La retirada es un caos controlado. Los dragones que deciden acompañarnos se movilizan rápidamente, algunos llevando a personas sobre sus espaldas mientras vuelan hacia la seguridad de las montañas más remotas buscando caminos por cordillera sumergidos en los más espeso de los cordones, donde no puedan ser rastreados.
El suelo bajo nosotros tiembla con el eco de las explosiones que resuenan en la distancia al tiempo que los misiles detonan en el aire y en tierra firme como volcanes en erupción. Sé que Zaha ya está en combate ahora mismo, enfrentando a las fuerzas humanas con todo lo que tiene. La Dragona Roja arde en el horizonte, con sus llamas intensas iluminando el cielo como un segundo amanecer mientras se lanza contra los helicópteros y tanques que intentan rodearla.
Pero no es suficiente. La veo en la distancia, con su cuerpo imponente y sus alas extendidas tal cual un escudo de fuego, pero las fuerzas humanas son implacables. Los misiles trazan líneas de muerte en el cielo y aunque Zaha los esquiva y destruye a muchos, los ataques se vuelven cada vez más brutales. Algunas nubes de humo me llevan a preguntarme en cuál de ellas estará pereciendo.
Y luego, lo veo. Un destello en el cielo, mucho más brillante y temible que cualquiera de las explosiones anteriores.
Ha empezado lo que vio Ignis, lo que ya me advirtió el maestro.
Un ataque nuclear.
Los humanos han desatado su arma más mortal, una que no distingue entre dragón, humano, naturaleza o piedra. El poder en la palma de la mano por hacer desaparecer todo, con la misma facilidad que el humano puede crear. Ellos lo usan con la vertiente contraria, desconociendo la naturaleza de la realidad material volcada a lo peor que podrían hacer.
La luz que emana del proyectil es cegadora, y por un instante, el mundo entero parece detenerse, reteniendo el aliento en un silencio aterrador.
—¡Zaha! —grito cargada de angustia. Mi voz resulta ahogada en el rugido ensordecedor que sigue a la explosión. La onda expansiva sacude el suelo y veo a Thorian levantar un escudo protector sobre nosotros, con sus alas extendidas mientras nos cubre con su cuerpo. La fuerza de la explosión nos lanza hacia atrás y me abrazo con fuerza a Ignis, protegiéndolo de la devastación que arrasa todo a nuestro alrededor.
Ha detonado lejos.
Muy lejos.
Pero aun así consiguió un alcance a nosotros que nos ha dejado aturdidos.
Cuando el humo se disipa, el paisaje es un desierto de cenizas.
Ha tenido una misión clara y lo han conseguido, no me cabe duda alguna de ello.
Zaha ya no está.
La Dragona Roja, con todo su poder y valentía, ha sido exterminada ahora y su sacrificio es ahora un manto de polvo sobre la tierra destruida. Mis ojos se llenan de lágrimas mientras intento comprender lo que acaba de suceder. La furia y la impotencia me consumen, y me aferro a Ignis con un fervor desesperado. Hemos perdido tanto en el pasado, y ahora hemos perdido aún más.
No obstante, la muerte de Zaha es solo el comienzo. Este último tiempo el mundo ha entrado en caos y ya es muy difícil saber quién ataca a quién. Ahora, las naciones se lanzan unas contra otras, con el conflicto en una escalada de manera imparable. Las armas nucleares empiezan a caer sobre las ciudades, sobre los refugios, sobre todo lugar donde haya vida. Es una guerra mundial que nadie parece capaz de detener, una locura colectiva que arrasa con la esperanza misma.
Estamos huyendo, moviéndonos de un refugio a otro mientras el mundo a nuestro alrededor arde. Los dragones que sobreviven siguen siendo perseguidos, cazados sin piedad por aquellos que temen su poder. Cada vez es más difícil encontrar un lugar seguro, cada vez es más difícil proteger a Ignis.
Nos detenemos en una cueva en las montañas, exhaustos y abatidos. Ignis duerme en mis brazos, su respiración suave es el único consuelo en medio del caos. Miro a Thorian, su rostro endurecido por el dolor y la rabia, y veo en él el mismo cansancio que siento yo.
—¿Hasta cuándo podemos resistir?—le pregunto en voz baja, con mi tono impregnado de desesperanza—. ¿Cuánto más podremos huir antes de que nos encuentren?
Thorian me mira, su expresión es una mezcla de tristeza y determinación.
—No lo sé, Kelen—responde, con su voz apenas un susurro—. Pero no podemos rendirnos. Mientras Ignis siga con vida, mientras tengamos una oportunidad de creer que vale la pena nuestra vida encendida, lucharemos hasta el final.
Sus palabras me llenan de una renovada fuerza, aunque el miedo sigue arraigado en mi interior.
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Editado: 29.10.2024