La novia de la mafia

8. Chispa

– Yelen, ven afuera – demando Leander abriendo la puerta de mi habitación después de haber tocado para anunciar su presencia.

Yo me limité asentir a su orden y él volvió a cerrar la puerta para dejarme a solas en mi habitación.

Cuando me coloque las botas largas de terciopelo color café claro que Leander me había traído, me apure a bajar las escaleras para ir a su encuentro.

Leander me esperaba fuera de la casa y parecía estar conversando con una persona que yo no podía ver con claridad. Cuanto mas me acercaba, podía comprobar que efectivamente estaba hablando con alguien, cosa que me hizo ponerme nerviosa pero que aún así salí a su encuentro con algo de desconfianza.

Al llegar a su lado, la persona con la que se encontraba me saludo con un asentimiento de cabeza que yo correspondí. Era un hombre de mediana edad con algunas canas entre su cabello azabache, tenía un prominente bigote que ocultaba sus labios pero que se extendía hacia arriba junto con su risueña sonrisa. A su lado había un imponente caballo que desprendía hermosura, era de color bayo con la cola y las patas de un color mas oscuro que él de su piel, aunque su crin era de tonos blancos.

– Él es el señor Dimitry – presentó con desgano Leander. – Y esa de ahí, es Duquesa – señalo a la bonita yegua que acompañaba al caballero. Duquesa era una yegua hermosa y parecía ser sumamente elegante al notar la posición de sus pies que concordaban con el señor Dimitry a su lado.

– ¿Qué significa esto? – pregunté aún absorta mirando a la encantadora yegua frente a mí.

– Estoy harto de que no salgas de la habitación, así que Duquesa es toda tuya.

Reí con mofa ante su comentario.

– ¿Sabes que puedo escapar en ella? – pregunté arqueando las cejas con una pizca de diversión.

– ¿Y tú crees que yo soy un idiota? Si tratas de escapar, el caballero Dimitry no dudara en dispararte – dijo con una sonrisa cínica en su rostro, mirándome con superioridad.

Rodé los ojos con molestia y camine hacia el caballo. Esto era justamente lo que yo deseaba, recorrer esas inmensas montañas cubiertas de nieve, era el suspiro que quería tomar para que todos esos cuestionamientos en mi cabeza llegaran a su fin. Aún me atormentaba el hecho de que los Ivanov me habían raptado con un propósito que estaba relacionado con la familia Sallow, pero que yo no tenía ni idea acerca de dicha disputa que los había llevado hasta estos extremos, y por esa razón, quería tener un respiro de todo esto, un momento intermediario que fuera lo mas relajante posible antes de que la tormenta se desatara.

– Bien. Vamos señor Dimitry – dije montando de un salto a Duquesa, como toda una experta mientras me aferraba a las riendas. El señor Dimitry montó el caballo color marrón a su lado y me siguió de cerca. Al menos podía fingir ser libre por un par de minutos.

Miré con furor por última vez hacia Leander y éste me sonrió socarrón. Me aleje lo suficiente de él como para solo contemplar su silueta que era proyectada por los rayos del sol a sus espaldas.

El clima no era tan frío en esta ocasión ya que nos encontrábamos en plena primavera y a pesar de que la nieve hacía presencia en todos los rincones de Rusia, los rayos solares podían darnos algo de su calor.

Sentir el aire frío llenar mis pulmones era algo refrescante, como si el viento me propinara dulces caricias haciendo que los malos ratos pasaran, dejando todo atrás y solo concentrarme en los elegantes trotes de Duquesa mientras que observaba el paisaje a mi alrededor. Los abedules eran el principal atractivo de todo el paisaje, no eran tan grandes para lucir imponentes pero tampoco eran tan pequeños, tenían las medidas exactas y le daban al panorama la vista espectacular que necesitaba.

– ¿Qué es este lugar exactamente? – pregunté a sabiendas que el señor Dimitry se encontraba a mis espaldas y podía escucharme con claridad. Jale las riendas de Duquesa, indicándole que se detuviera en lo que parecía ser una colina. Abajo de nosotros, habían mas árboles y un vasto camino cubierto de nieve.

– No puedo decirle, señorita.

Me voltee a mirar a Dimitry con una mueca en mis labios, éste me sonrió con compasión.

– No espero que me diga donde se encuentra este lugar, solo quiero saber porque no hay ninguna otra casa al rededor, si Leander me permitió salir de casa es porque él no temía que nos encontráramos con alguna otra persona.

Dimitry sonrió ante mi deducción. Su bigote se había alzado junto con su sonrisa mientras que las arrugas en sus ojos se extendían junto con ella.

– Así es señorita. No le puedo decirle con exactitud en que parte de Rusia nos encontramos, pero lo que si puedo decirle, es que todo este inmenso lugar no pertenece a la familia Ivanov, si no, a Leander Ivanov.

Mi quijada casi se cae al suelo al escucharlo. Decir que estaba sorprendida era mencionar poco, este lugar era enorme, la casa a nuestras espaldas lucía tan lejana y pequeña que podía jurar que ya nos encontrábamos a kilómetros de distancia de ella, pero que todo este terreno perteneciera a Leander, era un tanto difícil de creer.

– ¿Como? – balbuce sin poder comprender en su totalidad el asunto. Él no solo debía de tener millones de dólares a su disposición, si no billones para poder comprar todas estas hectáreas de tierra.

– El señor Leander no tuvo una infancia igual a la que algún otro niño de su edad, de hecho, ningún Ivanov la tuvo. Pero el señor Leander siempre fue alguien que se guardaba todo, nunca decía o reclamaba nada, al contrario de sus hermanos, los dos menores siempre se metían en problemas y el amo Zev siempre los defendía aunque eso significara ir en contra de su propio padre, pero Leander, el joven Leander siempre guardo todo para si con tal de proteger a sus hermanos, él fue el cerebro de la familia Ivanov, el chico que siempre hacía todo lo que su padre le ordenara sin cuestionar nada con tal de que Zev no se metiera en problemas. En uno de esos días de su adolescencia, cuando tuvo que madurar lo mas pronto posible sin disfrutar su niñez, las emociones comenzaban a querer desbordarse dentro suyo, fue ahí cuando compró estas tierras, este era su refugio que ningún Ivanov conoce. Supongo que esta situación volvió a repetirse – dijo mirándome con una sonrisa que reflejaba melancolía.




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