La novia de la mafia

9. Paradoja

 – ¿Como se llaman estas flores señor Dimitry?

– Son campánulas señorita – respondió Dimitry con voz apacible, mirando las rosas que poseían un color entre azul y violeta con sus pétalos mirando hacia abajo formando una campana.

Fuera de la pequeña mansión, a unos cuantos metros de ahí, había lo que parecía ser un viejo invernadero. Las plantas en su interior parecían estar comenzando a marchitarse debido a que no habían tenido los cuidados necesarios.

Cuando yo tenía diez años, había desarrollado un inmenso amor e interés hacia las plantas, la señora Meldi tenía cientos de flores en su jardín y la idea de saber mas de ellas me había incitado a largas noches de lectura a libros botánicos que después que fueron descubiertos en mi habitación, no los volví a ver jamás, la señora Meldi siempre decía que yo solo debía de pensar en Erick y las cosas que a mi me interesaban podían esperar para después de casarme, mi madre siempre se había mantenido en silencio y yo como el cordero sumiso que era, nunca dije lo contrario.

– ¿Qué podemos hacer para que vuelva a ser como antes? – inquirí curiosa. El peculiar bigote del señor Dimitry se alzó hacia arriba debido a la enorme sonrisa de labios cerrados que había surcado su rostro.

– Necesitaremos mucho mas que solo fertilizante – afirmó mirando a nuestro alrededor.

A pesar de que yo poseía leves conocimientos acerca del cuidado de las flores, podía asegurar lo mismo que el señor Dimitry, para volver este invernadero a lo que era, debía de tener mas que simplemente fertilizante para hacer que éstas crecieran nuevamente. El pequeño invernadero no estaba tan sucio ni abandonado, por fuera estaba rodeado por algunas enredaderas que le daban ese aspecto de estar descuidado, pero por dentro, no estaba del todo hecho un desastre; las flores se mantenían dentro de sus macetas en los estantes que parecían ser de vidrio y las plantas seguían firmes en el lugar donde había tierra negra que era especial para su crecimiento.

– Si le dice al señor Leander, estoy seguro que él le dará lo necesario.

El comentario del señor Dimitry era sincero, él podía suponer que si yo lo pedía, entonces Leander me lo daría, pero en esta ocasión ya no estaba muy segura de ello.

Habíamos regresado al inicio. Habíamos vuelvo a aquel día en el que me trajo a esta casa con mi vestido de novia cubierto por la sangre del que sería mi esposo.

Leander parecía extremadamente distante en estos momentos, no era la misma distancia de aquella vez, en esta ocasión parecía una verdadera tarea difícil acercarse a él. Emitía un aura tan intimidante que para un corderito como yo, me era muy difícil acercarme sin dejar de temblar de miedo. Él había dejado todo claro aquel día, no quería que hubiera ningún tipo de relación entre nosotros y yo fui la única estúpida que pensó en una idea tan tonta como esa, ¿qué podríamos llegar a ser Leander y yo? Porque ser los mejores amigos realmente no era una posibilidad. El pensar en algo como hacer las paces con el enemigo solo afirmaba lo ingenua que yo podía llegar a ser, solo con unas cuantas acciones “amables” de su parte yo ya había caído como una tonta ingenua a sus pies. Mi mente no podía procesar la idea de que él era un Ivanov, y quizá realmente era tan sanguinario como lo era su padre.

Leander había puesto las cartas sobre la mesa aquel día, dijo que no cruzara esa línea entre nosotros y yo siendo una total ilusa había querido creer en él sin tener una razón aparente. Esa idea solo surco en mi mente de la nada, como si siempre hubiese estado ahí pero al mismo tiempo había sido cubierto por aquel odio que sentía al supuesto asesino de Erick. Yo realmente era, y soy, tan ilusa pensando que solo por sus bonitas palabras cubiertas de amabilidad podía confiar en él y terminar aquel conflicto del que no sabía nada, solo con el poder de la diplomacia.

Ya es hora de que bajes de esa nube de ingenuidad Yelen. Me dije a mi misma, ya que el mundo real no era tan bueno como me lo habían hecho creer. Me habían criado sobre una burbuja de inocencia que fue rota ante el primer disparo de una de sus balas.

– ¿Señorita?

La voz ofuscada de Dimitry al llamarme me trajo devuelta de ese mundo de pensamientos donde me había sumido.

– Estoy bien, yo hablare con Leander.

El señor Dimitry asintió y camino detrás de mi como un soldado fiel cuando me di media vuelta para salir del invernadero.

Juntos caminamos hacia la casa con pasos lentos por la cubierta de nieve mañanera que había en el suelo a pesar de estar en plena primavera, dejando las marcas de nuestros zapatos sobre la nieve. Al estar frente a la casa, había un coche negro polarizado que no había visto antes y que por ende, no se trataba del auto del señor Dimitry.

Leander salió de la casa sosteniendo un portafolio en su mano derecha y una tostada cubierta de mermelada de fresa en la otra. Nos vio a ambos llegar a la casa y nos miró con indiferencia.

– Señor Dimitry debe quedarse hoy, tengo un trabajo urgente que atender y Yelen no debe de estar sola.

Preferí guardar silencio ante su orden y adentrarme a la casa haciendo caso omiso a su presencia y a las indicaciones que le estaba dando a Dimitry. Realmente parecía haberme creído el hecho de que estaba en unas repentinas vacaciones con un desconocido como si estuviera en una especie de reality show, ya que ahora que lo escuchaba hablar de esa manera, me había quedado claro que yo no era nada mas que una simple prisionera para él y los pensamientos dentro de mi cabeza me enfurecían aún mas.

¿Porque debería importarme tanto lo que yo significaba para él?

Leander Ivanov era una persona fría, cauta e indiferente. Siempre hablaba de manera formal y seria, carecía de cualquier emoción mas que esos repentinos impulsos por enfadarse conmigo cuando hablaba de Erick o trataba de hacerme algún daño a mi misma, fuera de eso, no había nada que no lo diferenciara a un robot. La manera en la que actuaba siempre era con precaución, sus movimientos eran concisos y elegantes, desbordaba ese aura intimidante de la cual con el pasar de los días había estado ausente, pero que ahora había vuelto, como si hubiera alzado un muro invisible que era mucho mas fuerte que él que tenía antes. En pocas palabras, Leander Ivanov era una fortaleza irrompible que no permitía el paso de ninguna otra persona que no fuera él y cuando intentabas acercarte mas de la cuenta, simplemente levantaba un muro mas inquebrantable que él que ya tenía.




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