La noche en que nos conocimos.

Capítulo 16 Yin y Yang

Desde que era pequeña mi mamá siempre me hablo sobre el yin y el yang. Mi madre es una fiel creyente de todas aquellas fuerzas fundamentales opuestas, aquellas cosas, según dice ella, mantienen en equilibrio el universo: Luz y oscuridad; noche y día; bien y mal. Esos polos opuestos de alguna forma equilibran todo, necesitan estar en un perfecto balance para que el mundo marche bien.

Ella dice que cosas terribles suceden cuando la balanza se inclina más hacia un lado. Ella también cree que tales cosas opuestas se necesitan para coexistir. No hay luz sin oscuridad, no hay día sin noche. Pero para mi madre el yin y el yang no solo se emplean en cosas, también en personas, ella les dice almas gemelas. Ella solía contarme una leyenda sobre las almas gemelas, decía que de un alma gemela se desprende dos, las separan y las envían por caminos diferentes. Tal separación es para probar su valor, para aprender. A veces lo que hacemos no es suficiente y nunca podemos encontrar nuestra alma gemela, a veces solo la tenemos por un momento y otros afortunados que se han esforzado y han entendido que el yin puede sobrevivir sin el yang y viceversa pero siempre hay algo del uno en el otro, que ambos se completan, que no son perfectos, que se equilibran.

Mi madre dice que quienes comprenden eso son muy afortunados. Un día una persona conoce a otra y todo se equilibra, esa es la magia del yin y yang. Siempre me sentí intrigada por esa leyenda, por aquellas historias de amor que me contaba mi mamá, yo quería eso. Un amor intenso, algo que sea eterno. Cuando crecí descubrí que no hay cosas eternas, que todo es efímero en especial los sentimientos, pero eso no impidió que yo siguiera deseando una historia de amor como las que me contaba mi mamá. No, yo seguí deseando eso, incluso un poco después que me rompieran el corazón aún lo deseaba. Ahora todo está un poco confuso, Santiago hace eso, pone mi mundo de cabeza. Me desconcierta y me intriga. Él y yo somos como el yin y el yang, aunque dudo que seamos como aquellas almas gemelas que me contaba mi mamá.

—Solo un beso más. —le digo con una sonrisa.

Yo escuché lo que él dijo, pero no digo nada, decido no preguntarle ahora porqué dijo aquello, ya habrá tiempo después para cuestionar nuestro futuro, por ahora solo besaré sus labios, solo un beso más es todo lo que quiero ahora. Solo un beso.

—Solo otro beso más. —me dice él.

Un beso más, yo puedo darle eso, un beso y solo eso. Nada de sentimientos románticos, nada de fantasías de una familia, nada de sueños que después se van a deshacer entre mis dedos. No puedo darle más que un beso, tengo que decirle eso, pero no ahora. Sé que él entenderá, Santiago y yo no somos como aquellas historias que me contaba mi mamá antes de dormir, él no es mi alma gemela, ni siquiera creo que él crea en eso.

Tampoco soy una cínica que no cree en el amor, creo en el, lo he sentido y también me han roto el corazón, es tal vez eso lo que me hace querer guardar mi corazón con cuidado. No quiero que lo vuelvan a lastimar, no quiero volver a llorar hasta dormirme sobre un montón de recuerdos. No quiero escribir cartas que jamás nadie va a leer sobre lo mal que me siento. No quiero volver a sufrir, tengo miedo, he tenido miedo por mucho tiempo. Fue ese miedo el que me impidió comprometerme con la relación que tenía con Guillermo. Es ese mismo miedo el que me hace poner una pared entre Santiago y yo.

—¿Puedo pedirte algo? —le digo a Santiago cuando el auto se detiene frente a mi casa.

Me quito el cinturón de seguridad y lo miro a los ojos.

—Sí, lo que quieras.

—Quiero pintarte.

No puedo dejar de pensar en aquella vez que dibujé su rostro y como quería plasmar el gris de sus ojos.

—¿Dibujarme? Sí, puedo aceptar eso. Conociéndote, creí que me pedirías otra cosa. ¿Cuándo quieres pintarme?

—Mañana. ¿Puedes?

Él me sonríe y me dice que sí. Nos miramos sin decir nada. Quiero besarlo, quiero que me bese. Es solo un beso. ¿Qué daño puede hacer un beso? Volveré a subir aquella pared después del beso.

—Un beso de buenas noches. —le digo antes de besarlo.

Estoy segura que podré pensar mejor cuando esté sola en mi habitación. No, iré a mi estudio, necesito despejar mi mente y el arte siempre me ayuda con eso, además después de pintar siempre me suelo sentir mejor.

Subo las escaleras hasta mi habitación. Necesito tomar una larga ducha y ponerme mi pijama, hoy ha sido un día muy largo y lleno de muchas emociones.

—Las relaciones son complicadas. —digo mientras cierro la puerta de mi cuarto. —Cuando no tenemos una relación, algunos tienen miedo de jamás encontrar a ese alguien especial y cuando ya lo encuentran tienen miedo de perderlo. Yo estoy en una dimensión diferente donde no quiero estar con nadie.

Dejo mi pijama sobre la cama y me quito la ropa. Entro al baño y cierro los ojos cuando el agua caliente se empieza a deslizar por mi cuerpo.

Envuelvo mi cabello con la toalla y me siento en mi escritorio para tomar algunas cosas he ir a mi estudio. Cuando abro el primer cajón de mi escritorio no puedo evitar resoplar al ver una cadena del yin y el yang que me regaló mi mamá, la cadena se separa y se supone que debo darle una parte a mi alma gemela. Me la dio después que termine con Emmanuel, como si necesitará más razón para llorar. Tomo mi pincel azul y vuelvo a cerrar el cajón sin tomar la cadena. La dejé ahí cuando me la dieron y ahí se quedará.

Me sobresalto cuando mi mamá abre la puerta de mi cuarto. Esta muy molesta y sostiene un sobre blanco entre sus dedos. Pone sus manos en sus caderas y me mira con el mentón levantado, solía hacer lo mismo cuando estaba en el colegio y se enteraba de algo malo que hice. Pero ahora luce muy molesta, no creo que este así solo porque me escapé de la tienda de novias, tiene que ser algo más. Mientras me levanto del escritorio me vuelvo a sentir como una adolescente y pienso en las cosas malas que he hecho y que ella se pudo enterar, pero ninguna es tan mala como para que ella me mire así. La furia que ella siente se puede palpar en el aire.




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