El tacto de su piel me quema, quiero apartar mi mano de la suya, pero él no me deja y la sujeta más fuerte. Parece estar divirtiéndose a lo grande a mi costa.
Respiro hondo y me acomodó el cabello.
—Espera, tengo que tomar una ducha. —digo en mitad de las escaleras. —Estuve pintando y tengo pintura en los brazos.
Muevo mi mano para que me suelte y cuando lo hace corro hasta mi habitación.
Respiro tranquila mientras me lanzo a mi cama. Me quedo mirando el techo un momento antes de quitarme la ropa y entrar al baño.
Me miro al espejo y sonrió a mi reflejo. Siempre me gustó arreglarme y verme bien, soy muy vanidosa en ese sentido. Siempre me molestó que me dijeran superficial en el colegio por eso o que creyeran que era una rubia tonta. Fui la mejor de mi promoción, pero la mayoría creyó que lo conseguí acostándome con los profesores. Los estereotipos apestan, uno no puede ser, rubia y bonita porque automáticamente tengo que ser tonta. De todas formas, que les importa a los demás si me arreglo o no, es mi vida, haré lo que me dé la gana. Tampoco es que utilizo mucho maquillaje, solo un poco porque debo reconocer que me da mucha pereza quitar todo el maquillaje antes de dormir. En realidad, casi no utilizo maquillaje, pero si soy muy crítica con la ropa que utilizó.
La puerta de mi habitación suena. Es Ellie, la veo abrir despacio la puerta y asomar su cabeza.
—¿Puedo pasar? —Me pregunta ella de forma tímida.
Le hago una seña para que entre y abro los brazos. Ella camina hasta mí y me abraza con una enorme sonrisa.
—Extrañé mucho tus abrazos. —le digo.
Ella se aparta y me mira a los ojos. Trata de ver si estoy bien, la conozco, está preocupada por mí. Ellie siempre se preocupa demasiado por los demás.
—Estoy bien. —le digo.
Ella mueve la cabeza y puedo ver que hay algo más que la está molestando.
—¿Qué pasa? —le pregunto.
Un suspiro sale de sus labios y una sonrisa triste aparece mientras ella empieza hablar.
—Santiago y tú, ¿Porque no me contaste nada? —debí imaginar que era eso aquello que la estaba molestando y preocupando a la vez. —Puedes confiar en mí, si tú eres feliz con él yo estoy feliz por ti. Eres mi hermanita, te adoro y debo confesar que me sentí mal al enterarme por mamá y no por ti.
Ellie no sabe mentir, tampoco es buena ocultando cosas, es tan transparente como el agua. Cuando nuestros padres querían saber que habíamos hecho siempre le preguntaban a ella. Es por eso que no le puedo decir nada, si le digo, ella no tardará en contarle a Daniel o al mismo Emmanuel.
—Mi vida es un caos hermana, como siempre. Pero hay algo que jamás podrá cambiar…—le doy un beso en su nariz como ella lo hacía cuando éramos niñas-Y es lo mucho que te amo.
Payton aparece en la puerta y se aclara la garganta.
—¿Sobre qué están hablando? —nos pregunta mientras entra en la habitación. —Si es sobre sexo me sentiría muy mal al saber que le preguntas a Ellie antes que a mí.
Ellie la mira con desaprobación y niega con la cabeza.
—¿Ya te acostaste con Santiago? —Me pregunta Peyton con mucha curiosidad mientras se sienta en mi cama y se cruza de piernas.
—Por supuesto que no, Peyton.
Ella se ríe y Ellie la golpea con una almohada.
—Sabes, tiene manos grandes y eso significa que lo tiene grande.
Peyton levanta las cejas y hace una seña obscena ganándose otro golpe con la almohada por parte de Ellie.
—El tamaño no importa.
Peyton pone los ojos en blanco y suelta un bufido ante mis palabras.
—Sé nota que eres virgen. —me dice ella. —Te voy a poner un ejemplo, a ti te gusta el helado, y si puedes elegir entre tu helado favorito en un cono grande o en uno chiquito es obvio que vas a escoger el cono grande.
No puedo debatir nada contra esa lógica.
—Peyton, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?
Ella se encoge de hombros ante la pregunta de Ellie.
—Creí que era obvio, ambas se comen.
Esta vez yo también me río junto con Peyton al ver la cara que ha puesto Ellie.
—Que sucia eres Peyton. — le digo.
Ella se para de la cama y pone su brazo alrededor de mis hombros.
—Querida hermana, no es mi culpa que tu prometieras llegar virgen al matrimonio y te pierdas de algo tan maravilloso como es el sexo. Por suerte yo sólo prometí graduarme y Ellie ya está practicando para tener a sus hijos.
Ellie golpea el brazo de Peyton mientras camina hasta la puerta y nos hace una seña para que la sigamos.
Bajamos las escaleras entre risas y bromas, pero mi sonrisa se congela cuando veo a Santiago conversando con Daniel. Al verlo siento que me estoy hundiendo más y más en esta mentira, siento que la verdad me va a escupir en la cara. Ahora Santiago no está invitado como hermano del prometido de Ellie, ahora está invitado como mi novio. Caminamos hasta donde están ellos y Ellie se sienta a lado de Daniel y besa su mejilla con cariño, yo no puedo hacer eso con Santiago y tampoco creo que él pueda acariciar mi mejilla de la forma que lo hace Daniel con Ellie.
—Iré ayudar a mi mamá a poner la mesa. —digo mientras camino hasta el comedor.
Empiezo a poner los platos y veo a Santiago pararse y ayudarme a poner la mesa.
—No tienes que hacer esto. —le digo.
En realidad, espero que no lo haga, porque yo quiero que se vaya, que le surja algún asunto de último momento que sea muy importante y tenga que irse. Su presencia me está afectando.
—Es verdad, no tengo que hacerlo, pero quiero ayudarte.
Mi mamá sale en ese momento de la cocina y sonríe con cariño a Santiago mientras los observa ayudarme a poner la mesa. Solía sonreírle de esa forma a Emmanuel cuando venía a comer a la casa. Por un momento recuerdo aquella última cena de él junto a mi familia, jamás supe que sería la última, jamás pensé que todo se acabaría tan rápido.
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Editado: 28.10.2021