Intentamos llevar una vida normal en los refugios del pueblo, aunque la normalidad es un concepto frágil en estos tiempos. Las tareas diarias, los jardines subterráneos, las reuniones comunitarias, todo transcurre con un intento de solidaridad y sonrisas forzadas que solo sirven para enmascarar la tensión subyacente. La amenaza de la guerra y la incertidumbre sobre nuestro futuro son como sombras persistentes que no podemos ignorar.
Estoy en la cocina del refugio que me han asignado, preparando el almuerzo para Ignis y para mí, cuando el sonido agudo de una alarma rompe la tranquilidad. Temía que esto pudiera suceder en cualquier momento y ahora está pasando, es exactamente el punto de partida a cómo huele y se oye la guerra.
Mi corazón se acelera y dejo caer el cuchillo que tengo en la mano. Me muevo buscando a Ignis y lo tomo en brazos cuando asomo fuera y veo a Caitnella pasando agitada.
—Los soldados de guardia han descubierto algo—me dice ella mientras toma un handy y le sigo el paso buscando donde estar protegida.
Salgo corriendo con Ignis en brazos hacia el centro del pueblo, donde ya se está formando un grupo de personas.
—¿Qué sucede?—pregunto alterada aún sujetando a Ignis quien se aferra a mis pecho notando seguramente mi nerviosismo.
—Las milicias de Naciones Unidas por la Paz están peinando la zona y estamos al tanto de que pueden acercarse en cualquier momento—responde uno de los guardias—. Tanques de guerra se están acercando a nuestro pueblo.
El pánico se apodera de mí al escuchar esas palabras; están buscando al Dragón Rojo para exterminarlo ya que este batió fuego en civiles (que atacaron primero) y este pueblo lo protege, asunto que nos dejará expuestos de buenas a primeas.
Miradas de preocupación y miedo se cruzan entre los habitantes. La mujer mayor, nuestra líder, aparece y comienza a organizar a todos.
—¡Todos a sus posiciones!—ordena ella, su voz es firme y autoritaria—. ¡Sabemos qué hacer! Este es nuestro hogar y debemos defenderlo.
Se pone en marcha un plan de defensa y ataque que habíamos practicado en teoría ya que ellos lo tienen a la perfección y yo solo en la teoría, pero que hasta el momento no fue realmente necesario poner en acción desde mi llegada.
Los hombres y mujeres del pueblo se mueven rápidamente, recogiendo armas y dirigiéndose a sus puestos. Yo sostengo a Ignis con más fuerza, tratando de no dejarme llevar por el pánico.
Cuando todos asomamos fuera y miramos al cielo al percibir un sonido inconfundible.
El rugido desaforado de un dragón rompe el aire, un sonido profundo y reverberante que hace temblar la tierra bajo mis pies. Todos miran hacia el cielo y veo al Dragón Negro acercarse a uno de los tanques. Mi corazón se hunde. Sé que ese dragón es nada menos que Thorian, por su color.
—¡No!—grito, aunque sé que no puede escucharme.
Su madre también se desquicia al verle expuesto, pero Caitnella y su gente la retienen antes de que cometa una locura y nos deje expuestos.
Thorian, en su forma de dragón, desciende para tomar el tanque entre sus garras y lo lanza lejos, haciéndolo detonar en una explosión que sacude la montaña. Disparos salen en todas direcciones en cuanto asoma, las balas trazan líneas mortales a través del aire que no sé hasta qué punto le harán daño considerando sus escamas.
Me aferro a Ignis como si pudiera protegerle de una bomba con mi propio cuerpo, cuando siguen los estallido.
Otro tanque se mueve, preparando una bomba. Mi respiración se detiene. El tanque dispara, pero Thorian lo esquiva y en un movimiento feroz, toma el tanque y lo arroja contra las montañas, provocando otra explosión devastadora.
Lo cual no es suficiente.
El horror cala profundo en mi carne al descubrir otro misil rozando alrededor. Su ala derecha.
Thorian queda herido, su vuelo se vuelve errático. Con un último rugido desafiante, huye hacia las montañas, desapareciendo en la distancia mientras las milicias preparan su persecución.
—¡Van a ir tras él!—exclama alguien, y el pánico se intensifica.
Mi mente se inunda de miedo y desesperación. Thorian está herido y las milicias no se detendrán hasta capturarlo. Debo hacer algo, pero estoy atrapada aquí, con Ignis, impotente.
—¡Kelen! —La mujer mayor me llama, su expresión se evidencia con profundo horror porque también quisiera correr en su ayuda, aunque Caitnella da la orden:
—Debemos mantenernos juntos. Thorian sabe lo que hace. Ahora, debemos proteger a nuestro pueblo y a nuestros seres queridos.
—¡Mi hijo está allá!—brama Theresa.
—Los está alejando con una intención—advierte el mano derecha de Caitnella—. Claramente es que no se alejen de nosotros y distraer su foco en un polo opuesto.
Entonces una mujer entre los presentes levanta la mano y exhibe lo que es obvio para todos:
—Tarde o temprano nos van a encontrar. Son muchos. Nosotros solo un pueblo escondido y asustado con dos dragones andando por el aire. No es fácil esconder a un dragón. Así que uno de nosotros se tendrá que pronunciar y ofrecer tregua o estaremos perdidos pronto.
Todos parecen consternados al verla.
Ella se adelanta y me mira directo. También a Ignis.
Ignis se muestra claramente con atención ante ella.
—Un placer conocerte, Kelen—me dice y luego a mi bebé—. También a ti, pequeño. Soy Zaha. Mejor conocida como la Dragona Roja.
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Editado: 29.10.2024