– ¿Erick?
Ver su rostro nuevamente trajo consigo miles de recuerdos y sentimientos que no podía ni siquiera describir. Las emociones y los eventos ocurridos hace a penas unas semanas, hicieron eco dentro de mi mente, recordando cada instante de aquel desafortunado día en la iglesia y sin pensarlo, ese doloroso recuerdo suplanto todos aquellos momentos alegres que pase a su lado, en lo único que podía pensar al ver su rostro, era en ese día, era en su sangre derramada en las baldosas de la iglesia, ese líquido rojizo que parecía brillar ante los rayos solares que provenían de las ventanas y hacer la escena más tétrica que nunca y al mismo tiempo, hacerla inolvidable. Creí que lo había perdido, creí que Leander lo había matado, pero realmente fue Leander quien lo salvó, a él, a mí, a ambos, y lo sigue haciendo. Él incluso confrontó a su padre por nosotros, no, por mí, él lo hizo por mí.
– Yelen. Vamos.
Erick me tomó del brazo, y a pesar de poder sentir el agarre de su tibia mano en mi piel, no pude reaccionar. Me quedé congelada en mi lugar, recordando las palabras de Leander, escuchando su voz relatando aquella verdad que le habían dicho y de la que yo no creía. Pero al tenerlo en frente solo podía pensar en una sola cosa: él me había vendido. Yo realmente había sido el cordero para el sacrificio, porque a pesar de saber lo que pasaría, aún así decidió poner en riesgo mi vida para salvar la de su hermano. Él había confiado en Leander, en un desconocido, en un Ivanov, si no hubiese sido Leander a quien acudió por ayuda, entonces yo hubiera muerto ese día y ningún Sallow lloraría mi perdida, solo mi madre, ella era la única que lloraría en mi ausencia y volvería a tener un manto negro sobre su cabeza, y esta vez, nunca se lo quitaría.
Erick volvió a tirar de mi brazo para hacerme salir de la casa, pero me resistí, sin poder zafarme de su agarre. Sentí la presencia de Leander a mis espaldas, pero él tampoco dijo nada ante la repentina aparición de Erick, él sabía que algún día vendría.
– Yelen – susurró Erick. Mirándome suplicante, para que reaccionara o quizá era para que decidiera irme con él, pero mi mundo ya había carecido de sentido por causa de su familia, les había entregado mi vida, pero no sabía que ellos no estaban entrenando a una novia, si no a un sacrificio.
– No – mascullé para después soltarme de su agarre.
– Yelen. Vamos, te lo explicaré todo, primero debo sacarte de aquí, por favor.
Estaba dispuesta a negarme nuevamente, pero el click del seguro de una pistola nos desconcertó a ambos. Erick se enderezó con cuidado, mirando de reojo detrás de él, yo seguí su mirada hasta sus espaldas, encontrándome con un par de ojos de tono azul claro que parecían mucho mas maliciosos que los de Leander; su cabello consistía en un corte varonil de los que suelen verse a menudo, corto a los lados y con un mechón de rulos que le caían en la frente, era casi el mismo corte que tenía Leander, pero contrario a él, el chico que apuntaba a Erick con su arma, tenía el cabello rizado y no lacio como Leander y Zev; sus cejas eran igualmente tupidas como ambos hermanos, pero éstas tenían dos rayas en la ceja izquierda, sus facciones eran parecidas, pero el chico era menos alto que los hermanos Ivanov y se veía mucho mas joven que ellos, de unos dieciocho años tal vez, pero esa sonrisa de autosuficiencia que colgaba de sus labios, me hacía imaginar que él también era uno de ellos.
– Si el corderito dijo que no, entonces no debes de seguir insistiendo – dijo con mofa.
– Yerik, dejate de juegos.
El chico llamado Yerik sonrió a su hermano y bajo el arma con la cual apuntaba a la nuca de Erick, para después alejarse de él con las manos en alto en señal de rendición. Me miró y su sonrisa se ensancho.
– Yerik Ivanov, a sus servicios, my lady.
Hizo una burlona reverencia mientras sus ojos se iluminaban al verme, Leander no tardó en pararse frente a mi, cubriéndome de la mordaz mirada de su hermano menor.
– ¿Qué haces aquí?
– Pasaba por aquí y quise conocer al cordero mas hablado de toda la nación.
Sonrió nuevamente a mi dirección. A pesar de lo inquietante que era su sonrisa y su pedante personalidad, no habían malas intenciones en su mirada, era un chico, un niño a penas de dieciocho años, pero parecía mas maduro que yo, que fui cubierta de una venda de inocencia desde mi niñez. Ellos habían visto y hecho cosas peores que yo nunca en la vida había presenciado, ellos habían contemplado la maldad y la crueldad humana, habían vivido en ese mundo tan diferente del mío, aquel mundo donde la humanidad de cae en pedazos por sus ambiciones y pelean unos a otros solo por obtener ese poder en sus manos.
– Yelen, solo permíteme explicarme.
Erick me miraba suplicante. En la espera a que yo dijera que sí y aceptara hablar con él, y así lo haría, porque Erick era mi amigo, mi hermano, y tenía esa esperanza que sus palabras fueran como yo las había imaginado, quería creer en él, porque tenía esa vaga ilusión que él no pertenecía a esa clase de personas cegadas por el poder.
Asentí un par de veces y como si quisiera pedir permiso, me giré hacia Leander, quien simplemente asintió hacia mi. Le dediqué una sonrisa sutil que él correspondió y cerró la puerta detrás de si después de haber hecho entrar a su hermano. Erick y yo caminamos unos pasos lejos de la casa oculta entre una pequeña montaña de pasto, para después sentarnos en el.
– ¿Fue Lennin? – pregunté directa. Sin andar con rodeos, no quería una disculpa de su parte, solo quería la verdad.
Erick suspiró con melancolía y asintió avergonzado, mirando fijamente el pasto sobre nosotros sin atreverse a mirarme.
– Sabes que un hermano mayor daría todo por salvar a su pequeño hermano que se desvío del camino – Erick sonrió tristemente.
– Supongo que Leander te contó lo que sabe.
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Editado: 21.04.2022