Considero que debo aferrarme a Nazka y a la pequeña chispa de esperanza que sus palabras han encendido en mi corazón. Bueno, no sé si "esperanza" sea la palabra correcta, porque Nazka no es alguien en quien pueda confiar ciegamente. Alguna vez fue el hombre de mi vida, luego se convirtió en la persona que más odié en el mundo y al momento presente es un extraño tanto para mí como para mi hijo.
Nos encontramos ahora en una sala amplia y solemne, el aire cargado con una tensión que se siente como una presencia tangible. Frente a nosotros, sentado tras un imponente escritorio de madera oscura, está el mismísimo presidente. Su rostro es severo, con líneas profundas que revelan años de decisiones difíciles y su cabello canoso parece plateado bajo la luz cruda de la habitación.
Lo detesto.
Detesto a todos los clanes misteriosos que se ocultan tras su figura y a todos aquellos que tejen sus propios intereses en esta red de poder. Rebeldes, poderosos, políticos, subdivisiones de los políticos; el entramado de sus ambiciones es tan oscuro como los mundos y submundos que habitan. Deseo con fervor que el Dragón Rojo descienda sobre ellos y los aniquile a todos, porque mientras ellos discuten y manipulan en busca de ventajas, mucha gente allá afuera muere de hambre, de inanición, por vivir en la calle, por no tener trabajo, por el peligro del fuego, por frío o por calor. Ellos siguen sacudiéndose las manos, buscando mayores beneficios, cuando su verdadera tarea debería ser proteger a los que están debajo sosteniéndolos arriba solo por el voto. Los tienen bajo sus botas, sin importarles nada lo que suceda con sus vidas, usándolos como peones en las batallas internas de sus grupos miserables.
Thorian y Nazka están a mi lado, pero noto que Thorian mantiene una actitud extraña. Sus ojos recorren la habitación, observando cada detalle, como si buscara algo. Esa misma incertidumbre es la que me hace creer en él, quizá más que en Nazka mismo al final de cuentas.
—Señor presidente—dice Nazka con una voz consciente y controlada—. Estamos aquí para discutir la situación del Dragón Rojo y nuestras estrategias para proteger a la población. Le prometí encontrar una alternativa viable y ahora la tenemos en nuestras manos.
El presidente asiente lentamente, sus ojos grisáceos fijos en Nazka.
—Sí, Nazka, es crucial que abordemos este problema de inmediato. La amenaza del dragón ha llegado a niveles insostenibles y nuestros planes no pueden dilatarse más.
¿Qué clase de planes? ¿Proteger a la gente? ¿A ver si eso les cae en gracia?
Mientras el presidente habla, veo a Thorian inclinándose ligeramente hacia adelante, su atención sigue fija en cada palabra. Hay algo en su expresión que me inquieta. Parece demasiado interesado, demasiado atento.
—Tenemos un plan—continúa el presidente—, pero es arriesgado. Involucra el uso de tecnologías avanzadas y tácticas militares coordinadas. Sin embargo, el éxito no está garantizado.
Entonces lo entiendo. El plan, los "planes que no se pueden dilatar más", buscan el exterminio del dragón en primera instancia.
Thorian da un paso adelante, sus ojos brillan con una intensidad que no había visto antes.
—¿Qué tipo de tecnologías y tácticas?—pregunta, su voz es filosa pero con un matiz de ansiedad.
El presidente frunce el ceño ligeramente, evaluando la sinceridad de Thorian, o tal vez su papel en este escenario.
—No hay motivo para revelar detalles en este contexto—responde de manera medida y autoritaria—. Pero tenemos todo lo necesario para proteger a todos los habitantes de Mereel, aunque claro que existen los daños colaterales. Creemos que podríamos debilitar al dragón lo suficiente como para permitir un ataque directo.
Nazka asiente, pero sus ojos también se deslizan hacia Thorian, como un padre que le dice a su hijo cómo comportarse en la mesa.
—Estamos aquí para ofrecer nuestra ayuda, señor presidente—dice Nazka—. Queremos asegurarnos de que este plan tenga las mejores posibilidades de éxito.
Thorian parece a punto de estallar. Sé que no desea el exterminio del dragón, no podemos permitirlo. Pero cuando creo que está a punto de lanzarse contra Nazka y el presidente, solo asiente lentamente.
—¿Y qué pasará con los civiles durante esta operación?—pregunta, frunciendo el ceño como si tratara de entender sus intenciones—. ¿Cómo planean mantenerlos a salvo?
El presidente se reclina en su silla, sus ojos evaluando cada uno de nuestros movimientos.
—Tenemos distintos puntos de ataque, estudiando los sectores donde se encuentra la bestia. Refugiaremos a las personas en espacios aledaños, pero es impredecible cada vez que sale al exterior. Estamos organizando refugios seguros y evacuaciones en las áreas más afectadas, pero no podemos garantizar la seguridad total.
Mientras escucho, mi mente sigue dándole vueltas a la actitud de Thorian. ¿Por qué está tan interesado en los planes para destruir al Dragón Rojo? ¿Qué es lo que realmente busca? Él, que ha aprendido a valorar la existencia de esa criatura mítica, ¿está realmente interesado en colaborar para destruirla? No puedo creer eso. Tampoco puedo creer que el presidente y sus milicias estén preocupados por priorizar la vida de las personas.
Daños colaterales, le llaman a final de cuentas, ¿no?
Acto seguido, el presidente se levanta y nos mira a todos con una expresión severa, la de todo un comandante en jefe.
—Debemos actuar rápidamente—declara—. No tenemos mucho tiempo. Necesito que todos ustedes colaboren estrechamente con nuestro equipo, cada uno en lo que pueda aportar. A la mujer y a su hijo, bríndenles un refugio y atención médica.
Nazka asiente de nuevo, pero Thorian mantiene su mirada fija en el presidente, su mandíbula apretada.
—Lo haremos—dice Nazka—. Haremos todo lo posible para asegurarnos de que este plan funcione.
#324 en Fantasía
#1536 en Novela romántica
dragones, romance celos pasion, fantasia oscura y perversion
Editado: 29.10.2024