La novia de la mafia

20. Darkens

Darkens era mas o menos lo que me había imaginado.

Un gran salón en los bajos suburbios de Moscú, donde la noche seguía su curso y la verdadera vida comenzaba cuando el sol finalmente se ocultaba en el horizonte.

Habíamos cruzado aquellas calles empobrecidas para poder observar los carteles color neón que colgaban de algunos negocios junto con la poco iluminación de las calles donde se alzaba el majestuoso underground.

Cuando estuvimos frente al salón Darkens estuve a punto de arrepentirme de haber venido, por un segundo pensé en que la idea de quedarme en la mansión junto a Duquesa era una idea mas apetitosa que ésta, pero tenía que hacerlo, si quería estar junto a Leander entonces no debía de haber ninguna razón para arrepentimientos, debía enfrentarme a su mundo tal como él lo había hecho, tenía que saber y conocer al Leander verdadero para estar segura de mi decisión, o al menos eso era lo que yo creía.

Hace un par de días, mi madre había dado el grito en el cielo cuando Zev comenzó a relatar le lo ocurrido con la familia Sallow y aunque ella se imaginaba que era algo por el estilo, aún así se sorprendió al escuchar la verdad. Esa familia nos había utilizado por tanto tiempo y aquellas costumbres que se nos habían inculcado aún no desaparecía del todo, yo aún me seguía preocupando por Erick como el primer día en el que me dijeron que ambos debíamos casarnos, incluso antes que eso, pero las enseñanzas estaban ahí, como el caminar de manera agraciada y la postura correcta al sentarse, no eran cosas que pudieras olvidar de la noche a la mañana, pero lo que al parecer ellos si pudieron olvidar fue a Erick.

Ese día que Erick llegó a casa, no encontró a nadie en ella, ni el atisbo de ello y ni siquiera una carta de despedida, no habían dejado nada, ni un rastro, solo se habían ido, desaparecido del mapa y lo habían dejado atrás. Erick estuvo destrozado ese día, su propia familia le había dado la espalda, lo había vendido al enemigo y lo había abandonado sin decir adiós, no cabe duda que en algo Sergei Ivanov tenía razón, ambos éramos muy ingenuos para esta vida, para este mundo al que poco le importan los demás si no consiguen ningún beneficio y tal vez, inconscientemente, también este a punto de adentrarme a un mundo peor que ese.

Las luces del Darkens nos dieron la bienvenida al entrar, junto con el parloteo de las personas dentro. Para ser mas específicos, el Darkens, era un salón enorme con asientos a su alrededor, como si fuera una especie de teatro donde hay asientos por encima de los que se encontraban en el centro, alrededor del cuadrilátero, porque sí, había un enorme cuadrilátero en medio del cúmulo de personas que había en la estancia.

Cuando Leander menciono que nada estaba bien, podía imaginarme algo como esto. Zev tendría que ganar una batalla para ser el próximo líder de los Ivanov a pesar de que su padre había sido su sucesor, pero era algo obvio que algo como esto pasara, los Ivanov no eran una dinastía que podían pasar la corona sin derramar sangre, ellos debían ganarse el derecho de ser los líderes y solo el mas fuerte es el que portaría la corona, era algo que estaba destinado a ocurrir y quizá esto los vuelva menos humanos de lo que ya son.

Todas las personas en el salón, lucían intimidantes, con expresiones vacías en sus rostros y sus ojos llameantes de sangre, es lo único que llenaba sus vacíos corazones, lo que los atrapaba en sus propias prisiones, pero ellos se convencían que eso es lo que eran, que ahí es donde cada uno de ellos pertenecían y quizá así lo era, porque no todas las personas pueden ser buenas, siempre existe algo de oscuridad en cada uno de nosotros, aunque eso no nos convierta en malas personas.

– ¿Estas bien?

Leander me vio con preocupación, observando en detalle mi expresión, analizando cada parte de mi rostro por si había algún atisbo que me estaba arrepintiendo de venir con él, pero ¿como podía arrepentirme si él me miraba de esa manera?

– Estoy bien. No tienes que preguntármelo a cada segundo.

Las comisuras de sus labios se alzaron hacia arriba en una dulce sonrisa, para después volver su atención hacia su hermano Zev con quien estaba conversando, detrás de ellos los menores de la familia se mantenían expectantes a la conversación de sus mayores, con sus rostros serios y poniendo toda su atención en ellos.

Inconscientemente sonreí al mirarlos. Ellos eran tan unidos que incluso daba miedo pensar que ellos pudieran separarse algún día. Desde el momento en el que los conocí, todos siempre han buscado la manera de ayudarse entre ellos, de derrotar a su padre y librarse de aquellas ataduras que su padre tenía sobre ellos y poder buscar su propio camino aunque no tenga alguna otra alternativa de una vida diferente a esta y yo no tengo intención de hacerlo, no tengo la intención de hacer que Leander cambie sus objetivos, su manera de ver el mundo y de renunciar a lo que es preciado para él, porque aunque este mundo no sea el indicado para ninguna persona, éste es el lugar donde él esta destinado a estar.

Sentí una mirada clavada a mis espaldas, haciendo que me sintiera incómoda al instante. Baje mi mirada hacia las gradas de abajo, dado que nos encontrábamos en el palco del salón y podíamos observar la vista de las personas bajo nosotros, encontrándome con la mirada desdeñosa de una de las presentes. Era una chica rubia con una chaqueta de leopardo y unos jeans de vinil color negro, con una mirada intimidante, como las que todos tenían en el lugar; parecía observarme con desprecio como si ya me conociera con anterioridad mientras que su expresión se endurecía con cada segundo que pasaban nuestras miradas conectadas, hasta que ella la apartó casi de inmediato, encogiéndose en su asiento. Pude suponer la razón de ello al sentir la presencia de Leander detrás de mi, mirando severamente hacia la dirección de la chica rubia que se había perdido entre la multitud.




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