Cuanto antes debía llevarse a cabo el plan, no poseía una belleza única, pero en cierto modo era algo bonita, y eso me debía valer para conseguir el poder. Los planes no siempre salen como se planean, y eso lo entendía ahora, después de haber considerado matar a un niñito por su inadecuada aparición.
Me desagradaba hablar de amor, siempre eso lo contemplé como cursi, innecesario e hipócrita entre la sociedad. Y después de haber criticado el amor incalculables veces optaría por usarlo falsamente. Mi inteligente y hábil cerebro, ocultaba otros dos planes, si en tal caso el plan A no funcionara para ser utilizados. Todo estaba pensado. El jefe decía que nadie lo trataba como yo lo había tratado varias veces y eso era una ventaja. ¿Tal vez él sentía algo por mí o tal vez no? De todas formas eso lo deduciría más adelante a medida que avanzara mi plan.
Fin de semana, llamé a mi jefe y le pedí si podría venir hasta aquí, hasta su apartamento, dijo que vendría y esperé no menos de una hora y algo. El hecho de que tuviera diecisiete años nada más era ventajoso, y por su forma de ser especulé que era fácil de manipular no por su familia, si no por alguien que era perversamente astuta, esa persona sería yo. Mi carita de muñeca de porcelana como desde chiquita muchas personas me decían, era llamativamente inocente y frágil y eso jugaba un papel fundamental en el plan. La inocencia de una niña por fuera tan frágil lo llevaría a confiar demasiado en mí y lo utilizaría en contra de él. No lo odiaba, pero si yo quería conseguir el poder, a través de él sería una opción y ciertamente quería vengarme por lo que me hizo hacerle a Santiago.
Mi jefe llegó, entró con su llave, me miró interrogante y entablamos la conversación más larga que hayamos tenido desde entonces.
~ ¿Para qué me llamaste Ciara?
~ Quería hablar con usted, señor.
~ Dime que es lo que quieres hablar entonces.
~ ¿Estás feliz?, lo pregunto porque luego de hacerme…. asesinar a Santiago. Eso bastará para usted ¿verdad?
~ ¿A qué quieres llegar?
~ Yo no quiero llegar a nada, solo respóndame. ¿Está feliz, complacido por la muerte de…?
~ No estoy feliz, él, Santiago, debía morir. Y como sabrás no te voy a decir porque razón. Así que dime lo que en verdad quieres.
~ Yo no quiero nada de usted, señor.
Mientras él paralizado había quedado en la entrada, yo lo observaba desde el ventanal de la sala. El 9mm (Beretta 92: la primer arma que había tenido) en medio de los dos hacía de la conversación algo más que una simple conversación.
Sus ojos puestos sobre la mesita de vidrio central en frente del sofá, vigilantes como ojos de halcón le quitaba toda la prepotencia y le producía desconfianza. Sobre esa mesita yacía el 9mm y desde su llegada lo había percibido.
~ ¿Quieres matarme?
~ Señor, yo jamás me atrevería a matarlo ~ respondo indignada.
~ No soy idiota, y sé muy bien lo que quieres hacer. Quieres vengarte porque te hice matar a tu noviecito.
~ ¡Ja!, señor, Santiago no era nada mío, y si usted ha creído eso estaba muy equivocado.
~ Habré estado equivocado en eso, pero sé que quieres matarme ahora.
~ Soy solo una niña, no puedo matarlo.
Preocupado, asustado e intimidado por creer que lo asesinaría, cuando esa no era la intención, bueno en ese momento no era mi intención. Tomé la pistola y se la entregué, no hizo un sólo movimiento de turbación. Sujetó la pistola y sin la mínima vacilación le hablé lento y entendiblemente.
~ Mátame, si no te mataré yo.
~ Niña, esto no es un juego, y no sabes de lo que soy capaz.
~ Si te interesa un poco vivir, hazlo. Mátame.
¿Dispararía o no? me apuntaba, seguía mis pasos y mis movimientos, vigilaba cada detalle de mi actitud. Si llegase a apretar el gatillo todo acabaría, si no lo apretaba comprobaba mis sospechas.
~ ¿Qué pasaría si te asesinara?
~ Nada señor, todo acabaría, usted viviría y yo moriría.
~ ¿Es eso lo que quieres?
~ Es lo que el destino quiera.
Se acercó, caminando hacia mí, bajando la pistola y dejándola caer contra el suelo. Agachado un poco, me susurra al oído: «No lo voy a hacer, no te voy a asesinar»… Lo sabía, no sería capaz, sólo faltaba ahora descubrir el porqué.
~ ¿Eres débil?
~ No lo soy. Cada vez que venía aquí corría el riesgo de que me asesinaras. Nunca he confiado en ti, y menos al ser una niña asesina.
~ ¿Por qué no me mataste?
~ Por qué eso no era lo que querías, sólo me estabas probando así como lo hice yo al mandarte asesinar a Santiago.
¿Cómo lo sabe? Es imposible que sepa lo que quiero o lo que quería. Molesta continuo con el juego de mi plan.
~ Mírame y dime la verdad… ¿No pudiste matarme porque sientes algo más por mí?
Editado: 07.08.2021