La Novela de los Tres Años

Capítulo 10 La Traición

La tranquilidad no duraría toda la vida, esta noticia ha bombardeado las últimas esperanzas que tenía para seguir libre.

¡ES UNA CONDENA! ¡ME CONDENAN SIN JUZGARME!

Todo esto advierte una borrasca para poder acabar con Olivia García.

Me nublo, tapo mis emociones y la noticia no parece causar efecto en mí.

~ ¿En qué sitios me están buscando? ~ pregunto inexpresivamente.

~ No lo sé, pero tú cara esta por todos los medios; ellos no han dado noticia alguna de que te consideran una sospechosa a nadie que no sea de su entera confianza.

~ Entonces todavía puedo gozar de mi libertad ~ digo riéndome.

~ No es gracioso, no sé cómo puedes comportarte como niña cuando la policía y otros matones quieren atraparte ~ me amonesta y dejo de reír.

El día sigue con regularidad, cada uno desayuna y almuerza en sus correspondientes cuartos mientras Maritza todavía sigue desaparecida, casi parece un fantasma, ni su presencia es tangible, cuando está en la Mansión ni se ve, ni se oye. Esta noche prefiero acostarme más temprano que de costumbre, así que ya a las 18:00h me hallo dormida.

 

 

Mareada y un poco fatigada, me veo como si no estuviera adentro de mi cuerpo, recorro con la mirada y con atención todo lo que hago involuntariamente, hay veces que me tropiezo conmigo misma, sigo con minuciosidad que es lo que hace mi cuerpo, porque mi espíritu esta fuera de él, puedo tocarme, así que no soy un fantasma, siento mi piel. Cuando voy e intento tocar el cuerpo (que realiza acciones espontáneamente) no puedo, es como si espíritu y cuerpo fuesen dos imanes incapaces de estar juntos, esa es la sensación que me ata, cada vez que me acerco una fuerza evita que estemos juntos. Opto por seguir cada uno de sus movimientos: mi cuerpo va al closet, se viste completamente de negro, camisa manga larga negra y ajustada, leggins de cuero negro y las botas de tacón negras que llevo con frecuencia casi siempre, vestido con ese conjunto pareciera una sombra, el cabello rojo lo oculta tras una peluca rubia. Nunca antes me había visto con otro color de cabello, y ya sé por qué, parezco una muñeca plástica, una especie de Barbie, no me gusta, si en verdad pudiera controlar lo que hace mi cuerpo jamás habría usado tal atuendo. ¡Todo esto debe ser un sueño!

Continuo siguiendo el cuerpo que divaga entre el pasillo y las escaleras con extremada hostilidad. Marcelo se planta y sujeta la baranda de la escalera con una expresión de asombro en el rostro, diciendo: ¡¿Ves Ciara? pudiste disfrazarte como hace tiempo no lo hacías!

~ No juegues, esto lo hago porque tengo que hacerlo ~ responde el cuerpo, que habla con mi misma voz.

~ Deprisa, tenemos que irnos, nos queda una hora y algo de camino ~ responde Marcelo autoritariamente desde la puerta principal de la Mansión.

Veo cuando mi cuerpo antes de salir de la mansión coge un cuchillo de la cocina y lo oculta en una de sus botas, se monta en el automóvil en compañía de Marcelo y desaparece.

Pierdo la vista al desvanecerse caliginosamente toda mi visión, la recupero unos minutos después cuando me encuentro en la zona de Cantarrana, no me ubico muy bien donde con exactitud, tengo a Marcelo a mi lado acorralando contra la pared de una montaña a la que fue mi maestra (Olivia García) en la oscuridad de la noche, dejó la camioneta negra a mi espalda mientras avanzo hacia mi maestra, tengo conocimiento de lo que estoy haciendo pero no el control. Las venas del brazo de Marcelo brotan a medida que aprieta la garganta de mi maestra.

~ ¡Para! ~ grito involuntariamente para que pare su acción.

Disminuye su fuerza librando un poco a mi maestra, pero sin soltarla. Le pido que la tire en el suelo y él lo hace. Encima de su cuerpo saco el cuchillo de mi bota y empiezo a deslizarlo sutilmente por su rostro, cuello y brazos que están descubiertos; repito el mismo proceso pero esta vez lo clavo en su piel ligeramente y lo deslizo con lentitud, oigo sus apenas audibles gritos ahogados; el leve estrangulamiento que ha aplicado Marcelo fue eficaz para que su habla desapareciera en un setenta y cinco por ciento. Hasta el momento todo lo que ha ocurrido lo he hecho maquinalmente.

~ Maestra, usted si ha cambiado, como que ha sabido aprovechar su dinero, dígame ¿cuánto le costó esta operación de nariz, cuánto le costó arreglarse este bello cabello? ~ digo maliciosamente; y al pronunciar cada parte de su cuerpo deslizo y hundo más el cuchillo ~ ¿Tuvo que hacer muchas dietas o fueron muchas horas en el gimnasio para poder tener este cuerpo ahora? ¡No! No me lo diga, sé hizo una liposucción.

Soy consciente de que lo que he pronunciado ha sido premeditadamente. De verdad me asombra encontrar a mi maestra tan cambiada, es obvio que supo gastar su dinero en su cuerpo, pero ni siquiera con esas operaciones va a poder ser bonita, igual sigue siendo fea y ahora más que arruino su rostro con la fina hoja de un cuchillo.

~ ¿Por qué haces esto? ~ logra decir sin aliento cuando suena el primer cañonazo y maquinalmente le quito la pistola a Marcelo de las manos y disparo al corazón de mi maestra, suena el segundo y disparo a su cabeza.

~ Porque tú eras muy buena conmigo ~ digo sarcástica y lamentándolo hipócritamente.

Le he dejado el rostro y los brazos desfigurados; de las heridas brota sangre, finalizo su muerte clavando y profundizando cada herida de su cadáver con el cuchillo. El cadáver ha quedado con una expresión de horror en los ojos que quedan abiertos hasta que alguien encuentre el cuerpo y se los cierre.




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