La Novela de los Tres Años

Capítulo 2 Comienzo

Es la hora, por fin mi vida anda por un solo camino, mi comienzo se aproxima y mi malicia se descarrila. En la mañana estaba compartiendo un agradable momento con Santiago y ahora me encuentro tirando a una persona desde un acantilado. No comprendo mis juegos. En mi habitación observo la televisión, oigo en las noticias de la muerte de un respetado empresario, dueño de una de las empresas más importantes en el país, me pregunto solo si llegaran a imaginar que he sido yo, una simple niña; quizás me llamarían demonio, no he dejado rastros, solo aparezco en la cámara por un instante y no se ve el rostro, tal vez los policías piensen que una niña no es capaz de matar y por lo visto ha sido así, he pasado inadvertida ante el caso de asesinato. Los días avanzan con tranquilidad, en mi celular esta una llamada de… pidiéndome que mate a una abogada prestigiosa, acepto el “asunto” y viajo a Caracas. La abogada está en un centro comercial, entro en el baño siguiéndola, está despejado, pienso ¿tal vez tengo suerte? Ya que cada vez que mato no hay testigos, ni dejo huellas ni nada, llevo botas y cargo la pistola y el silenciador dentro de cada una, le disparo en la columna y luego en el corazón mientras esta de espalda cerca de la puerta del inodoro, me pongo los guantes que llevaba escondidos en el pantalón y pruebo para ver si la puedo meter dentro de la pequeña casilla o no sé cómo se pueda llamar la parte donde están los inodoros cerrados, pesa un poco, la levanto colocándola encima del retrete, para mi suerte no ha derramado sangre en el suelo, cierro la puerta y escondo mis tres suministros, salgo del baño y camino un rato por los corredores del centro comercial, luego me voy de allí y busco el dinero a la mansión de… No escribo su nombre porque no lo sé.

Me quedo unas horas en la mansión, almuerzo con el hijo del Señor Frede… y su hermana Maritza, vemos la televisión en la sala de estar, donde las noticias cuenta el asesinato de la abogada Bermúdez. Maritza me felicita por el trabajo realizado, su hermano al contrario solo me observa y me dirige una sutil y fugaz sonrisa, como de agradecimiento.

Digo para mí misma, ¿Qué rápido han encontrado el cuerpo?

El día siguiente todos los titulares en los periódicos hablan sobre la muerte del empresario y la abogada, dos asesinatos de dos personas influyentes y populares para el país en menos de dos semanas.

Faltan cinco días para que lleguen mis padres, llamo a Santiago y nos encontramos en su casa, que comparada con la mía es bastante desolada y muy humilde. Vive con unos tíos, los saludo educadamente y hablamos en su cuarto, le comunico que estoy pensando en escapar de mi casa,  al escuchar eso su rostro cambia, asombrado por la noticia me incentiva a que me quede en mi casa, que estoy loca si quiero escapar. Le explico que no es ninguna locura, pero igual insiste en que lo mejor que puedo hacer es quedarme en mi casa, salimos de allí a resolver otro “asunto”, solo lo acompaño sin hacer nada.

Mi mente se nubla, reanudo la visión que tuve, en la cual estaba en San Fernando de Apure, ahora estoy extremadamente cerca de la fuente, todo sigue camuflado en negro y blanco, siento que me empujan hasta estar en frente de un caimán, no me asusto, nunca le he temido a un animal y menos a una escultura, lo que sí me atemoriza es el espacio entre cada caimán, que es oscuro y lleno de agua, como si al conseguir aproximarme hasta allí, me ahogara.

Para mi estas visiones, imaginaciones, sueños o pesadillas no sabría cómo llamarlas, siempre han persistidos pero ahora son más constantes. Un grito me despierta devolviéndome a la realidad, el grito ha sido producido por la voz de Santiago que apresuradamente me exige irnos de aquel lugar, no detallo específicamente el sitio donde nos encontramos, sé que parece una bóveda no obstante es muy vacía. Salimos corriendo muy deprisa por la puerta trasera, se oyen voces y el motor de un carro, desaparecemos de allí al momento.

En el auto donde nos transportamos, ubicado a dos calles de aquella especie de bóveda Santiago me pide una explicación por mi desconcertante desconexión con la realidad algunos segundos, le explico con brevedad que he imaginado estar en otro sitio, me dirige una breve risa y fija sus ojos en la vía. Las vacaciones de ansiada libertad están por ser solo un sueño si mis padres llegan y yo todavía vivo aquí. Ha transcurrido solo un día cuando recibo la llamada de…, no sé para qué me necesita ahora, dice que es apremiante el verme, percibo en su voz una cálida dulzura y alegría aunque sique siendo autoritario, su voz me dice que debe estar aguardando en mi casa un auto enviado por él, que me llevara hasta Maracay; no sé ha equivocado, me acerco a la ventana y allí está el carro, bajo deprisa y sigo sus instrucciones.

Saludo educadamente al chofer, el asiente con un gesto, seguido de un «Buenas Tardes, señorita». No tardamos más de una hora en llegar a Maracay, pasan unos minutos cuando estacionamos enfrente de un recinto de edificios ubicados en La soledad. Bajo del auto, camino despacio al lado del chofer que me ha dicho que lo siga. Entramos en un edificio sumergidos en una completa calma, subimos unos pisos hasta llegar al apartamento de…, el chofer toca la puerta, me quedo paralizada y me sorprende ver al hijo del Señor Frede…, este le pide retirarse para dejar que hablemos solos, me perturba estar a solas con él, es imponente, autoritario, y su animadversión con el mundo es sublimemente extraña. Me señala el mueble principal de toda la habitación, me siento y escucho con curiosidad lo que quiere decir; dentro de mí espero que me diga que tengo que asesinar nuevamente, mi pensamiento disminuye con cada palabra, ahora él siente cierta curiosidad por mi vida y desea saber.




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