La novia de la mafia

13. Tatuaje

 Leander se había quedado dormido hace unos minutos después de haber contado todo lo que sabía. No es que desconfiara de él, si no que la “verdad” que él había contado no parecía tan real a mi parecer. Erick no era esa clase de persona, él no era el tipo de chico que sería capaz de matar a una persona, pero si era el tipo de hombre que es capaz de dar todo por causa de su familia. 

El rompecabezas dentro de mi mente había conseguido una nueva pieza y esa pieza era Lenin Sallow, porque si había un Sallow capaz de hacer algo como eso, ese sería él, porque yo lo había notado, días antes de la boda Lenin lucía temeroso y ansioso, se exaltaba con facilidad y parecía mas susceptible que de costumbre, pero a pesar de ello, pensar en algo como un asesinato parecía incluso mas difícil que procesar que cualquier otro asunto que me hubiera imaginado.

Exprimí el paño blanco que había colocado hace unos segundos en la frente de Leander, tenía un poco de temperatura que yo suponía que era a causa del sobre esfuerzo que había hecho al trabajar sin descanso los últimos días.

Volví a repetir la acción de humedecer el paño y exprimirlo para después colocarlo en su frente, mirando su leve respiración que hacía su pecho ascender y descender en un movimiento repetitivo, fueron los golpes de la puerta los que me incitaron a dejar de repetir dicha acción que había estado realizando desde que note su repentina fiebre.

Me levanté con la intención de ser lo mas silenciosa posible para no despertarlo, él ya había hecho suficiente por mi, hasta llegar al punto de dejarse ser golpeado por su propio padre y aceptar las consecuencias que no le correspondían.

– Soy Zev, abre la puerta.

No tenía intención de abrir la puerta, pero escuchar el nombre del hermano de Leander fue un suspiro de alivio a mi alertado sistema. Habían pasado tantas cosas en estas últimas horas que la idea de que los problemas nunca acabaran, me tenía con los nervios de punta.

Subí los escalones que llevaban hacia la puerta y la abrí con mucho cuidado para evitar hacer ruido. Al abrir, lo primero que logré ver fueron unos fieros ojos azules mas oscuros que los de Leander, un rostro varonil e intimidante que gritaban peligro debido a sus cejas fruncidas y esa expresión de autoridad que demandaba su simple presencia. Trague saliva con dificultad ante su escudriño y baje los escalones para que él pudiera entrar, ya que en las escaleras solo había paso para una persona.

El mayor de los Ivanov se adentro a la casa, observando fijamente a su hermano postrado en el sofá a lo que yo me apresuré a hincarme nuevamente a su lado y volver a la tarea de cambiar el paño de su frente.

Un bufido carismático salió de los labios de Zev.

– Ya había visto esta escena antes – murmuró divertido.

– Tiene temperatura – informé aún cohibida por su inquietante presencia.

Él asintió comenzando acercarse a su hermano y yo instintivamente me aparte para dejarle espacio. Zev se hincó a su lado, observando con dolor a su hermano menor para después fruncir su ceño al mirar algo en específico en su mano derecha que yacía colgando del sillón, a lo que yo dirigí mi mirada con curiosidad de saber lo que él estaba mirando con tanta concentración.

Calaveras.

Leander tenía unos tatuajes de calaveras en cada uno de sus dedos, algo que yo no había notado antes y que al parecer Zev tampoco.

Todos en Rusia sabían perfectamente lo que un tatuaje significaba, y si una persona tenía calaveras tatuadas en su nudillos eran señal de cada persona que ésta había asesinado. Los tatuajes eran las claves de la mafia rusa, las que definían tu estatus, así como también tus crímenes cometidos. Pero no podía ser eso, Leander no parecía ser un mercenario de la mafia. Y mientras veía fijamente la tinta negra en su mano, un recuerdo pasado llegó a mi mente, hace años atrás, los Ivanov habían sido acusados por fraude empresarial, pero habían sido declarados inocentes por faltas de pruebas. Quería reírme de este asunto en este preciso momento, porque las facetas de Leander Ivanov parecían ser interminables y cuanto mas me adentraba a su vida, descubría que tratar de saber mas de él solo indicaba peligro, como aquellas bardas de un bosque que dicen: prohibido el paso, porque si te atreves a indagar en ellos, no encontraras nada mas que peligros envueltos de mentiras.

Pero a cambio de mi que me encontraba estupefacta y serena en mi lugar, Zev Ivanov comenzó a reír con histeria mientras se pasaba la mano por su cabello repetidas veces, para después pararse y patear la mesa de madera frente a nosotros, causando que el vaso de vidrio que había dejado hace unos instantes en ésta, aterrizara en el suelo haciéndose pedazos ante el impacto.

Leander parpadeo confundido mientras se despertaba debido al ruido ocasionado, pero antes de que pudiera pedir una explicación, Zev ya lo tenía agarrado por los hombros con furia.

– ¿Qué putas significa eso? – inquirió con ímpetu. Leander parecía confundido por causa de la somnolencia que aún no se iba, y la fiebre que tenía en estos momentos.

– ¿De qué estas hablando?

– Los tatuajes, ¿qué mierda fue lo que hiciste?

Leander bajó su mirada hacia sus manos, y suspiro pesadamente al comprobar que el maquillaje en ellos había desaparecido, miró a su hermano desafiante y entre quejidos dolorosos lo aparto de su lado.

– No hay nada que explicar, ya los vistes.

Y esa vaga respuesta por parte de Leander, fue la gota que había derramado el vaso. Zev se enderezó furioso, camino en círculos por la habitación como un león enjaulado, para finalmente arrojar el pequeño buró que había en la sala para tratar de calmar su ira, sus puños se encontraban cerrados y su respiración era acelerada, estaba tratando de controlarse, podía saberlo por el hecho de que trataba de desquitar su ira con los objetos, en lugar de con Leander.

Cuando se tranquilizó, se giró a mirar a su hermano con los ojos cristalizados.




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