¡Sigamos!
Capítulo 3 – El Beso de las Espinas
La rosa carmesí ardía entre los dedos de Serelis. No con fuego, sino con memoria. Imágenes desconocidas asaltaron su mente: una corona rota en un altar; labios sangrando sobre un juramento sellado con un beso; un vestido negro flotando sobre un río rojo.
La Novia la observaba en silencio.
—Ahora estamos vinculadas —dijo, y su voz era como un eco suave entre ruinas.
Del techo derrumbado cayeron hojas negras. La capilla parecía viva.
—¿Eso fue todo? —preguntó Serelis, bajando la flor.
—Eso fue el principio.
Y entonces, sin previo aviso, la Novia se acercó, lenta y elegante. Su aliento tenía el aroma de las rosas nocturnas y del acero viejo. Alzó una mano hasta el rostro de Serelis y con el dorso de los dedos acarició su mejilla.
—¿Sabes lo que sucede cuando una flor se abre en tierra maldita?
Serelis negó con un leve gesto.
—Florece rápido… y duele siempre.
El toque se volvió más firme. Luego, la Novia se inclinó. Sus labios tocaron los de Serelis: no fue un beso dulce. Fue oscuro. Fue como probar una verdad que debía permanecer dormida. Fue un juramento entre dos almas quebradas.
En ese instante, las espinas que cubrían la capilla se alzaron como un bosque de cuchillas… pero no hirieron a Serelis. Al contrario. La aceptaron.
Sus ropas se transformaron lentamente en tonos negros, púrpura y rojo. Su vestido se tiñó como si las sombras lo hubieran reclamado. En su cuello apareció una marca: una espina cruzada por una rosa.
—Ahora eres parte del jardín. Mi jardín. —La Novia se apartó, sus ojos ya no eran tan fríos, pero aún dolían al mirar—. A partir de hoy, dejarás de ser Serelis de Merden.
—¿Y qué seré?
—Serás mía.
Las palabras se clavaron más hondo que cualquier daga.
Desde lo profundo del bosque, las criaturas antiguas comenzaron a despertar. Algo sabía que la Novia ya no estaba sola. Algo que dormía en las raíces podridas… también sintió el beso de las espinas.
¿Continuamos con el capítulo 4?