Capítulo 8: El Precio Final

El dolor en su pecho se intensificaba a cada segundo. Carla cayó al suelo, su respiración errática. Adrian la sostuvo en sus brazos, una tristeza insondable en su rostro.

—No quería que esto te pasara —dijo, su voz quebrada.

Carla sonrió débilmente, su visión comenzando a nublarse.

—Valió la pena... —susurró—. Te salvé.

Adrian, aunque libre, sabía que su libertad tenía un costo demasiado alto. Carla, la única persona que había intentado salvarlo en siglos, estaba muriendo en sus brazos. Pero justo cuando parecía que todo estaba perdido, una luz suave y cálida llenó la habitación.

Elizabeth apareció de nuevo, pero esta vez no como una figura de odio y resentimiento, sino como el espíritu amable que había sido en vida. Se acercó a Adrian y Carla, su rostro ahora tranquilo.

—Gracias —dijo Elizabeth, inclinándose hacia Carla—. Me has liberado también.

Adrian miró a Elizabeth, sus ojos llenos de amor y arrepentimiento.

—Lo siento tanto, Elizabeth. Todo lo que hice fue por ti, y solo te causé dolor.

Elizabeth acarició su rostro con ternura.

—Ya no importa. Ahora estamos en paz.

Carla, al borde de la inconsciencia, sintió una paz inesperada. La figura de Elizabeth se inclinó hacia ella y, con un toque suave, le devolvió la vida que estaba perdiendo. El dolor en su pecho desapareció, y Carla tomó una profunda bocanada de aire.

Cuando abrió los ojos de nuevo, Elizabeth y Adrian se estaban desvaneciendo en la luz, juntos por fin. La mansión Parker, que durante tanto tiempo había sido un lugar de oscuridad y sufrimiento, ahora estaba en calma.