—Por ahora, debemos permanecer ocultos—responde la mujer mayor que me ha estado guiando—. Nuestro pueblo ha estado a salvo durante años y debemos confiar en que seguirá siendo así. Pero debemos estar preparados para cualquier eventualidad.
—Estamos preparados para sobrevivir entre dragones, no entre las milicias—advierte uno de los que está también en el lugar y me llama la atención que lo diga porque es cierto, la gran diferencia entre las milicias y los dragones es que los primeros se mueven por la codicia y los segundos por supervivencia.
—Si podemos sobrevivir a una tormenta de fuego, somos capaces de sobrevivir a tanques, misiles y metralletas.
Miro a Ignis, que está en mis brazos, ajeno a la gravedad de la situación.
La sola idea de que tengamos que sobrevivir a todo ello me deja paralizada. No puedo imaginar una vida en la que mi hijo tenga que seguir adelante con ello, se ha sabido por los registros que el dragón se esconde luego de su temporada fuera, para que luego la gente pueda vivir en paz, también corren rumores e información de que se hicieron todo tipo de pactos y acciones mientras el mundo permanecía encerrado, no obstante, ese reseteo de la humanidad ahora buscó traer implicancias para las personas que debieran haber regulado el bienestar de los que estamos alrededor, dejándose llevar por un ansia infinita de poder con intereses encontrados desde todos los frentes.
Los dragones nunca fueron el problema.
Las personas tampoco.
La codicia y la alevosía de quienes asumieron el poder, sí. Definitivamente sí.
—¡Nos reuniremos todos de inmediato en la delegación vecinal de inmediato para ponernos al tanto de los recursos y situaciones, por mientras se les solicita mantener sus lugares, estar en calma, pero también alertas a cualquier novedad e informar de inmediato mediante los protocolos de emergencia!
Definitivamente Caitnella y Alara crecieron para ser líderes.
Mientras la gente se moviliza respondiendo a las indicaciones de Caitnella, observo a Theresa filtrarse y movilizarse en otra dirección.
Voy tras ella con mi bebé, hasta que la descubro en un sendero de descenso, lo cual me deja conmovida y en la necesidad de detenerla:
—¿En serio crees que llegarás a brazos de tu hijo sin que antes te detenga el arma en alto de un soldado, Theresa?
Ella se detiene en efecto y se vuelve a mí:
—Regresa por donde viniste con tu niño de fuego. El mío necesita de mi protección—. Sigo andando tras ella hasta acercarme.
—Si mi hijo necesita de mi ayuda, se la brindaré en la medida que yo misma esté a salvo. Poner los pies sobre el campo minado para salvar a quien amas, solo provocará que estalle más rápido sobre los dos.
—Tu hijo es un dragón y habrá tiempo de que lo descubras más adelante—sentencia sin anestesia—. Sé lo que es un tener un hijo cambiaformas y querrás protegerle, aunque sabrás que su naturaleza es mucho más fuerte de lo que te imaginas, se impone simplemente. Ja, justamente “simple” no es. Esa imposición es letal y les condena a ambos.
—No vayas, Theresa. La gente que asume un rango y otro es cada vez más y más letal. No acudas a ellos porque si Thorian está escondido, dudo que puedas hacer algo por él, confía en su habilidad, en su instinto y en su sabiduría.
—Yo le enseñé a sobrevivir.
—Con la diferencia de que tú no eres una dragona, eres la madre de un dragón.
Ignis estira una de sus manitos.
La situación me deja un poco perpleja, pero se lo permito. Estira su manito en dirección a Theresa quien me mira con lágrimas en los ojos y también a mi hijo con cierto temor u horror impreso en su semblante.
Quiero apartarlos, ponerlo a salvo, pero Ignis insiste y mi corazón pulula con atención al ver la escena así que procedo, acepto. Dejo que se acerque a ella y ella lo mira con miedo como quien teme tocar a un perro en la calle que parece tierno, pero no sabes si te atacará en cualquier instante con una mordida.
Entonces, lo hace.
Estira su mano.
Corresponde a él y no sé qué sea lo que sucede entre ambos, pero siento el pequeño cuerpo de mi bebé elevar su temperatura y el gesto de Theresa parece de una emoción profunda. Retrocede, con cierto temor y pareciera como si por sus ojos pasaran miles de imágenes una tras otra.
Y otra y otra.
Cielo santo, ¿qué sucede?
Parece consternada hasta que Ignis se aparta y ella también, rompe en llanto y me mira con esperanza.
—Está vivo—determina con cierta carga emotiva atravesando su voz—. ¡Mi hijo…está a salvo…! Pequeña criatura gracias, gracias, gracias. Por todos los cielos, mi hijo está vivo.
—¿En serio?
Miro a Ignis.
Toco su mano, está cálida aún, pero no consigo ver nada.
La actitud de Theresa cambia en un santiamén y me mira con cierta ilusión o sentido protector señalándome que debemos regresar con el grupo.
—¿Qué ha pasado?—le pregunto por el sendero de regreso al pueblo—. ¿Qué fue lo que viste?
—Tu hijo me ha mostrado al mío.
—¿Pero cómo…?
—Thorian está a salvo. Está protegiendo a otras personas, otros hombres están con él, también una mujer con dos niños.
¿Quiénes serán? ¿De qué personas estará hablando? ¿Y cómo fue que mi hijo pudo lograr hacer algo así?
Mientras el sol comienza a ponerse, bañando el valle en tonos dorados y rojos, me doy cuenta de que debemos estar listos para lo que venga. No podemos vivir eternamente escondidos. Eventualmente, tendremos que enfrentar la realidad del mundo exterior.
Al caer la noche, el pueblo se reúne en el gran salón de la delegación, donde la atmósfera es densa con preocupación y miedo.
Caitnella está con nosotros, pero también tres hombres jóvenes a su alrededor quienes tienen atuendo de que han salido a explorar unas cuantas horas y ya han regresado, tienen información valiosa:
—Los soldados están cercando todo Mereel, las fronteras están cerradas aún, pero yacen ingresando milicias desde todos los recovecos bajo la finalidad de encontrar rastros del dragón. Irán por todo indicio, tomarán medidas serias respecto de quienes acusan protección al dragón y se les condenará como criminales de guerra a quienes no presten información para el extermino.
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Editado: 29.10.2024