La noche en que nos conocimos.

Capítulo 26 Alguien a quien amaba.

Uno no puede predecir lo que va a suceder mañana, o en una semana y mucho menos dentro de un año. A veces prometemos cosas sobre un futuro que no nos pertenece. A veces queremos o nos sentimos con el poder de manejar el futuro, podemos hacer muchas cosas para tratar de llegar a ese futuro que queremos, pero la vida es tan incierta.

Yo hace años creía que ahora estaría con Santiago, juntos y tratando de formar una familia, pero no fue así. Han pasado cuatro años y las cosas han cambiado mucho, ya no soy aquella chica que no enfrentaba los problemas y se escudaba tras errores del pasado, acepté mis errores y aprendí de ellos. Ahora al ver hacia atrás me sorprendo de cómo ha cambiado mi vida, de cómo he cambiado yo y como todo sigue cambiando en mi vida.

Pienso en cómo ha cambiado mi vida en estos cuatro años. Terminé hace pocos meses mi carrera de historia del arte. Tuve mi propia exposición y también fui invitada a exponer mis obras en una galería de París y Roma. Ahora doy clases de arte en la Universidad, me gusta enseñar. Tengo en mente abrir mi propia galería y es algo en lo que estoy trabajando. Pronto tendré otra exposición, la cual me tiene muy ansiosa y con la boda encima todo me sobrepasó un poco, pero por suerte logré equilibrar el tiempo. Gracias también a la gente con la que trabajo. Sonrió. Tengo la vida que siempre soñé y es aún mejor, es mucho mejor pero no puedo quitarme la sensación que algo me falta, algo muy importante. Esa sensación me quita a veces la sonrisa y me hace pensar en que hubiera hecho distinto. Tal vez muchas cosas, pero eso ahora ya no importa, no se puede vivir mirando hacía el pasado preguntándose que hubiera sucedido sí, no sucedió y la vida sigue.

—Te ves hermosa. —me dice alguien.

Me giro y le agradezco el cumplido. Me miro en el espejo un momento y tomo el ramo de rosas que está en una de las mesas. Suspiro. Mi vida a cambiado tanto y también la vida de quienes amo. Mi hermana Ellie se mudó a Londres con su esposo Daniel y su pequeña hija, Sofía. Peyton vive ahora en Alemania, no entiendo por qué escogió es lugar, pero se ve feliz ahí. Alexa vive en Milán y Kittie en Londres con su madre y abuela. Santiago, él sigue en el mismo lugar, pero parece haber desaparecido de la faz de la tierra de alguna extraña manera.

No voy a mentir y decir que ya no pienso en él, que no sueño a veces con Santiago y me quedo mirando la puerta con la esperanza de verlo entrar a mi apartamento, pero eso no sucedió.

Emmanuel, el murió hace dos años, sé que Rose se mudó a Miami, pero no sé si ya supero su muerte. Yo pensé en asistir a su funeral, pero no pude hacerlo. La vida a cambiado mucho y hay veces en donde me pregunto cómo estaré el día de mañana y sonrió al imaginarme de nuevo en los brazos de Santiago, aunque eso ahora parece más que nada un sueño. Y el pensamiento que él debería estar aquí viene a mi mente. Pero no está aquí y yo tengo una boda a la que asistir. Respiro hondo y le sonrió a mi reflejo.

Hoy es un día feliz, tiene que ser un día feliz.

Las campanas de la iglesia suenan, y yo a pesar de no ser una persona religiosa me siento entusiasmada por la idea de la ceremonia. Siempre me ha resultado hermoso, desde que era pequeña solía mirar a la novia mientras caminaba con aquella sonrisa en su rostro, había algo que las hacia lucir radiantes. Amor, decía mi mamá, el amor es mágico. Después veía la mirada del hombre que la esperaba en el altar y su mirada era tan emotiva como la de su futura esposa.

Los votos que cada uno prepara es mi parte favorita, aquella declaración de amor, confianza y respeto, no solo ante ellos, si no ante todos quienes los aman. Escuchado votos hermosos, realmente hermosos, algunos son largos y otros cortos, pero no importan la cantidad de palabras, lo único que realmente importa es el amor que se quiere trasmitir con aquellos votos. La ceremonia matrimonial de la iglesia es realmente algo hermoso.

La música empieza a sonar y las puertas de madera de la Iglesia se abren. La Iglesia está decorada con flores blancas y azules. Es una decoración sencilla pero que va muy bien con aquella pequeña capilla a las afueras de la ciudad. Veo a los invitados levantarse de sus asientos y sonreír emocionados mientras la música indica que debemos empezar a caminar hacía el altar. No hay muchos invitados porque es una celebración íntima. No puedo evitar sonreír cuando veo la cara de felicidad del hombre que está parado en el altar y sé que todo estará bien.

El padre empieza con la ceremonia y yo me pierdo en diferentes pensamientos, mi mente viaja hace algunos años y recuerdo aquel hombre con el que estuve falsamente comprometida, no he sabido mucho de él en estos cuatro años, sé que está bien y eso me alegra. La cadena del ying no cuelga sobre mi cuello porque no combinaba con este vestido. Me pregunto si él aún tiene la otra parte de la cadena que le di. Me pregunto si él piensa en mí con la misma frecuencia que yo lo hago y entonces me pregunto. ¿Qué hago aquí? Debería estar con él. Pero alejo esos pensamientos y sonrió mientras el padre sigue con la ceremonia. Me río al escuchar sus votos, suenan absurdos y en ellos se demuestra el gran corazón que tiene. Un corazón que siempre está pensando en los demás.

Sus votos finalizan y el padre dice algo sobre las almas gemelas y yo reprimo el impulso de tocar la cadena porque no está conmigo ahora. Sujeto con fuerza el ramo que llevo en mis manos y levanto la cabeza con una sonrisa. Hoy es día feliz, hoy es un día especial, hoy no hay cabida para pensamientos tristes.

No es como si yo no hubiera luchado por mantenernos en contacto, yo lo hice, lo intente por todos los medios e incluso le llegué a escribir cartas cuando no me contestaba las llamadas. Él me dijo que necesitaba tiempo y yo le concedí eso, era lo mínimo que podía hacer. Pero el tiempo se hizo eterno y pasaron los años y no supe de Santiago y él no quería saber de mí todavía. Santiago necesitaba más tiempo. Hace poco le volví a escribir y para mi sorpresa respondió mi carta. Me dijo que estaba bien, que había comprado una de mis pinturas y que estaba muy orgulloso de mí. Me deseo lo mejor, pero no me dijo nada sobre volver a vernos. ¿Cuánto tiempo él necesitaba? Ya han pasado cuatro años, llegué a un punto dónde creí que ningún tiempo para él sería suficiente porque Santiago no tenía fe en nosotros y que con el tiempo volveríamos a estar juntos, ese pensamiento lo cambio todo. Estaba tan absorta en mis pensamientos que cuando me doy cuenta estoy saliendo de la iglesia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.