Capítulo 2 – El Pacto del Primer Suspiro
El contacto de Serelis fue como encender una vela en una cripta sellada por siglos. Las rosas negras que cubrían el altar comenzaron a palpitar como si respiraran, y la Novia abrió lentamente los ojos. En ellos danzaba una tempestad de recuerdos y odio.
—¿Eres tú… la nueva promesa rota? —repitió con una voz que no parecía pertenecer a ninguna época viva.
Serelis no respondió. Su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por la certeza de que había encontrado algo… o a alguien… que su alma llevaba siglos esperando.
—¿Quién eres? —preguntó la joven, su voz temblando entre las columnas caídas de la capilla.
La Novia ladeó el rostro, y su cabello rojo oscuro cayó como un velo sobre su hombro. Su piel blanca contrastaba con las rosas y espinas que nacían desde su espalda, como si fuera parte de ese jardín oscuro que la protegía y la encerraba.
—Soy la condenada. La traicionada. La última reina no coronada.
Soy la promesa que nadie cumplió.
Y al mirarla, Serelis entendió: esa mujer era un alma sellada, no por la muerte, sino por un juramento que alguien había roto hace siglos. Un contrato de amor y poder que nunca fue cumplido.
—¿Fuiste tú quien me llamó? —preguntó Serelis.
La Novia asintió, y por un instante sus labios se curvaron en una sonrisa tan suave como peligrosa.
—Solo aquellas con sangre de fuego y nombre libre pueden romper mi maldición. Solo una puede reemplazar el juramento perdido… y convertirse en la siguiente portadora del trono marchito.
Un silencio. Las espinas se movían lentamente, como si escucharan.
—¿Y qué ocurre si acepto? —preguntó Serelis, sin retroceder.
—Te convertirás en mi nueva promesa.
—¿Y si no lo hago?
—El bosque te devorará. —La Novia sonrió de nuevo, con elegancia venenosa—. Aquí, el amor no muere… solo se convierte en castigo.
Una de las espinas negras se alargó, y de ella creció una rosa carmesí. La Novia la arrancó y la ofreció a Serelis.
—¿Harás el pacto? ¿O prefieres regresar al altar donde alguien más dictará tu muerte lenta con anillos de oro?
Serelis, sin romper el contacto visual, tomó la rosa.
La capilla tembló.
Las espinas florecieron.
Y el primer hilo del destino se ató entre ambas.
¿Pasamos al capítulo 3?