El aire en la cueva es espeso, como si el mundo mismo en toda su entereza estuviera conteniendo la respiración.
Estamos de pie junto a Thorian; con Ignis en mis brazos, luego de haber escuchado las advertencias de Nova y Alara. Ambas están convencidas de que Nazka realmente quiere un acuerdo, que quiere terminar la guerra. Pero algo en mí se retuerce, un nudo de duda que no puedo ignorar. Conozco su malicia humana, conozco que está bajo la arrogancia del poder más descarnado y la manipulación combinada con la desesperación.
Nazka... El hombre que fue mi prometido, el que podría haber sido en primera instancia el padre de Ignis, la persona que alguna vez creí conocer mejor que a mí misma, ahora es un extraño, o siempre lo fue, un títere de algún lider implacable de una nación al borde de la destrucción.
Sé de lo que es capaz, he visto su ambición y su habilidad para manipular incluso las mentes más duras. No puedo confiar en él. No después de todo lo que ha sucedido, no cuando sé que es capaz de sacrificar cualquier cosa, o a cualquiera, para obtener lo que quiere. Incluso a su propia familia.
Miro a Nova y me tensa su expresión cargada de una mezcla de súplica y urgencia, y luego a Alara, cuya lealtad hacia mí nunca ha flaqueado. Pero aunque sus palabras son persuasivas, el consejo de Yevjá resuena en mi mente.
No podemos confiar en Nazka ni en su gente; ya hemos sido traicionados antes, y esta vez no podemos permitirnos el lujo de caer en la misma trampa.
La guerra no ha terminado, y mientras ellos sigan luchando con sus armas de destrucción, nosotros debemos resistir con toda la fuerza que tengamos, aun cuando sobrevivir ni siquiera se plantee en tanto opción.
Me vuelvo hacia Thorian, que me observa en silencio, con sus ojos oscuros y serenos. Hay comprensión en su mirada y también una aceptación profunda de la decisión que he tomado. Que esté vivo y que esté conmigo es un verdadero milagro en su máximo esplendor.
—Nos retiramos, Kelen—dice Thorian, su voz baja pero decidida—. Si decides seguir con la resistencia, te llevaré con Ignis y todos los que estén dispuestos a venir. Pero ya no hay donde escondernos, hemos pasado toda una vida corriendo y huyendo por nuestra naturaleza únicamente, no hay más motivos que esos con lo cual se dé lugar al nacer de un odio insensato.
Asiento, tristemente. Mi pecho está lleno de un peso extraño, una mezcla de dolor y resolución. Nos prepararemos para huir, para buscar un lugar seguro en el que los dragones y quienes nos apoyan puedan sobrevivir a esta tormenta, pero no todos están de acuerdo.
Pero no estamos solos en esta reunión brutal.
—No pienso retirarme—dice Zaha, la Dragona Roja, con la determinación inquebrantable que la caracteriza. Su piel reluce en un tono escarlata bajo la luz de las antorchas, y sus ojos brillan como carbones encendidos—. Ella está lista para luchar hasta las últimas consecuencias.
—Zaha, si te quedas...—intento razonar con ella, pero me interrumpe con un gesto decidido.
—Kelen, alguien tiene que dar la cara. Alguien tiene que hacerles entender que no pueden vencernos. No podemos seguir huyendo.
La intensidad en sus palabras es casi aterradora y, aunque admiro su valentía, sé que quedarse es una sentencia de muerte. Los humanos, o mejor dicho, los líderes más descarnados que llevan a la cabeza el poder decisor, han demostrado que harán cualquier cosa para vencer a los dragones cuando “vencer” implica un exterminio injusto, y las armas que están dispuestos a usar…
Siento un escalofrío al pensar en ello. Pero Zaha no retrocede.
—Les daré a ustedes el tiempo que necesiten para escapar—dice ella con una voz firme, aunque en su mirada veo algo más que valentía; veo una aceptación de su destino, una voluntad de sacrificio que me llena de una tristeza abrumadora.
Thorian coloca una mano en mi hombro, y el contacto me devuelve a la realidad. Debemos movernos, debemos huir mientras tengamos una oportunidad y aunque dejar a Zaha atrás es una herida profunda que llevará mucho tiempo en sanar, sé que es lo que debemos hacer. Ella nos da la oportunidad de salvar a Ignis, de salvar a quienes aún tenemos aquí, y no podemos desperdiciarla.
—Zaha—murmuro con los ojos cargados de lágrimas.
Ella ha sido parte del folclore de Mereel durante muchísimos años.
Ella ha sido el dragón que aparecía cada cierto tiempo para dar orden y vivir en concordancia a los humanos.
Ella ahora es el foco de los humanos por anhelar la dominancia de una forma de vida que solo merece vivir en paz.
Y ahora ella busca ser entregada en sacrificio para que todos nosotros podamos escapar.
En sus ojos veo la determinación y sé que no habrá alternativa de hacerla flaquear. Su decisión está tomada.
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Editado: 29.10.2024