grupos para buscar calor corporal entre nosotros ya que mantas no hay, tampoco una cueva segura ni es una opción el mantener encendidas las fogatas precarias encendidas. 

Algunos cercanos entre sí se unen en grupos, todos nos miran mal a Thorian y a mí ya que el caos empezó cuando nosotros llegamos así que quedamos por fuera y nos vemos obligados a apartarnos.

Lo complejo es que no quiero hablar con él, no confío en su persona y tampoco sé por qué sigue insistiendo conmigo cuando no quiero saber en absoluto nada con su persona.

–¿Hasta qué hora vas a perseguirme?–le pregunto mientras seguimos andando.

–Hasta que dejes de andar.

–Solo busco un espacio seguro.

–¿Me dejarías que yo elija dónde nos conviene?

–No confío en ti. ¡Ah!

–¡Ten cuidado que está oscuro!

Acabo de tropezar con una roca grande que no he visto delante de mí, pero la he usado para sujetarme y no caer.

–Gracias por avisarme–le digo con sarcasmo.

Él me alcanza y me ofrece su mano, pero no se la acepto. En su lugar, me siento en la roca grande y le digo:

–Okay, señor jinete de dragones, dónde se supone que tenemos que ir. Eres el experto aquí.

–Mmm. Ven. Pero no te sueltes de mí.

Me toma de una mano y me lleva en una dirección lateral que me provoca extrañeza respecto del rumbo que tomamos.

El silencio se hace cada vez más pesado a medida que avanzamos, cargado de una tensión electrizante por el contacto físico con él cuando se supone que le odio con todo mi ser. Secretos oscuros y palabras no dichas flotan en el aire como una sombra ominosa. La noche se llena del susurro del viento entre las ramas y el crujir de las hojas secas bajo nuestros pies. En la oscuridad, cada sombra danzante y cada rincón oculto parecen albergar un peligro inminente.

El frío y la inquietud comienzan a aclimatarse hasta quedar bloqueados por un muro rocoso entre árboles que parece frío, pero su cercanía me impacta como una ola de calor intenso.

–¡¿Q-qué haces?!–le pregunto en cuanto sus brazos me rodean la cintura.

–Le doy calor a tu hijo.

–¡¿Apoyándome así?!

–Sí.

Es raro porque no me abraza a mí sino que abraza mi barriga.

Su calor actúa como una eficiente barrera contra el frío glacial.

La furia por todo lo que ha pasado, por la historia que comparte con Nazka y por las mentiras que he tenido de su parte solo consiguen provocar un ardor dentro de mí, llenando mi corazón de amargura y resentimiento, evidentemente a esto es lo que sabe la traición. Estoy furiosa con Thorian, con su presencia indeseada y también con el hecho de que no tenemos más opción que estar el uno cerca del otro porque hay una necesidad de supervivencia y también porque los otros nos hicieron un vacío por los últimos hechos. El dragón no había llegado a la montaña hasta que nosotros llegamos ahí como si tuviéramos la culpa. De lo único que me considero culpable es de haber creído en la palabra de él. Pero a pesar de mi rabia, no tengo más opción que buscar refugio en sus brazos, envuelta en su calor para evitar ser consumida por el frío mortal que amenaza con devorarnos vivos esta noche.

Me siento junto a él, la distancia entre nosotros es tan corta y sin embargo tan abismal, como un abismo insalvable que separa nuestras almas. La roca fría se clava en mi espalda, pero aún así, me acerco a él, buscando su calor como un naufragio en busca de una isla en medio del océano tormentoso.

Sus brazos me rodean con una fuerza reconfortante al que me opongo al principio, pero mi cuerpo reacciona de manera a gusto así que solo opto por ceder y recibir su calor que se irradia a través de mi piel y que penetra con deleite en lo más profundo de mi ser. Por un momento, me pierdo en su abrazo, sumergida en el calor reconfortante que emana de su cuerpo. Es un momento efímero de paz en medio de la tormenta, una tregua momentánea en nuestra batalla interna, al menos en la mía porque no sé si en cualquier instante me rompe el cuello o me clava una daga. Bueno, no. Si me ha protegido hasta el momento, significa que tiene alguna finalidad.

–¿Lo haces por él?–le pregunto, tratando de vencer los tiritones en mi voz.

–¿Qué?–me pregunta.

–Si esto lo haces por él–digo, con mi mejilla descansando en su pecho caliente y percibo los latidos de su corazón tras la capa de hierro que son sus pectorales–. Por tu fidelidad a Nazka y al supuesto plan de ir contra el presidente. A lo de protegerme, digo.

–Mmm.

–¿Es Nazka tan importante en tu grupo de rebeldes?

–Es la persona más cercana al presidente, hoy convertido en su mano derecha.

–¿Cómo sabes que no se ha puesto de su lado y les ha vendido su alma?

–Porque no nos queda otra opción que aferrarnos a la esperanza.

–Tengo una duda…

–¿Sí?

–¿El futuro…es tan terrible como pintan?

–No vengo del futuro.

–Al menos, como crees que pueda seguir todo luego de este periodo de incertidumbre en el que todos viven acuartelados, sabiendo que en cualquier momento una criatura infernal se los podría devorar o podría arrasar con todo y ya nada habrá tenido sentido.




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