Bostece mientras estiraba mis brazos tras mi espalda para después quedarme sentada en la cama aún sin quitarme la sabana del regazo y con la mirada perdida viendo fijamente a la nada. Las palabras de Leander parecían un sueño, el cual se repetía constantemente en mis pensamientos sin lograr encontrar alguna razón lógica a ello. Él simplemente había dicho: "todo lo que yo haga, siempre es por Yelen Zatova", con esa voz tan varonil que tiene y no había causado mas que un desastre dentro de mi mente.
Inexplicablemente, ayer mi corazón no paro de latir como loco después de sus palabras y no se tranquilizo hasta que me quede profundamente dormida. Ahora no era muy diferente al día de ayer, mi corazón aún se encontraba agitado nada mas desperté y vino a mi mente la idea de que Leander se encontraba en la habitación de enfrente. Por dios. Hemos estado uno enfrente del otro desde que llegue a este lugar y esta era la primera vez que me encontraba inexplicablemente nerviosa. Mi estomago parecía contraerse con la simple idea de verlo frente a mi de nuevo, todos mis órganos parecían estar de fiesta allá adentro ya que esa sensación de revoloteo no se iba.
Suspire sonoramente para tratar de tranquilizarme.
Solo es Leander. Me repetía ensimismada para tratar de disipar esos pensamientos. Esta vez no tenía ninguna excusa para odiarlo, pero eso tampoco significaba que tendría alguna razón para hacer lo contrario. Y con esa idea en mente, salí de mi habitación con todo el valor que pude reunir en mi, para después volverme a mi habitación al notar que no me había quitado el pijama con el que había dormido.
Cuando ya estuve lista y mi corazón pudo tranquilizarse, salí de la habitación encontrándome repentinamente con Leander quien estaba parado frente a la puerta, con su mano suspendida en el aire y sus ojos azules mirándome con sorpresa por mi repentina acción.
– Umh.. – aclaró su garganta un par de veces y se aflojo ligeramente la corbata color azul cielo de su cuello.
– Dijiste que necesitabas algunas cosas de jardinería.
Asentí a su comentario.
– Eh.. Yo, iba a decirte que fueras conmigo.
Mis ojos se agrandaron ante su inesperada petición. ¿Él, planeaba llevarme de vuelta a la ciudad?
Estuve a punto de preguntar acerca de ello pero Leander se adelanto para explicarme:
– No estamos cerca de Moscú y yo pensé que necesitarías estar un rato lejos de este lugar.
Pase saliva con dificultad y mis manos temblaron con nerviosismo, no tanto porque saldría por primera vez en días, si no por tener que salir junto a Leander. Desde ayer me convertí en un manojo de nervios que no podía ver fijamente a Leander Ivanov sin convertirme en una gelatina humana, todo mi cuerpo temblaba con solo ver esos ojos azules y su brillo característico, eso es lo que el mundo entero le llama: atracción, y Leander Ivanov irradiaba atracción con su simple presencia. Y debido a lo revoloteado que se encontraban mis pensamientos, no pude buscar el mensaje oculto detrás de su repentina petición, cuando antes solía sospechar de cada acción que Leander hacía.
– Umh. Claro – respondí sosamente.
Leander se dio media vuelta en su lugar y camino hacia las escaleras, yo lo seguí de cerca con pasos rápidos ya que Leander solía caminar muy apresuradamente y me era algo difícil poder seguir sus pasos.
Esta no era la primera vez que viajaba en coche, pero se sentía como si fuera la primera en años, aunque sonara exagerado, yo lo sentía de esa manera.
Leander manejaba con precaución, se detenía cuando el semáforo cambiaba a rojo y le daba el paso a algunos peatones que esperaban cruzar hacia la otra calle. Su forma de manejar era disciplinada, algo que era muy característico de él, no aceleraba de mas y tampoco iba demasiado lento, pero a pesar de ello, no podía evitar sentirme demasiado ansiosa.
Esta era mi oportunidad.
Leander había bajado su guardia desde el momento en el que dijo que me traería consigo y esta era la oportunidad perfecta para poder escaparme de entre sus manos. Podría fingir acompañarlo y ante la primera señal para poder escapar, entonces correr lo mas rápido posible y suplicar por ayuda en el trayecto. Eso es algo que cualquier persona en mi situación haría, pero en estos momentos, me sentía ridículamente tonta por desechar ese plan tan pronto surco mi mente.
¿Esto es lo que la gente llamaba síndrome de estocolmo?
Leander estaciono el auto frente a un pequeño local donde habían cientos de flores y productos para plantas. Por lo que podía observar, nos encontrábamos fuera de Moscú, en lo que parece ser un pequeño pueblo que no lograba saber su nombre ni su localización con tan solo verlo, el estilo de las casas no era tan distinto al que se suele ver en Rusia, así que por eso podía asegurar que seguíamos en el país. El pueblo estaba lejos de la cabaña, muy lejos a decir verdad, al menos para planear en correr hasta aquí, tendrías que pensarlo dos veces.
A penas salimos del auto, una dulce señora de cabellos plateados nos recibió con una sonrisa amable en su rostro lleno de arrugas.
– ¿En qué puedo ayudarlos? – inquirió con voz suave como el terciopelo, se acomodo sus lentes cuadrados y se acercó hacia nosotros que parecíamos ser sus primeros clientes.
– Necesito estos materiales – dije entregándole la hoja blanca de rayas donde el señor Dimitry hizo la lista de lo necesario para el invernadero, lo cual consistía en: kits de riego, pulverizadores, guantes, azadilla de lanza, entre otros materiales para el cuidado de las plantas.
La amable anciana tomo la nota de entre mis manos y se adentro al local entre el pasadillo repleto de flores, yo hice ademán de seguirla pero recordé que no me encontraba sola, me giré hacia Leander y éste me incito a seguir con un asentimiento de cabeza, estaba recargado en el auto mientras miraba hacia mi dirección con desinterés.
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Editado: 21.04.2022