(Dos meses después)
Con Ada andábamos a full, de acá para allá por los preparativos, pronto abriremos el local que tanto habíamos planeado.
Bueno, local local, no, un mini local.
La nona nos había prestado su patio de adelante e instalamos una pequeña casa prefabricada, es más, no llegaba ni a casa, era un lugar diminuto, pero nos servía para ir empezando.
Obvio cuando la nona nos ofreció su casa lo pensamos mucho, iba a ir mucha gente que no conocíamos, la mayoría adictos que trataban de dejar de consumir porros o cigarros con nicotina.
Pero luego de que ella insistiera en que estaba contenta con la idea porque nos iba a tener cerca no pudimos negarnos.
Ada estaba enloquecida haciendo cigarros y yo decorando el lugar, poniendo cartelería por todos lados y demás.
La Marta quiso poner una especie de mini biblioteca al lado de nuestro tierno local para que las personas que vinieran pudieron leer algo.
Ella había pensado que para llevarse un libro, había que dejar otro a cambio, así la biblioteca nunca se quedaría sin contenido, también se podían dejar cartas anónimas o poemas.
Estaba tan contenta que hizo que su amigo Juan, de noventa años (carpintero de toda la vida) le hiciera una mini biblioteca para instalarla en el patio.
Juan encantado, él adoraba la madera y hacía ya un par de años largos que no hacía nada en ella y había puesto todo su empeño y emoción en ello.
Ya no era solo Marta entusiasmada, si no que Juan también. Y la presión para Ada y para mí aumentaba más, porque no queríamos darle tremenda decepción a ambos.
—¿Les parece que deje unos libros de Borges y de Herman Hesse para empezar? —La nona nos muestra dos libros en sus manos
—Los que quieras abuela —responde Ada haciendo sonar el típico ruidito que hace el mate cuando ya no queda nada
—Sí, también voy a poner unos de José Narosky
—Como querás Marta, la biblioteca te pertenece, es tuya —le respondo recibiendo el mate a Ada y comenzando a hacer otro para mí.
...
Habíamos abierto ya el local y nuestro primer cliente había sido...
MARTA, LA NONA
Ella compró un paquete de cigarrillos de lavanda y encendió uno.
—Miren que yo ya estoy vieja, pero no podía negarme a probar esta locura —dice dando una calada y reteniendo unos segundos el humo en su boca
Mi amiga y yo nos miramos incrédulos esperando su opinión.
Si no le gustaba a ella, difícilmente le gustaría a alguien más. La nona había sido una fumadora, una de toda la vida, hasta hace algunos años, tuvo que dejarlo por su salud.
—Mhm, uno hace esfuercitos por los nietos —dice mirando a Ada y luego a mí—. Pero está bueno eh.
Ada y yo reímos aliviados.
Sobreviviríamos a los demás clientes.
...
(Dos semanas después)
La nona se había hecho viral, no sé cómo ni porqué, pero al parecer alguien le había tomado una foto fumando un cigarrillo y leyendo un libro al lado de la biblioteca y lo había subido a todas las redes sociales.
Gracias a ello, tuvimos más clientes y el negocio comenzaba a funcionar, la nona recibía muchas cartas y poemas en su biblioteca y la gente se pasaba a dejar libros para ella.
Estaba tan contenta.
Y nosotros contentos de que ella estuviera feliz.
—¡Qué tal la Marta! —dice Lucas entrando por la puerta del local—. Es famosa y todo.
—Sí, está contenta porque escuchó en la radio que hablaban de ella —le responde la Ada a su hermano
Los tres reímos, hasta que mí celular suena por una llamada entrante.
Número desconocido
Decido aceptar la llamada, más que nada por el local, podría ser un potencial cliente.
—¿Hola? —digo dubitativo
—Hola, buenos días ¿hablamos con la Venta de herbales que está al lado de la biblioteca de la abuela Marta?—una voz femenina se escucha del otro lado
—Sí, se comunica con sus familiares, ¿Quién habla?
—Está usted en comunicación con el Canal de televisión "Lo Nuevo" queremos hacerle una entrevista en vivo a Marta, mañana.
La puta madre, la nona se había vuelto famosa.
(Dos meses después)
Con Ada andábamos a full, de acá para allá por los preparativos, pronto abriremos el local que tanto habíamos planeado.
Bueno, local local, no, un mini local.
La nona nos había prestado su patio de adelante e instalamos una pequeña casa prefabricada, es más, no llegaba ni a casa, era un lugar diminuto, pero nos servía para ir empezando.
Obvio cuando la nona nos ofreció su casa lo pensamos mucho, iba a ir mucha gente que no conocíamos, la mayoría adictos que trataban de dejar de consumir porros o cigarros con nicotina.
Pero luego de que ella insistiera en que estaba contenta con la idea porque nos iba a tener cerca no pudimos negarnos.
Ada estaba enloquecida haciendo cigarros y yo decorando el lugar, poniendo cartelería por todos lados y demás.
La Marta quiso poner una especie de mini biblioteca al lado de nuestro tierno local para que las personas que vinieran pudieron leer algo.
Ella había pensado que para llevarse un libro, había que dejar otro a cambio, así la biblioteca nunca se quedaría sin contenido, también se podían dejar cartas anónimas o poemas.
Estaba tan contenta que hizo que su amigo Juan, de noventa años (carpintero de toda la vida) le hiciera una mini biblioteca para instalarla en el patio.
Juan encantado, él adoraba la madera y hacía ya un par de años largos que no hacía nada en ella y había puesto todo su empeño y emoción en ello.
Ya no era solo Marta entusiasmada, si no que Juan también. Y la presión para Ada y para mí aumentaba más, porque no queríamos darle tremenda decepción a ambos.
—¿Les parece que deje unos libros de Borges y de Herman Hesse para empezar? —La nona nos muestra dos libros en sus manos