Viejas Locas — Me gustas mucho
[Leer escuchando la canción, de otro modo, lo escrito no tendrá sentido, ya que le otorga el mood a la lectura]
Despierto sobresaltado porque Ada entra a la habitación de invitados abriendo la puerta de golpe
—Dale boludo apurate que llegamos tarde a lo de la nona.
—Bueno, ya va, ya va —digo poniéndome los pantalones y las zapatillas a las apuradas aún medio dormido
Anoche Ada y yo nos quedamos hasta tarde conversando y no medimos el tiempo.
Nos dormimos tarde y por consecuencia, nos levantamos tarde.
Desde hace medio año somos amigos muy cercanos, se convirtió en mí única amiga.
La charla de los cigarrillos y de mí cara falopa resultaron, porque después nos volvimos a ver unas cuántas veces en la misma plaza y pegamos onda.
Ella y su abuela me adoptaron.
Y yo tomé sin dudar el cariño que ellas me brindaron. Era lo que necesitaba.
Hacía tiempo había sentido el desgarrador dolor de perder a una familia, y ahora... La vida me había devuelto la dicha de volver a pertenecer a una.
Estaba volviendo a sonreír, sobre todo porque a la nona no le gustaba que las personas estuvieran tristes y se encargaba personalmente de hacer sonreír a quién se propusiese.
—Nos va a matar —Ada corre a subirse a su camioneta y yo la sigo subiéndome en el asiento del acompañante.
—Espero que no —respondo
Conduce lo más rápido que puede hasta llegar a la casa de la nona, demás está decir que nos bajamos a las apuradas y entramos a la casa como alma que lleva el diablo.
—Diez minutos tarde sinvergüenzas -nos señala con el tenedor—. La puntualidad es una virtud
—Perdón, nos quedamos hasta tarde conversando -la saludamos cada uno con dos besos en las mejillas
—Ajá, y yo tengo ochenta y tres años al divino cuete —pincha con el tenedor un pedazo de milanesa—. Por favor que estamos grandes
—Abuela —Ada advierte—. Amigos, solo amigos
La nona se ríe y se levanta a servirnos una milanesa a cada uno acomoañada con un poco de puré.
¡Qué rico!
Esto es lo mejor que mi paladar había saboreado.
—Mhm, está riquisísimo nona.
—Gracias mijo —dice parándose de su silla para prender la radio.
Adoraba a esa señora.
—¿Qué vas a poner Marta? —bromeo
Me mira enarcando una ceja y me responde
—La mega nene. En el 98.3 todo el día —enciende la radio y la voz de la Cari Deferrari suena retumbando en toda la casa
—¡Abuela! Bajá el volumen —se queja Ada con la boca llena
—Sos joven al pedo nena, disfrutá de la música querés, que después te haces vieja y no disfrutaste nada
Marta vuelve a sentarse a comer y esta vez nos quedamos los tres en silencio con la radio sonando de fondo.
Mágico. Esa era la palabra que definía el momento.
La mega, la Cari, las dos personas que ahora eran mi familia, el sol entrando por las ventanas y las plantas marchitas de la Marta aclamando por agua.
Al terminar de comer, los tres salimos a tomar sol a la galería, y como es imposible que falte, el mate en las manos.
La nona nos sevó unos mates exquisitos mientras escuchábamos la radio.
—¿Qué le ponés al mate nona para que quede asi de rico?
—Nada nuevo, cedron y amor.
Típica respuesta de ella, era de las que aún creía que con amor todo era más lindo. Y tenía razón, cuánta.
Así eran nuestros sábados y domingos. A veces nos íbamos los sábados y nos quedábamos hasta el domingo a última hora para acompañarla.
En la semana con Ada y Lucas nos turnábamos para acompañarla y no dejarla sola, porque ladrones y mala gente había para tirar para arriba, y para nadie era un secreto que la Marta estaba sola algunos días.
—¿Y vos, ya decidiste que vas a hacer con tu vida? —me pasa el mate.
Miro a Ada buscando una respuesta y ella asiente, por lo que le respondo:
—Con la Ada vamos a ponernos un local de cigarrillos de hierbas
—¿Pero son pelotudos o qué? -dice preocupada—. Vender porros es ilegal.
—Abuela, no vamos a vender porros, vamos a verdes cigarrillos de herbales, con plantas como la lavanda, menta, y así.
—¡Ah! Mirá vos, no sabía de eso -se tranquiliza y se acomoda en la silla entusiasmada—. Ahora con todas estas cosas de la tecmanologia hacen de todo los pendejos
—Tecnología abuela —Ada y yo reímos porque jamás logra decir tecnología.
Siempre termina con la nona pegándonos un sopapo y nosotros disculpándonos.
Seguimos normal el día hasta que oscurece y nos metemos de vuelta a la casa a seguir escuchando radio, porque la abue se rehusa a comprar un televisor, dice que con la radio le basta y le sobra porque sabe todas las noticias.
La verdad la admiraba mucho, era un ser libre que hacía lo que quería, no seguía doctrinas de la sociedad, y escuchaba Rock todo el día.