La novia de la mafia

2. Después del caos

Afortunadamente, las lágrimas habían dejado de caer de su rostro y ahora yacía dormida en la parte trasera del auto, con su vestido blanco manchado con la sangre de aquel chico. Traía el rímel corrido debido a las lágrimas que no habían dejado de brotar de sus ojos. Aunque ahora se encontraba durmiendo, los rastros del amargo llanto que había derramado estaban ahí, en esas lágrimas secas que parecían tener aspecto oscuro debido al rímel negro en sus pestañas.

Baje del auto una vez que estacione la camioneta frente a lo que sería su nuevo hogar. Rodee el auto con pasos lentos hasta llegar hasta ella, abrí la puerta de la camioneta y la tome entre mis brazos, cuidando de que su cabeza no se golpeara contra la puerta de la camioneta al bajar. Logré sacarla sin problemas y camine con ella en mis brazos hacia el pequeño camino que dirigía hacia la gran mansión color beige frente a nosotros.

Hice un ademan con mi cabeza, indicándole a los dos guardias que esperaban frente a la mansión, que abrieran las puertas. Ellos acataron mi orden sin rechistar, abriendo paso para que yo entrara con la chica en mis brazos, con su velo de novia dejando un camino sobre la tierra con cada paso que daba.

Me adentré a la mansión, abriendo la puerta de la habitación que se encontraba a lado de la mía. La chica en mis brazos frunció el ceño como si estuviera a punto de despertar así que ante ese gesto, me apresure a entrar a la habitación y colocarla con delicadeza sobre la cama, ella pareció calmarse al sentir el contacto contra las suaves sábanas y volvió a respirar tranquilamente en señal de que ya había vuelto a dormirse.Suspire agotado por el cansado camino que tuve que recorrer. Cerré la puerta detrás de mi y me aseguré de cerrarla con llave, no quería, sucesos improvistos.

Baje las escaleras con suma tranquilidad, como si lo que hubiera pasado hace unos minutos no fue nada fuera de lo normal. Pero la realidad es que así era, dispararle a una persona a sangre fría nunca había sido nada fuera de lo cotidiano en lo que respecta a mi estilo de vida. Había aprendido combate cuerpo a cuerpo cuando tenía diez años, había aprendido a usar una daga cuando tenía doce, a disparar un arma a los trece y con tan solo catorce años ya era un amo respetado del bajo mundo.

La familia Ivanov era la mas respetada entre toda la mafia rusa. No solo dirigíamos esa organización entre las sombras, si no también dirigíamos una de las empresas mas influyentes de todo Moscú.

Éramos, y somos, desde generaciones pasadas, los amos y señores de toda Rusia, aunque a algunos políticos no quisieran aceptarlo. Los niveles en la mafia rusa se representaban con un emblema de algún animal de la vida silvestre, representando que nosotros no somos tan diferentes a ellos pero que mantenemos nuestra humanidad a la hora de acatar las órdenes del alto mando.

El alto mando Ruso consistían en políticos respetados y en jefes de las mafias mas respetadas de todos los distritos de Rusia. Lo que los identificaban a ellos, de entre todas las organizaciones, era que solo a estos jefes se les permitía portar el emblema del León.

El emblema de nuestra familia era el leopardo ya que es un cazador solitario, sigiloso e inteligente, tal como toda la familia Ivanov y su organización.

Nuestra palabra es ley para quienes la escuchan y nuestras decisiones son infalibles e incorruptibles. Nadie puede pasar por sobre nosotros, ni siquiera el mas bajo de todas las hormigas obreras de Rusia, ni siquiera el propio Erick Sallow podía pasar sobre nosotros y tratar de vernos la cara.

Al llegar al último escalón distingo la rubia cabellera de April, quien se encuentra sentada en uno de los sillones de cuero negro con las piernas cruzadas mientras mira fijamente a mi dirección. Cuando nuestros ojos se encuentran ella sonríe con coquetería. Camino hacia su dirección y ella se apresura a romper esa distancia que nos separa y se abalanza hacia mis brazos, colocando sus escuálidos brazos sobre mi cuello soltando risueñas risas.

– ¿A qué debo tu repentina visita? – inquirí reacio a su acción.

– Deja de hablar de manera tan formal Leander – gimoteo mi acompañante con un puchero en sus voluminosos labios rojos.

– Solo dime a que viniste y arreglemos esto lo mas pronto posible, quiero descansar tranquilamente – conteste deshaciéndome de su agarre. Camine hacia el sillón donde ella estaba sentada hace unos segundos y me deje caer en el para posteriormente quitarme los guantes negros que traía puesto.

April no se hizo esperar mas y se sentó sobre mis piernas mientras me sonreía con picardia, acomodando su vestido de leopardo que casi no le cubría sus largas piernas.

– ¿Para que cosa importante vendría a verte? – inquirió con seducción en su tono de voz. Propino suaves caricias en mi pecho, descendiendo de ahí lentamente hacia la parte baja mientras mordía sus labios seductora. Detuve su bronceada mano para después dejarla caer a mi lado en el sillón.

– Hoy no. No estoy de humor – musité al recordar el amargo momento vivido hace un par de horas.

– La trajiste aquí – afirmo April.

Negué con mi cabeza mientras pasaba mi lengua por el interior de mi mejilla. Podía negarlo las veces que me fueran posibles pero jamás podía borrar el hecho de que la había traído conmigo a la fuerza.

– Sabía que así sería. Lo sospeché desde el primer instante en el que vi esa mirada en tu rostro, esa mirada que a nadie mas le has dado – dijo con amargura, como si decir aquello le hubiera dolido en lo mas profundo de su corazón.

Yo jamás le di ilusiones a April, siempre fui claro con ella. De amigos sexuales, a nada, esa era la única relación entre ambos. Pero era obvio que April aceptaría cualquier cosa que yo le propusiera debido a su obsesión que había tenido hacia mi desde el primer momento en el que llego a la organización.

– April – dije entre dientes. – No puedes decirle esto a nadie.




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