La novia de la mafia

18. A mi lado

 Escuchar el sonido de las sirenas de la policía tan cerca de nosotros, fue algo desconcertante.

Me giré hacia Lukyan quien miraba hacia la misma dirección que yo, pero él ni siquiera se alarmo por el hecho de que dos autos de policía se habían estacionado frente a nosotros.

– Están de nuestro lado – susurró para tranquilizarme. Tal vez este era el magnífico plan del cual habían hablado, y el hecho de que la policía estuviera involucrada me tranquilizaba en sobremanera, al menos no habría ninguna discusión mas grave de lo que pudiera imaginarme.

– Oficial Koslov – saludó Lukyan al hombre de traje azul marino con corbata a cuadros quien venía a nuestra dirección con expresión de fingida modestia, mientras que su prominente bigote blanquecino se alzaba a la vez que sonreía.

El oficial Koslov simplemente asintió ante el saludo de Lukyan y paso directamente hacia el interior siendo seguido por un escuadrón de policías que lo seguían a pasos lentos y con sus armas en alto, siendo consumidos rápidamente por el pasillo oscurecido dejando solo el eco que causaban sus pasos al pisar el suelo. Después de ellos, un auto negro se estaciono justo detrás de sus autos y una mujer vestida de con un traje de leopardo y gabardina de piel color negra, se bajo de el.

Con solo mirar su característico atuendo era suficiente para saber de quien se trataba. Era la mujer de la otra vez, la que estaba a lado del señor Ivanov, pero esta vez parecía diferente, había algo en ella que ya no era igual a la mujer que se escondía detrás de su prominente esposo, ahora ella lucía confiada de si misma y con aspecto mas imponente que el de Sergei Ivanov, como si con la media sonrisa de labios rojos que poseía fuera capaz de decirle a todo mundo que ella había ganado.

– Ella es…

Antes de que pudiera formular la oración, Lukyan respondió por mi:

– Agnes Ivanov, el eslabón clave por la que esta pelea por fin llegue a su fin.

O tal vez sea el indicativo de que esto a penas comienza. Pensé, pero preferí guardar esos pensamientos conspirativos para mi, ya que no sería buena idea comenzar a divagar en un momento tan crucial como este.

– Debes de ponerte a salvo, no sabemos si mi padre intentara algo, aunque realmente lo dudo – dijo lo último en un susurro.

Yerik señaló el auto de policía que nos esperaba en la entrada, con la puerta trasera abierta en la espera de que yo entrara mientras que el conductor tenía la vista fija enfrente, ignorando todo lo que pasaba a su alrededor.

– Él ira contigo.

Erick se encamino hacia el auto, ausente de lo que pasaba a su alrededor y solo obedeciendo la orden para poder irse lejos de aquí. Podía entenderlo, bueno, una parte de mi entendía lo que él estaba sintiendo en estos momentos, esto era una experiencia que nunca habíamos planeado enfrentar, tal vez ahora aquellas montañas rusas del disneyland donde ansiábamos ir lucían menos indefensas que nuestra situación actual.

– Vamos, entra corderito.

Me di la vuelta hacia el pasillo oscurecido donde había partido Leander anteriormente, pensando en mil y cien cosas a la vez de las cuales aún no podía procesar del todo. No quería irme, porque si lo hacía, ¿entonces que pasaría después?, ¿Quién cuidaría de Duquesa si yo no estaba?, ¿Quien cuidaría de los Agapantos del jardín? Aunque ni siquiera sabía si estos habían podido florecer ante el clima tan frío y la tierra que no estaba tan fértil para asegurar su florecimiento.

– Yelen. Debes volver a casa. No hay nada que puedas hacer quedándote aquí.

Pero yo quería quedarme.

 

 

 

 

 

 

Leander.

Desde la primera vez que vi su fotografía, supe que no sería sencillo olvidar aquella inocencia que desbordaba su simple mirada, incluso ahora, creo que sería imposible para mi olvidarla. Sería imposible tener que decir adiós, pero ya no había nada que pudiera hacer para tenerla entre mis manos mas tiempo.

Siempre lo supe, que cuando esto terminara eventualmente ella tendría que irse, porque nuestros estilos de vida eran tan diferentes y ella no pertenecía al mismo mundo donde yo me había crecido. Porque este lugar devora hasta el mas mínimo rastro de luz.

Esto era lo correcto. Desde un inicio había renunciado a acabar con su vida, así que con eso era suficiente.

No debía de ambicionar nada mas que eso.

No debía de desear que se quedara a mi lado cuando realmente no hice mas que traerla a mi lado en contra de su voluntad.

Todos mis pensamientos se esfumaron al contemplar su femenina figura parada en la entrada. Después del oscuro pasillo por donde caminaba, ella estaba al final, como la luz que encuentras al final del túnel.

– Yelen, ¿porqué no fuiste a casa? – pregunté al llegar a ella.

– Porque quería quedarme – respondió con simpleza, encogiéndose de hombros con una media sonrisa en sus finos labios color durazno y un ligero rubor en sus mejillas.

No podía no mirarla, ni siquiera podía decirle que debía irse porque no quería. 

Porque yo no quería que se fuera.

– Quiero quedarme – recitó aquellas palabras que solamente había escuchado en aquellos sueños que me invadían en las noches después de haber visto su fotografía, después de pasar días enteros deseando que sus ojos me miraran solo a mi, que aquel dulce sonido del piano tocara para mi, que sus delicadas manos prepararan esos postres para mi y no para él, pero esos deseos debían de parar ahí, porque no debía de seguir esas ambiciones, ya que lo que sentía por ella rozaba con aquella línea de la obsesión que no quería cruzar. Porque la sangre Ivanov corre por mis venas y ellos son los peores monstruos que pueden existir en la tierra. Mi padre lo hizo con Agnes y yo no quería hacerle lo mismo a ella. No quería que la historia se repitiera una vez mas y lanzarla al abismo que ahora mismo consumía a Agnes Ivanov.




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