La noche en que nos conocimos.

Capítulo 12 Planes de boda.

Dos meses han pasado desde aquella noche donde Santiago pidió mi mano a mi padre. Dos meses y aún no puedo alejar ese momento de mis pensamientos.

Me giro despacio y observo a Peyton que me mira con una sonrisa, ella se encoge de hombros con falsa inocencia mientras sigue aplaudiendo esperando a que Santiago y yo nos demos un beso. Para mi sorpresa mi mamá y Ellie se unen a los aplausos de mi hermana menor. Muevo mi cabeza y observo a mi padre que me mira reaccionando ante la situación, yo esperaba que él protestará o algo así, pero no, esta quieto esperando el beso.

—Beso, beso, beso. —canta con emoción Peyton.

Dios dame paciencia porque si me das fuerza la mato.

La mano de Santiago sujeta suavemente mi mano. Pienso en mis opciones, podría fingir un desmayo o tal vez empezar a convulsionar. Pero antes que yo pueda pensar en otra alternativa veo a Santiago acercarse a mí y acariciar mi mejilla antes de besarme. Cierro los ojos, es un beso corto, un suave roce de nuestros labios, tal vez solo ha durado seis segundos o a lo mucho, ocho segundos, no más de eso, pero lo siento más significativo que cualquier beso que haya dado antes.

Pero no entiendo porque ese simple roce de labios me ha provocado este torbellino de emociones.

Y ahora después de dos meses aún hay momentos en donde acarició mis labios mientras sin querer recuerdo ese beso. ¿Por qué? No entiendo que tuvo de especial aquel beso. Tal vez fue la suavidad con la que sus labios rozaron los míos o la manera en que sostuvo mi rostro, como si yo fuera alguna extraña y delicada obra de arte. O quizás tal vez solo tenga que admitir que él es muy bueno besando. Aunque es algo que jamás admitiré en voz alta.

—Vamos, Hope, olvida ese beso con el imbécil de Santiago.

Escucho una fuerte exclamación y giro para ver a Peyton de pie en la puerta de mi habitación. Ella sostiene sus dos manos con fuerza contra sus labios creo yo para evitar gritar.

—No es lo que piensas. —me apresuro a decirle.

Pero ella no me está escuchando. Camina hasta mi cama y se sienta, toma una almohada y cubre su rostro con ella mientras grita sobre mi pobre almohada.

—Peyton, escúchame, estaba pensando en otro beso.

—¿Pero cuantas veces se han besado? —me pregunta ella con mucha curiosidad.

Sus ojos brillan como los de un niño en una dulcería.

—¡Dios, Peyton! ¿Pero que pregunta es esa? Solo nos hemos dado un beso, el de esa noche y todo fue tu culpa. Eso beso nunca debió suceder.

—Ese beso iba a suceder tarde o temprano, yo solo les di un empujoncito y me alegra haberlo hecho porque tuve asiento de primera fila para el espectáculo.

Ella me dio un empujón hacia un abismo. Caí al vacío sin paracaídas y ahora estoy tratando de poner todo en su lugar. Ese beso puso mis pensamientos de cabeza.

—Además es normal que pienses en eso, estos dos meses ustedes sí que parecían una pareja. Si yo no supiera la verdad diría que están enamorados.

Y ella procede a cantar una melosa música sobre el amor que yo nunca antes había escuchado.

Es solo parte de la farsa. Santiago me ha mandado flores, chocolates y me ha traído una hermosa cadena de regalo. También hemos salido a cenar y al cine, hoy iremos a una exposición de arte. Y aunque todo parezca real, no lo es, tanto él como yo somos conscientes de eso, pero explicarle eso a Peyton no tiene sentido, ella aún seguirá creyendo que hay algo entre los dos.

— Di lo que quieras, pero tus ojos y los de él cuentan otra historia.

—¿De que estas hablando? Peyton, mis ojos no dicen nada y los de él mucho menos. Si hay algo que yo siento por Santiago es odio, sí, eso es, odio y mas odio.

Ella se para y me abraza.

—No tienes que tener miedo de enamorarte otra vez, Hope.

—No tengo miedo.

—Sí, lo tienes. Pero no todos son como Emmanuel.

No, algunos son peores, pero ese es otro tema.

—De todas formas, no creo ser el tipo de mujer que le gusta a Santiago.

No tengo ni idea de cuál será el tipo de mujer que le gusta a él y dudo que Peyton sepa, así que esa excusa me parece perfecta.

—Hermana, he visto como él te mira, definitivamente eres su tipo.

—¿Tú crees? —le pregunto.

¿Pero que me interesa a mí ser su tipo o no? Estoy segura que estoy así por tener que madrugar para ir a trabajar.

—Sí, ahora deja de revisar esos dibujos y arréglate. Hoy irás a comer con tus cuñadas.

Peyton camina hasta mi armario y empieza a lanzar ropa hacia mi cama.

—No.

—Sí, Alexa llamó hace un momento. Me pregunto si podías y dije que sí. Es sábado, no tienes planes, en realidad tú nunca tienes planes.

Tengo muchos trabajos de arte que revisar, así como preparar mi clase para el lunes. Pero nada de eso parece importarle a mi hermana.

—Ellie sería de mucha ayuda ahora. —le digo a Peyton.

Pero Ellie no está porque se fue de fin de semana romántico con Daniel.

—Ya las conoces, no es como si fueran unas desconocidas.

—Bueno, las conocí como las cuñadas de mi hermana y ahora serán mis cuñadas. ¡Dios mío tengo cuñadas! Peyton, ¿cómo dejaste que esto me pasara?

—¿Yo? Nada mi ciela, usted se metió solita en ese lio, yo no tuve nada que ver con eso. —me dice mi hermana. —Por cierto, también estará la abuela de Santiago.

¿Pero en que lio me fui a meter? Esto no puede ser bueno.

—Esa señora está loca. Si fuera por ella Santiago y yo ya estaríamos casados, el otro día me dio una lista con nombres para bebés. ¿Puedes creerlo?

Peyton se ríe mientras yo le cuento mis dramas. Ella me enseña varios vestidos, blusas y pantalones mientras me dice que tenga paciencia que es normal que la familia de Santiago este emocionada por su compromiso. Pero no solo la familia de Santiago esta emocionada, mi mamá también lo está. La he visto mirando revistas de bodas y poner separadores con mi nombre en algunos vestidos y con el nombre de Ellie en otro.




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