Capítulo 5 – El Pacto del Hilo Carmesí
Esa noche no hubo sueño.
Serelis permaneció sentada frente al lago negro, abrazada por la humedad del bosque y el susurro de las voces invisibles. A su lado, la Novia tejía en silencio con hilos rojos extraídos de las rosas. Cada puntada parecía abrir una historia enterrada. Cada movimiento, una maldición.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Serelis en voz baja.
—La historia que no se escribió. El hilo carmesí conecta las almas marcadas… y solo una puede cortarlo.
Le tendió un extremo del hilo.
—Tócala.
Serelis dudó, pero sus dedos se acercaron al hilo. Apenas lo rozó, el bosque cambió.
Un remolino de viento la lanzó dentro de un recuerdo ajeno.
Ya no era ella. Era una mujer con ojos dorados, vestida de escarlata, caminando por un palacio de piedra verde. Soldados se arrodillaban. Una reina lloraba. Y un corazón era arrancado, aún latiendo, sobre un altar.
—¿Quién soy...? —susurró Serelis, perdida en la visión.
—Una promesa renacida —respondió la Novia, su voz llegando desde el presente.
El recuerdo se quebró como vidrio, y Serelis cayó de rodillas, respirando con dificultad. Su pecho ardía. Cuando se miró la mano, vio que el hilo carmesí se había atado a su dedo anular como un anillo de sangre.
—¿Qué significa esto?
—Ahora estamos unidas, no por voluntad, sino por destino. Si una cae, la otra sangra. Si una ama… la otra sufre.
La Novia tomó el otro extremo del hilo, y lo ató en su dedo.
—No podrás huir. Tampoco yo.
—¿Y qué ocurre si quiero romperlo?
—Solo hay una forma.
Serelis alzó la mirada, con los labios temblando.
—¿Cuál?
La Novia se inclinó hasta su oído.
—Tendrás que matarme… o amarme hasta que deje de ser maldición.
El bosque entero enmudeció.
Entonces, desde lo profundo de la espesura, un cuervo blanco alzó vuelo. En sus garras, llevaba una corona oxidada por el tiempo.
Serelis lo observó desaparecer entre la niebla.
Su destino ya no era suyo.