La novia de la mafia

24. Deseo

 El viento circulaba de manera lenta esta mañana. El frío no era tan abrumador como de costumbre, era mas bien refrescante.

Hace unos minutos atrás Zev y Leander habían venido al hospital a penas se enteraron de lo sucedido. Agnes había perdido el control de si misma. En estos instantes nadie sabía con exactitud lo que pasaba, ni del porque ella había incendiado su propia casa, la razón yacía en aquella nota que aún traía conmigo, en la bolsa de mi roja gabardina, como si fuera una simple nota sin valor, cuando realmente era mucho mas de lo que aparentaba.

Sostuve con fuerza la nota entre mis manos, aún oculta en el bolsillo, mientras observaba a Leander caminar de un lado a otro, seguramente pensando en encontrarle lógica a lo que acababa de suceder.

Debía decirlo. Tenía que decírselo. Es lo que repetía mi mente. Pero antes de que Agnes perdiera el absoluto control de sí misma, me había rogado que no lo hiciera. Que no le dijera nada de lo que la nota contenía a nadie, incluyendo a Leander.

Me había tragado las ganas que tenía de hacerlo, iba a guardar silencio sobre esto ahora, pero, ¿realmente iba a poder sobrellevar la carga de este secreto?

 

 

 

 

 

Los días continuaron pasando. Consecutivos y sin nada que sobrepasara aquella tranquilidad que nos albergaba. Justo como Lukyan había dicho días atrás, es al silencio al que hay de temer, y ese sepulcral silencio era a lo que mas le había comenzado a temer en los últimos días.

– ¿Ella aún no mejora?

Leander se giró a mi dirección. Él había despertado mucho antes que yo, como de costumbre. Después de que la mansión Ivanov fue incendiada y no quedo nada de ella mas que una construcción a punto de derrumbarse; Leander y yo habíamos vuelto al inicio. Al principio de esta historia, al comienzo de nuestra extraña relación. Era demasiado confuso como es que nos volvimos tan dependientes del otro en tan solo unas cuantas semanas, pero supongo que esos son las extrañezas del amor, aquel que sin importar los pocos días que pases con una persona, siempre te vuelve adicta a ella conforme los días pasan y supongo que eso fue lo que nos pasó, caímos completamente en su trampa.

– No sé que es lo que ocurre con ella – respondió Leander sinceró. Se acercó a mi después de haberse quitado los guantes de jardinería que traía puesto. Afortunadamente los agapantos, y las demás flores del jardín habían podido florecer a pesar del clima que poseía Rusia. Leander solía regar las plantas en algunas ocasiones, así como colocar el fertilizante en la tierra y cortarles las espinas a las rosas.

– ¿Esta tan mal? – inquirí curiosa. Le entregue el vaso de cristal con jugo de naranja que había preparado hace unos segundos. Él lo tomo, me dio las gracias por ello y se sentó a un lado de mi en los escalones de la parte trasera de la casa.

– No lo sé. Los doctores dicen que es un trastorno de estrés post-traumático, pero desconocen la causa. Ella simplemente tiene pensamientos negativos en su mente y es muy difícil de controlar, llora a cada momento y no deja de repetir el nombre de Zev. No sé que fue lo que ocurrió y realmente no entiendo porque le esta ocurriendo esto, si fue ella quien eligió a Zev como el líder de la organización. Todo es tan… tan complicado.

Leander suspiró. Sus ojos azules se centraron en el cielo sobre nosotros. Él estaba confundido, sabía que estaba buscando una respuesta, estaba preocupado por Agnes y al mismo tiempo esperaba que ella le diera la respuesta que él necesitaba para poder tener las respuestas a los cuestionamientos en su mente. Y quizá una pista de ellas estaba oculta en mi habitación.

– Creí que todo estaría bien una vez que Sergei estuviera en la cárcel, pero parece todo lo contrario.

– Todo estará bien. Ya lo verás. Zev se esta encargando de todo y la organización parece estar conforme con que él este a la cabeza – dije. Tratando de aligerar el ambiente y de disipar las ganas que tenía de entregarle aquella nota, pero no era el momento indicado para ello, no hasta que Agnes se recuperara.

Leander asintió. Se levantó de su lugar en el suelo y después de sacudir el polvo inexistente de sus pantalones, me extendió su mano para que yo la tomara.

Acepte su invitación con una sonrisa y él jalo de mi mano hasta que yo quedara a su altura.

– Vayamos a cenar esta noche – dijo con una encantadora sonrisa en sus labios.

Yo me limite a asentir con una sonrisa al igual que él.

Ahora podíamos hacerlo sin ningún impedimento. Podíamos ir a cualquier lugar juntos porque al parecer los Sallow habían desaparecido de Rusia, no había nada que detuviera esto que comenzaba a surgir entre nosotros, porque Erick no era una barrera para nuestro amor, pero entonces, ¿porque sentía que las cosas estaban resultando demasiado fácil?

 

 

 

 

 

 

– Señorita Yelen.

Dimitry se abrió paso a mi habitación después de haber tocado la puerta un par de veces. Entró con varios vestidos colgando de ambas manos.

– ¿Leander las pidió para mi?

Dimitry asintió. Colocó los vestidos sobre la cama y después de indicarme que podía escoger el que yo quisiera, salió de mi habitación dejándome sola.

Me aparte del espejo donde estaba hace unos instantes, atando mi cabello en una coleta con una goma color blanca, después de haberlo peinado. Pasee mi mirada en los vestidos en todas las tonalidades que yacían en la cama. Había uno color beige de encaje que realmente lucía bonito, pero opte por el mas sencillo, un vestido color azul descubierto de ambos hombros.

Me apresure a cambiarme, tomándome el tiempo necesario para colocarme el vestido y las zapatillas, para finalmente bajar las escaleras, en la espera que el reloj marcara las siete en punto.

Ya en la sala, miraba con desesperación a las manijas del reloj moviéndose con tanta lentitud que se me hacía frustrante. Estaba nerviosa, mi corazón no dejaba de dar saltos de alegría porque finalmente íbamos a tener una cena juntos, algo que no habíamos hecho y que yo esperaba con demasía.




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