La Novela de los Tres Años

Capítulo 8 Lo Perfecto No Existe

Saber mentir es la mejor forma de manipular al  ser humano. Saber camuflar los sentimientos te brinda seguridad. El señor Frede… desconcertado se retira del vestíbulo pretendiendo disimular lo aturdido que lo he dejado con mi frivolidad, juraría que piensa que un ser como yo no es de este mundo.

Este día no va  a ser diferente, otra mañana, otra tarde y otra noche igual al resto. Nada cambia, la rutina no varía. Mis demonios que hace semanas no oía, comienzan su juego, me atormentan con palabras indecibles, sin significados e incomprensibles. Ellos son los que me hacen actuar sin tener conocimiento de mi cuerpo, controlan mi cerebro, mis pensamientos, cada parte, cada musculo lo utilizan y me hacen creer que es un sueño, a veces solo es un juego otras son reales. Si pudiese los mataría pero viven dentro de mí. Cuando tenía cinco años involuntariamente causaron que me cortase intencionalmente con un cuchillo la palma de la mano. Desde entonces he aprendido a convivir con ellos hasta ahora que regresan y su fuerza es más grande.

Jueves 30 de septiembre de 2010. Al irme del vestíbulo y volver al dormitorio, encuentro a Marcelo sobre la cama leyendo el libro de poesías, tranco la puerta y me acerco a la ventana para distraer la mente. Me siento en mi rincón del dormitorio favorito (El muro de la ventana) mientras atentamente escucho lo que dice.

~ ¡Qué bello escribes! , ¿Este me lo dedicas a mí? ~ dice en tono dulzón y casi infantil.

~ ¿Qué?

Pero justo en ese instante lo oigo recitar un poema, el cual dice así:

 

BONITAMENTE ENAMORADA

 

Ese perfil griego de ese niño

Que mata con solo mirarlo;

Observar esa ternura y admirarlo.

 

El color de su cabello,

Inspira solo con tocarlo, acariciarlo

Y así enamorarlo.

 

Su personalidad es como la de un niño

Bonitamente inocente,

Sus ojos del color del mar y yo de él siempre

Me voy a enamorar.

 

~ Dame ese libro ~ le ordeno en tono mandón, quitándome de mi rincón favorito hasta llegar a la cama para quitárselo de las manos.

~ ¿Lo escribiste recientemente? ~ dice extendiendo el brazo para que no agarre el libro.

~ Marcelo no, esos poemas son cosas de niños, son cursis ~ digo sin darle importancia al tema ~ ¿Me lo das ahora?

~ No. Dime que hablaste con mi padre.

~ No te comportes como niño, dame el libro y listo ~ digo con desgana.

~ ¿Qué te dijo El Señor Frede…?

Esta conversación es infructuosa, no hay nada en ella que ayude a mi frustración. Debo decidir entre la muerte y la muerte. Porque la condena en la cárcel es una forma de morir también.

~ Nada importante Marcelo, no insistas más.

~ Ciara, conozco a mi padre y sé que te pidió algo. ¿Te exigió que terminaras conmigo? ~ dice preocupado.

¡Ja! No tienes ni la remota idea de lo que tu padre me pidió, lo menos que hizo fue pedirme que terminara contigo.

~ Eso fue lo menos que me exigió. ¡Y Ya! Tú no me respondes lo que te pregunto cuando quiero, así que no te voy a decir más.

No vale la pena decirte la verdad, está es mi decisión. Mejor dicho está es una decisión obligada y no existen alternativas.

~ Respóndeme, ¿quién era Manuel? ~ pregunto interrogante.

~ Un inútil.

~ Esa no es la respuesta que quiero, dime la verdad ¿quién era?, ¿por qué los traicionó?

~ ¿Si te lo digo me cuentas lo que hablaste con mi padre?

~ Puede ser ~ digo arrancándole el libro de las manos.

~ Me lo dirás en su momento.

Así termina la plática, el dormitorio recobra la serenidad al cerrar la ventana y duermo hasta muy adentrada la tarde, perdiendo la hora del almuerzo y la cena. Despierta y alerta como halcón, no por miedo sino por otro motivo. No quiero tropezarme con El Señor Frede… y ansío que su visita sea muy corta. Me ausento de la habitación para buscar un poco de agua a la cocina, no he hidratado en horas el cuerpo, necesito un poco de agua, sirvo un vaso de agua, después otro y cuando me preparo para tomármelo como por arte de magia aparece el señor Frede… sin poder ser oído.

~ Acompáñame por favor ~ dice sugerentemente.

Asiento y lo sigo, dejando a la mitad el vaso con agua encima del mesón de la cocina. La puerta de doble hoja que da al jardín se abre, recorremos el camino de piedra maciza en calma y como si él fuese mi padre y yo su hija.

~ Hola, Ciara

¿Me está saludando o juega conmigo? Me confunde.

~ Hola, señor ~ digo un tanto desconcertada.




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