La Noche del Dragón

23 | PLEGARIAS

Abro los ojos lentamente, sintiendo un ardor punzante y la luz del sol de lleno en mi rostro. Todo a mi alrededor parece difuso, como si estuviera atrapada en un estado de duermevela entre el sueño y la realidad. La sensación de movimiento me indica que no estoy sola, y cuando mi visión se aclara, me doy cuenta de que estoy siendo llevada en brazos por Thorian mientras él anda por el desierto del cordón montañoso en el que nos encontramos.

La sorpresa me sacude de mi letargo y trato de incorporarme para entender lo que está sucediendo. Pero el dolor punzante que siento en mi vientre me obliga a detenerme, como si una daga invisible se clavara en mi carne. Las preguntas se agolpan en mi mente, pero las respuestas parecen esquivas y escurridizas.

Intento preguntarle a Thorian qué está pasando, pero las palabras se atascan en mi garganta, ahogadas por el dolor y la confusión que me embargan. En su lugar solo aparecen alaridos que impactan con su respiración firme mientras andamos en lo que parece ser cuesta arriba. 

Su figura medio tapa los rayos de sol mientras permanecemos en movimiento.

Seguimos andando en silencio con el sol levantándose lentamente sobre el horizonte y tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Cada paso que damos parece llevarnos más lejos de la seguridad relativa de los sobrevivientes del grupo de Alara y más cerca de lo desconocido que colisiona con el profundo dolor que me rasga por la mitad.

Intento esforzarme y mis palabras salen entrecortadas, ahogadas por el dolor y la preocupación que me embargan.

–Thorian, p-por favor... ¿Qué está pasando? ¡Ahhh!–. El sol del amanecer se filtra aún cuando cierro los párpados producto del dolor que persiste golpeando mi vientre con una intensidad abrasadora que parece quemarme por dentro.

El ardor en mi vientre se intensifica con cada paso que damos, como si una llamarada invisible estuviera consumiendo mi interior.

–¡¡AH, THORIAN!!

–Chissst.

–¡ME DUELE! ¡¿Dónde…vamos?!–pregunto con mi voz apenas un susurro en el aire tranquilo. Pero no obtengo respuesta. Thorian sigue caminando en silencio, su rostro es impasible mientras se abre paso a través del terreno inhóspito.

El miedo se agita en mi pecho como un torbellino, envolviéndome en su abrazo frío y despiadado.

Un grito desgarrador se escapa de mis labios, una explosión de dolor y angustia que corta el silencio de la mañana como un cuchillo afilado. Es un grito primal, un lamento de desesperación que se eleva hacia el cielo en busca de piedad. Cada fibra de mi ser parece arder con el dolor, como si estuviera siendo consumida por el fuego mismo que amenaza con devorarme por dentro.

Mis manos se aferran con fuerza a los brazos de Thorian, buscando consuelo en su presencia incluso cuando el dolor me envuelve como una manta oscura y sofocante. Cierro los ojos con fuerza, tratando de contener el grito que amenaza con desgarrar mi garganta, pero es inútil. El dolor es demasiado intenso, demasiado abrumador para ser contenido.

Thorian se detiene abruptamente.

Su rostro es una máscara de preocupación mientras me sostiene con firmeza en sus brazos. Puedo sentir el latido acelerado de su corazón resonando en mi propio cuerpo.

El grito se desvanece lentamente en el aire tranquilo, dejando solo el eco de mi respiración entrecortada y el susurro de la brisa entre los árboles que han aparecido.

¿Dónde me trajo?

¿Dónde estamos?

Se inclina.

Me deja en el suelo.

La tierra áspera y fría recibe mi cuerpo con un golpe sordo mientras Thorian me deja caer sobre ella. Mis gritos de angustia y dolor resuenan en el aire, llenando el espacio a mi alrededor con su eco desgarrador. Mis manos se aferran con fuerza al suelo, como si pudieran ofrecerme algún tipo de consuelo en medio de la oscuridad abrumadora que me rodea.

Ante mí, un par de sombras se ciernen en el borde de mi visión, sus formas indistintas danzan en el límite entre la realidad y la pesadilla.

¿Dónde me trajo? ¿Esto es real? ¿Son amigos o enemigos? No puedo estar segura y el miedo se apodera de mí como una garra helada que me oprime el pecho.

Sigo gritando, cada vez más fuerte, como si pudiera ahuyentar a las sombras con el sonido de mi voz. Escucho voces distantes, como plegarias susurradas en la oscuridad, pero no puedo distinguir las palabras. Todo se mezcla en un torbellino caótico de sonido y sensación, amenazando con arrastrarme hacia la locura.

Un momento…

¿Están rezando?

¿Acaso están profiriendo plegarias mientras estoy al borde de morir producto de algo que parece estarme rompiendo desde dentro?

¿Estaré pariendo? No. No puede ser, es demasiado pronto.

El dolor sigue retorciéndose dentro de mí, una serpiente venenosa que se enrosca alrededor de mis entrañas y amenaza con devorarme viva. Sigo gritando, incluso cuando las lágrimas empapan mis mejillas y mi voz se desgasta hasta convertirse en un susurro ahogado por el sufrimiento.

Y entonces, en un último estallido de agonía, el mundo se desvanece a mi alrededor y caigo en la oscuridad sin fin.

El dolor y el miedo se convierte en mi única compañía mientras me sumerjo en el abismo del inconsciente.

La negrura vuelta en una espesa oscuridad comienza a trepar a mi alrededor como arañas que me empujan en una fatalidad inevitable mientras que el dolor me lleva consigo una vez más y el destino se apiada de mí al dejarme sin noción de nada.

Nada alrededor.

 




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