El peculiar sonido del huevo frito en el sartén fue lo que irrumpió aquel silencio mortífero que invadía la casa. Me dedique a cocinar mientras bajaba constantemente la llama de la estufa para evitar que mis pensamientos me invadieran y el desayuno se quemara.
Me encontraba distraído. Distraído y frustrado.
Me frustraba el hecho de que no podía hacer que Yelen saliera de esa maldita habitación y no se dedicara a nada mas que llorar. Estos días que la había mantenido a mi lado, no había hecho otra cosa que no fuera llorarle.
Erick, Erick. Susurraba entre sueños y eso no hacía mas que incentivar la ira que yo tenía por aquel hombre.
Erick Sallow no se merecía tal devoción ni después de muerto.
Coloque el huevo frito en un plato color azul que había dejado sobre la isla de cocina. Ella había despreciado todos y cada uno de mis intentos por hacer que comiera algo, había repetido la misma mierda una y otra vez, no se cansaba de recordarme en la cara que yo había matado a su querido Erick – lo que no era verdad, pero que ella así lo creía –; no iba a decirlo, más bien, jamás planeaba decirle lo contrario, todo sería mejor si ella pensaba que Erick había muerto, esa era la única manera para que ella pueda mantenerse.
El estruendoso sonido de la alarma de la casa comenzó a sonar, haciendo que el chillido del aparato de seguridad inundara toda la casa. Giré uno de los botones del panel de control de la estufa para lograr apagarla e ir averiguar el motivo por el cual la alarma comenzó a sonar.
Nadie mas que April – quien una vez me había seguido a escondidas en el pasado – conocía la ubicación de esta casa.
Con pasos sigilosos me encamino hacia la puerta, tomo la pistola que había dejado sobre la mesita de vidrio de la sala y la coloco en la apertura del cinturón detrás de mi pantalón.
Los golpes en la puerta se incrementan conforme avanzó hacia ella. Al llegar al vestíbulo, miró por la pantalla digital que conecta con la cámara de seguridad que ésta afuera, lo primero que veo al mirar por ella, es el rostro furioso de Zev Ivanov.
Abrí la puerta lentamente provocando que ésta rechinara al contacto con el piso debajo de ella.
Cuando abrí la puerta por completo, no tuve ni siquiera el tiempo necesario de preguntar a mi hermano por su repentina visita ya que el impulsivo Zev Ivanov ya me había tomado del cuello de mi camisa haciéndome salir bruscamente de la casa a penas me vio abrir.
– Eres un idiota demente – susurró entre gruñidos. Apretó el agarre en mi camisa haciendo presión en ella para después propinarme un golpe en el abdomen que provoco que el aire se escapara de mis pulmones.
– Un completo idiota. Has perdido el juicio en estos días – siguió mascullando mirándome con furia. Sus ojos azules iguales a los míos, me miraban con recelo.
Zev alborotó su cabello tratando de controlar su impulsivo carácter mientras daba vueltas por el patio en clara señal de desesperación.
Yo tome aire constantemente en grandes bocanadas, tratando de regulizar mi respiración ante el golpe propinado por Zev. Cuando el aliento volvió a mi, miré con claridad a la persona detrás de Zev.
April.
Le dedique una mirada llena de rabia, ella se encogió en su lugar al verme.
– Ni te atrevas a verla de esa forma. Ella no dijo nada. ¿Creías que te llevarías a la prometida de los Sallow y nadie iba hablar de ello? ¿Siempre fuiste tan idiota?
Desvíe mi mirada de la de mi hermano. Si había algo o alguien quien fuera capaz de lograr doblegarme, ese sería Zev Ivanov. La única persona en toda Rusia que realmente se asimilaba a un león. Era fiero, despiadado, prepotente e impulsivo, en pocas palabras, era alguien de quien temer cuando esta molesto. Zev Ivanov era una bestia incontrolable.
– Lo siento – me disculpé en un susurró. Zev rió con sarcasmo.
– ¿Estas jodiéndome cierto? – rugió.
– Le disparaste a Erick Sallow y tomaste a su maldita prometida, ese no era el plan Leander, lo sabes muy bien.
Acorte los pasos que me separaban para ir hacia él aunque Zev desprendiera esa aura tan atemorizante, pero esta no era la primera vez que él se ponía de esa forma, de alguna manera, me había acostumbrado a sus ataques de ira y a sus golpes impulsivos después de años de vivir a su lado.
– El plan sigue en marcha – afirme al llegar a su lado. Zev no dijo nada, su mirada se tornó oscura y me miro con severidad, pero antes de que él pudiera decir algo mas, fue April quien se adelantó a hablar.
– No lo harás. Leander nunca podrá completar la misión porque se enamoro de esa mojigata – dijo con resentimiento. Los ojos marrones de April evitaban mirarme, sus manos temblaban ligeramente e intento ocultarlo al cerrarlos en puño. Ella temía mi reacción y con clara razón tenía que hacerlo.
– ¿Qué estas diciendo? – inquirió Zev desconcertado.
– Estupideces, ¿que más diría April? No estoy enamorado de esa chica.
– Bien. Entonces, ¿porqué no seguiste el plan? Esto no es un juego Leander, es una tarea, una misión que te fue encomendada por nuestro padre, ¿sabes lo molesto que se pondrá cuando los rumores lleguen a él y se enteré que no hiciste lo que él pidió?, ¿que sepa que pasaste a su orden y cambiaste las reglas del juego?. ¿Sabes lo que pasara entonces? No, no lo sabes – dijo con mofa mientras sacudía su cabeza de un lado a otro.
– Si lo supieras, no hubieras hecho tal idiotez. No solo va a castigarte por lo que hiciste, no te mataría, porque él jamás sería capaz de matar a su propia sangre, ¿pero sabes que es lo que si hará?, matara a esa chica frente a tus propios ojos. Si estas enamorado de ella o no, es algo que no me interesa en lo mas mínimo, eres mi hermano y no quiero cerrar mis ojos cuando ese hombre te ponga una mano encima.
Miré hacia un punto fijo hacia el horizonte. Zev siempre había sido de esa manera al ser el mayor de los cuatro, su instinto protector y el entorno de vida en el que fuimos criados fue lo que lo obligó a convertirse en la persona que ahora es.
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Editado: 21.04.2022