La Novela de los Tres Años

Capítulo 12 6to Sentido, “Don” o Poder Oculto

Ha vuelto, he podido sentirla esta vez con más fuerza… ¿Cómo?...esa sensación existió, ahorita la viví, disfruté y recordé que esa fue la misma sensación que sentí al matar al mejor amigo del personaje de Santiago. ¿Estará muerta? ¿Qué he hecho? ¿Sólo debe ser mi imaginación que vuelve a jugar conmigo? O ¿Estaré loca?

Este acontecimiento ha hecho que el hambre me desaparezca, que olvidé que lo que escribí sucedió hace más de tres años, y reencarne la “Ciara “que existe en mí y de la que nunca podré huir; corro a la habitación donde paso el mayor tiempo metida y retumban fuertemente las voces y alucino estar en San Fernando de Apure, luego en un estadio, luego corriendo por unas calles a la luz de la luna completamente sola como si algo maligno me persiguiese, al llegar al cuarto cierro la puerta detrás de mi espalda rudamente y me arrojo al suelo sentada, tapándome los oídos, con los ojos cerrados, las piernas pegadas a mi pecho y meciéndome como una niña chiquita cuando sus padres pelean y no quiere oír la discusión. Duro en esa posición como diez minutos hasta que seguramente el que vigila todos mis movimientos y todas las cámaras del edificio se da cuenta de lo que ha pasado y se lo comunica a las enfermeras y a la encargada del psiquiátrico que llegan enseguida a mi habitación.

Tocan la puerta e intentan abrirla pero estoy tan pegada a ella que evito que irrumpan en la habitación.

~ Señorita, por favor déjenos entrar, solo queremos el bien para vos ~ escucho decir pero sin reconocer la voz.

~ Solo queremos ayudarla, por favor permítanos pasar ~ escucho decir creo que la encargada.

Un retumbante ¡TUN! ¡TUN!, me quito de la puerta y les facilito la entrada, invaden y al verme tirada en suelo, el enfermero que las acompaña, me levanta y coloca sobre la cama. Debo actuar como loca, debo fingir que soy una psicópata, que no puedo controlar lo que hago. Al principio empiezo con rascarme el cabello, mover la cabeza de un lado para otro en busca de algo, cabizbajo cabeceo, los miro, vuelvo a bajar la cabeza, me quedo quieta como paralizada y luego los miro, y les digo llevándome el índice a la boca: ¡CHIST! ¡CHIST!. Retomo mi actitud de loca psicótica, y quedo en mi inmutable estado de depresión inexpresivo.

No estoy segura si sigo en Venezuela, el paisaje se me hace irreconocible, puedo estar en otro país y sin saberlo, el castellano de los enfermeros y su forma de pronunciar es muy basto, a veces no entiendo lo que me dicen, pero hasta ahora es que pienso en que sea una posibilidad que este en otro país, ¿por qué mis padres me hubieran enviado a otro país?, no puede ser posible que esté fuera de Venezuela, aunque supongan que esté loca, con los antecedentes y las pruebas de culpabilidad que tengo no me dejarían salir del país; Así que debería seguir en Venezuela, pero ¿dónde? ¿En dónde estoy? No reconozco este sitio, nunca antes lo he visto y ¿cómo puedo saber dónde estoy?, nadie me diría donde se ubica este psiquiátrico, ni siquiera mis padres serían capaces de revelármelo.

 Toda mi historia debe haber finalizado, la prensa ya debe haberse aburrido de una niña asesina, de una niña loca o de una niña psicópata. Todo eso ya no debe existir, poco a poco mi historia quedará en el olvido y ese día renacerá la Ciara que existe en mi interior. En las noches cuando los somníferos no hacen efecto, trato de inventar una historia de lo que ha pasado en tres años, los tres años en los que mi mente ha estado ausente. Una historia que aunque invente nunca sabré con certeza si fue verdad o, cuando mi memoria se digne a mostrarme aunque sea fragmentos de imágenes de lo que viví en esos tres años, recordaré y sabré la única verdad.

Al día siguiente, escucho a los médicos (entre ellos la encargada del hospital y mi psiquiatra) discutir y debatir atrás de mi puerta antes de que entrasen para hablar conmigo.

~ La paciente Vanessa ha muerto inexplicablemente, los vigilantes que han visto cuando murió dicen que esa niñita no le hizo nada, tú mismo viste el video.

~ Yo claramente vi el video, pero su causa de muerte nadie la sabe, tal vez…

~ ¿No me vas a decir ahora que crees que es capaz de matar a alguien sin tocarlo, que tiene un poder sobrenatural? ~ interrumpiendo supongo que la encargada a mi psiquiatra.

~ No, nunca he creído eso, sólo que tal vez puede haber algo en el video que no hemos detallado.

~ ¿Qué dices?, si te refieres a una pistola o un cuchillo es imposible, el cuerpo de Vanessa no tenía una sola herida.

~ No es a eso lo que me refiero, pero olvídalo, vamos a entrar. El cuaderno que siempre lleva consigo debe contener algo muy importante, haz visto como se aferra a él.

No me pueden quitar el cuaderno, jamás se los daría. Mi psiquiatra tiene la razón, ese cuaderno contiene toda mi vida o por lo menos lo que les interesaría a ellos de mi vida. No me lo van a quitar, eso tengo que evitarlo. Justamente cuando termino de pensar, la puerta se abre de golpe, veo primero entrar a la encargada y a mi psiquiatra, luego a dos enfermeros: uno carga una bandeja y al ver más cerca la bandeja a medida que camina y se acerca hacia mí el enfermero que la sostiene, veo lo que hay en ella: tres inyectadoras de distintos tamaños con dos frasquitos pequeños con una sustancia, que lógicamente son para aplicármelas, cojo el cuaderno de la cama en la que estoy acostada al mismo tiempo en el que el primer enfermero (el que lleva la bandeja) la deja en una mesa y empieza a preparar una de las jeringas. Con el cuaderno a la mano salgo disparada hacia el baño, tranco la puerta asegurándola para que no entren, y me deslizo por ella hasta quedar en el suelo, la respiración se me empieza a entrecortar, las manos me tiemblan drásticamente y no sé qué hacer…




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