Llegamos a una puerta pesada y ornamentada, sus detalles dorados relucen a la luz tenue de los candelabros del pasillo. Nazka la abre con cuidado y me guía al interior de una pequeña sala de estar privada. La habitación es acogedora, con muebles de lujo y una chimenea crepitante que añade un calor reconfortante al ambiente.
Nazka cierra la puerta tras de sí y se gira hacia mí, su expresión es suave y llena de una aparente preocupación. Me guía hasta un sofá de terciopelo y me indica que me siente. Me acomodo con Ignis en mis brazos, mis sentidos están alerta y mi mente todavía llena de preguntas.
Nazka se sienta a mi lado con su rostro marcado por la tensión de los últimos días. Intenta encontrar las palabras correctas y finalmente rompe el silencio.
—Kelen, sé que todo esto es abrumador. He estado ausente y te he dejado sola en momentos cruciales. Pero, por favor, entiende que esto ha sido para mantenernos a salvo. No fue fácil, y tuve que tomar decisiones. Moría por volver a tu lado, pero nunca tendrías que haber salido de casa.
—No podía seguir sin saber de ti, no sabía si te había sucedido algo, iba a estar sola sin nadie que me auxilio durante el parto.
—Puede que hayan tomado un rumbo imprevisto las cosas, pero fue necesario. Por suerte te he encontrado y tenemos la oportunidad de empezar otra vez.
Sus palabras calan hondo y una parte de mí quiere creer en sus buenas intenciones. La mirada en sus ojos refleja una mezcla de remordimiento y determinación que me desarma. Pero aún hay una barrera de desconfianza entre nosotros que no puedo ignorar.
—Nazka, no puedo olvidar lo que hemos pasado. No puedo simplemente dejar de lado todo el miedo y la incertidumbre que he sentido. —Mi voz tiembla mientras hablo, pero trato de mantenerme firme.
Nazka asiente lentamente, acercándose un poco más.
—Lo sé y no te estoy pidiendo que lo hagas. Solo quiero que sepas que estoy aquí ahora, dispuesto a luchar por ti y por Ignis.
Ignis, en mis brazos, se mueve ligeramente, y sus pequeños ojos se abren por un instante quizás en reflejo como si supiera que hablamos de él. Su mirada brilla con una inocencia que me llena de amor y protección. Nazka mira a nuestro hijo con un semblante que podría deambular entre matices de orgullo o de preocupación.
—Hay algo que debemos discutir, Kelen. Algo que no puede esperar más. —La seriedad en su tono me hace estremecer.
—¿Qué es?—pregunto, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.
—Muchos murmuran sobre ciertas peculiaridades de Ignis, —comienza Nazka, eligiendo sus palabras con cuidado—. Su nacimiento bajo el vuelo del dragón ha despertado muchas preguntas. Hay quienes creen que debemos estudiar a Ignis, entender mejor su naturaleza, algunos de los prisioneros aseguran que el bebé atrajo al dragón desde el comienzo lo cual decantó en el exterminio de dos comunas casi completas.
Mi corazón se detiene un instante y luego comienza a latir con fuerza.
—¿Estudiarlo? ¿Qué estás diciendo, Nazka? ¡Es tu hijo!
—Sí, amor, por eso mismo lo digo. Tenemos que llevarlo a un lugar seguro, donde pueda ser observado y comprendido—continúa, consu voz llena de una mezcla de urgencia y persuasión, está hablando de Ignis como si tuviera una angina atípica y tuvieran que tratarla, pero no, por Dios, habla de que atrajo al Dragón—. Necesitamos entender qué lo hace especial, Kelen. Esto podría ser crucial para nuestra supervivencia.
—¡No!—exclamo, levantándome del sofá con Ignis bien aferrado a mi pecho—. No permitiré que se lleven a mi hijo como si fuera un experimento. ¡Es solo un bebé!
—Kelen, por favor, escúchame. —Nazka se levanta también, intentando calmarme—. No estamos hablando de hacerle daño. Queremos protegerlo, asegurarnos de que esté seguro. Pero para eso, necesitamos entenderlo. La gente necesita respuestas y debemos brindarlas a menos que tome estado público y se nos vaya de las manos. Sabes lo importante que es proteger el prestigio del gobierno ahora más que nunca. Además, lo hago para proteger a nuestro hijo.
—¿Y qué sabes tú de mi hijo? ¿Para qué? ¿Para usarlo como una herramienta más en esta guerra? ¿Se creen que darán con algo para terminar con el dragón?—mi voz se quiebra mientras las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas—. No puedo dejar que lo hagan, Nazka. No puedo. Tampoco van a encontrar nada, ¡es solo un bebé!
Nazka da un paso hacia adelante con su expresión llena de desesperación.
Entonces sucede. Intento salir, alejarme de él, sin embargo aparece algo que interrumpe. O alguien. Es un soldado en la puerta.
Yo retrocedo de manera intuitiva.
Mi corazón se acelera.
—¡No!—exclamo—. ¡No les entregaré a Ignis!—asevero mientras mi bebé suelta un llanto.
Me echo a andar y los solados parecen desconocer hasta qué punto conviene o no conviene intervenir.
—¡Thorian!—llamo, pidiendo por él—. ¡Thorian!
Mi bebé sigue llorando.
Los guardias me van cercando.
Encuentro un balcón y no tengo más dónde ir.
—Mi amor—digo, mirando mi hijos.
Entonces todos quedan de piedra.
Al llegar al exterior, un rugido ensordecedor llena el aire. Al levantar la vista, veo un dragón volando por los aires con el presidente entre sus garras. El dragón sobrevuela justo por encima de nuestras cabezas.
Caray, no.
Entonces…¿será cierto? ¡No puede ser, no puede ser!
Estoy consternada, igual que todos los demás. La realidad de que no hay un solo dragón, sino dos, cambia todo. Pero mientras trato de asimilar esta nueva revelación, algo aún más perturbador se abre camino en mi mente.
De pronto el dragón comienza a descender.
Me aferro a mi bebé y le doy la espalda.
Sus garras se cierran a mi alrededor…
…y se eleva tomándonos como sus presas.
Grito tan fuerte como puedo mientras nos eleva por los aires y mi voz resuena mientras el dragón se aleja de la ciudad, yendo en ascenso.
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Editado: 29.10.2024