La novia de la mafia 2: Lazos de amor y sangre

7. Amor en cenizas

 El singular sonido del seguro de las armas al ser quitadas, fue lo que se pudo oír claramente debido a la oscuridad y el silencio que invadía la casa. Pero no había de que preocuparse, solo había sido un apagón, uno de los tantos que ocurren en estas épocas del año, aunque era de esperarse que en estos momentos, los nervios estuvieran a flor de piel.

– Chicos, esta bien, no tienen que alertarse con todo, solo fue un apagón, ya comenzó la tormenta y siempre se va la luz cuando la nevada es muy fuerte.

Ellos parecieron escucharme, pero solo guardaron sus armas después de rectificar que definitivamente había sido solo un apagón debido a la tormenta de nieve allá fuera. El invierno se estaba acercando y era algo muy común que las tormentas de nieve nos azotaran.

Yerik fue el primero en soltarse a reír ante la cómica situación, o tal vez por los nervios que le habían invadido al pensar que estábamos siendo atacados, pero había sido una falsa alarma. Después de unos minutos en los que nos buscamos entre la oscuridad, pude tomar la mano de Leander y entrelazarla con la mía, para que después finalmente la luz volviera a encenderse.

– Solo fue un apagón – suspiró Zev aliviado, guardando su arma detrás de su espalda, tal y como Leander lo había hecho, Yerik y Lukyan solo se limitaron a sentarse de nuevo en sus lugares, al igual que yo.

– Hay algo que debo decirles – comenzó a decir Zev una vez que todos estuvimos en la mesa, y antes de que comenzáramos a comer. Su semblante lucía decaído y sus manos se aferraban al mantel de la mesa con fiereza. Con disimulo voltee a mirar a Leander, buscando una explicación a lo que estaba pasando. Miles de ideas de lo que podía haber pasado surgieron en mi mente, y ninguna de ellas eran positivas.

Di un par de toquecitos en la pierna de Leander para que éste me volteara a ver, y simplemente asintió en respuesta un tanto decaído.

Zev ya lo sabía. Podía suponerlo por el ambiente que había entre ellos.

Un suspiro tembloroso se escapo de mis labios. Habíamos jurado guardar este secreto, creíamos que estábamos un paso mas adelante que nuestros enemigos, pero no era así, nunca lo fue, éste siempre nos superaba por dos pasos adelante de nosotros. No teníamos nada bajo control, ellos tenían todo en sus manos, y Mihail era el claro ejemplo de ello, era el enemigo que manteníamos en nuestra casa.

Zev contó todo a detalle, desde la nota que había llegado a su puerta hasta el contenido de ésta. Tanto Lukyan como Yerik se mantenían en silencio, estupefactos ante el secreto que había sido revelado; ninguno había dicho nada, se mantenían callados escuchando a Zev, notando la desesperación en la voz de su hermano. No importaba que él no fuera su hermano de sangre, podía intuir que verdaderamente les importaba mas lo que pasaría si todo los Ivanov y la organización harían si lo supieran, ellos se regían por leyes, por mandatos que debían de cumplir y que tenían que seguir al pie de la letra. La mafia no era un juego, y ellos lo sabían muy bien.

Después de que Zev termino de hablar, nadie dijo nada. Hubo un silencio en la mesa, todos sumidos en sus propios pensamientos, mientras trataban de ignorar aquel punzante dolor al desconocer lo que pasaría mañana.

– Rastsvietali yáblani i grushi (Florecían manzanos y perales)

La voz de Yerik parecía mezclarse con el viento, haciendo que su voz fuera un susurro cálido en nuestros oídos, logrando que todos lo miráramos con extrañeza ante la conocida canción que estaba entonando.

– Paplylí tumany nad riekói (flotaba neblina sobre el río) – cantaba en voz baja aquella canción que nos recordaba lo que había quedado en el pasado, los sufrimientos de aquellos soldados que murieron por Rusia.

Todos centramos nuestras miradas en el vaso de vodka de Zev que yacía vacío frente a Yerik, habíamos estado tan concentrados en escuchar a Zev, que no habíamos prestado atención a Yerik, quien había bebido de aquel vaso.

– ¡Y que importa que no seas de nuestra familia! – gritó sobresaltándonos a todos – Para mi y para todos, siempre serás nuestro hermano.

– Bien, Yerik, gracias, siéntate, solo tomaste un vaso y ya estas borracho – dijo Zev con una sonrisa, tomando a Yerik del brazo para hacer que éste se sentara, pero en lugar de hacerlo, camino dos pasos atrás para intentar bailar de acuerdo a la canción que balbuceaba.

– Vyjadila na biérig Katiusha (a la orilla salió Katiusha), Na vysokiy biérig, na krutói (a la alta, escarpada ribera) – siguió cantando mientras movía sus pies al unisono con la melodía, que por suerte no había tropezado aún. El aire melancólico había desaparecido gracias a él, habíamos sonreído nuevamente, dejando atrás las preocupaciones, tan solo por un día, o tan siquiera por una noche, estaría bien para nosotros disfrutar un poco, antes que sea hora de enfrentar el mañana.

– ¡Vamos! ¡Cantemos todos juntos! – agregó eufórico, jalo a Lukyan del brazo y lo hizo levantarse en el proceso, guiándolo hacia el centro de la sala mientras cantaba y lo incitaba a hacerlo él igual, haciendo lo mismo después con Zev y Leander.

– Nuestra novia también – afirmó extendiéndome su mano, la cual no dude en tomar. Me coloque a lado de Leander, quien tomo mi mano con fuerza para después balancearla de un lado a otro al ritmo de la canción.

Salió y comenzó a cantar

sobre el águila gris de la estepa,

sobre aquel a quien amaba,

sobre aquel cuyas cartas guardaba.

Nuestras miradas se cruzaron. Sus ojos azules destellaron mientras ambos susurrábamos aquella canción de nuestros antepasados.

Oh, canción, canción de la doncella,

vuela tras el luminoso Sol,

y al soldado en el lejano frente

de Katiusha llévale saludos.

Coloque mi mano en su mejilla, dando suaves caricias mientras mis ojos parecían seguir hipnotizados con los suyos.




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