La Novela de los Tres Años

Capítulo 4 Final

Nuevo día, siento que ahora si encajo, siento mi destino escrito pero por mí, siento el rumbo de una nueva vida donde el final no llegará. Despierta y con los sentidos completamente activos, rodeo la habitación con la vista. Oigo  ruidos  y supongo que debe ser mi jefe, ¿es que ahora se le va a hacer costumbre venir aquí?, ya cumplí con el encargo, no tiene necesidad de hacer nada aquí. Camino con la naturalidad que me es otorgada, no veo a nadie, la puerta está cerrada con los tres cerrojo así que es imposible que haya entrado alguien, ¿entonces alguien o algo produjo ese ruido?, el sonido fue igual al de una puerta abriéndose, veo hacia la ventana y está cerrada así que no creo que esté loca para haber oído algo provocado por mi muy carismática mente, esto último lo pensé con tanto sarcasmo que me dio risa.

En la alacena de la cocina, no había gran cosa, pasado las 09:00h, me hice un té de lo más rápido, tomé una taza de porcelana, le agregué agua tibia, una bolsita de té extraño (del que nunca había visto esa marca, y se encontraba en otro idioma), lo meto en el microondas, colocando unos pocos segundos; después de caliente el agua y disperso el sabor del té, eché un par de cucharadas de azúcar y aguardé hasta que su temperatura disminuyera, tomo el té con la paciencia de una señora de casi cien años, y saboreo el dulce aroma que emanaba de él, es bastante delicioso; al cabo de unos minutos entendí que lo que estaba escrito en la bolsita era en árabe, no lo distinguí al momento porque no le di mucha importancia.

La vista era excelente desde la ventana y aún más desde el último piso, a la distancia se divisaba la ciudad, era una vista preciosa, aunque mis oídos escuchaban mucho más allá de la ciudad, ellos sentían el ajetreo de la ciudad, las sirenas de la policía y de las ambulancias, una mujer llorando, niños insoportables gritando, las bocinas de los autos, el auxilio de algún animal sufriendo entre muchas cosas más, ¡eso es lo que sucedía en realidad!, la ciudad parecía tranquila cuando se observaba desde lejos y esa no era la verdad, en ese intervalo de tiempo concordé con el pequeño refrán de que las apariencias engañan.

A mis espaldas, y ahora sí no lo había imaginado, se abría la puerta y se cerraba con fuerza, tenía que ser mi jefe, era el único poseedor de la segunda copia de este apartamento, no volteé y seguí con la mirada perdida en la ciudad. Escuchando sus pasos que se hacían más cercanos a mí y luego se alejaban, al parecer estaba en la cocina y acababa de abrir un gabinete y luego caían del dispersado de la nevera, unos cubos de hielos que tintineaban en un vaso. Se acercó despacio y se dejó caer en el sofá de la sala. Sin meditar una palabra, habló preguntándome con una sutileza que era incapaz de comprender.

~ Cumpliste con lo que te encargue y eso tiene su recompensa.

~ Yo le dije que confiara en mi palabra, ¿no es cierto?

~ Y yo le dije específicamente que confiaría en su palabra, si mal no recuerdo.

~ Recuerda usted bien.

~ En fin, vine aquí fue para que me explique algo que no entiendo ~ sorbe un poco del vaso: ~ Me puede explicar, ¿cómo es que hay tres muertos, cuando yo especifiqué que quería a uno solo?

Algún día debía enterarse.

~ Hace no mucho, yo le dije que había tenido unos inconvenientes.

~ Sí, lo recuerdo muy bien. Pero lo que me molesta es que no haya podido comunicarme que uno de esos inconvenientes haya sido un niño, y que usted no me dijera que había destripado a dos de los tres cadáveres.

Ha dicho destripado, suena raro en él. No puedo negar que me ha dado mucha gracia esa palabra. Disimulo la risa, aunque estoy consciente que no puede verme porque sigo con la mirada hundida en la ciudad. Al voltearme está sentado, con un brazo apoyado de las esquinas del sofá, con el talón acostado en la rodilla de su pierna izquierda, su mano sosteniendo el vaso con un líquido traslucido y en el fondo una piel de naranja junto con un palito de canela, mirándome fijamente no cambia su expresión al verme fruncir el ceño.

~ ¿No piensa contestar nunca?

~ ¿Le importaba ese niño?

~ No me pregunte, y para su información no me importaba, lo que sí ahorita me interesa es el acto que realizó.

~ Señor, lo que importa es que cumplí con mi trabajo, como lo realice no le debe interesar.

~ Como le dije antes, me interesan mis empleados.

~ Eso lo entiendo, pero ya que le intriga saber, se lo voy a contar.

Girando de nuevo para ver la ciudad, comencé el corto relato lacónicamente.

~ Yo fui para el zoológico acompañada del señor que usted envió, éste fue el que mató al cuerpo que no estaba destripado, un señor muy viejo. En fin, después de llegar a una zona despejada, lo maté, y mientras lo apuñaleaba un niño se acercó y presenció el momento, como usted debe comprender tuve que asesinarlo para no dejar testigo.

~ ¿Y por qué destripó esos cuerpos?

¡UY! En sí, no sé porqué, pero ya pasó y lo pasado es pasado. ¿Qué puedo inventar?, bueno no tengo ideas, será la verdad.

~ No sé porqué, supongo que fue porque quise hacerlo, simple diversión.

El silencio envuelve la habitación y no tolero oír solo el aire.

~ No sé si decirle que he hecho bien.




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