Capítulo 8 – El Corazón Bajo la Rosa
La corona oxidada brillaba con un fulgor extraño. Ya no era solo un símbolo de poder; era una llave, una maldición viva. Y aunque Meiran se había desvanecido, su presencia aún flotaba en el aire, como una espina incrustada en el alma del bosque.
Serelis estaba de rodillas, con las manos temblorosas. El hilo carmesí roto seguía latiendo suavemente contra su piel, como si aún tuviera algo que decir.
—¿Qué... fue eso? —preguntó ella, con la voz quebrada.
—Fue un intento de posesión —respondió la Novia, acercándose—. Ella no puede reencarnar sin un cuerpo. Y tú... eres perfecta para renacer.
—¿Por qué yo?
—Porque llevas sangre de realeza, y... porque el bosque te aceptó. Pero yo no lo haré. Nunca permitiré que ella te tome.
Serelis alzó la mirada. Los ojos de la Novia, fríos como la medianoche, brillaban ahora con una llama distinta. Había algo feroz allí… algo profundamente humano.
—Tú no me conoces. Apenas sabes quién soy —susurró Serelis.
—Tal vez. Pero sé quién fui cuando no pude salvar a la última. Y no dejaré que se repita.
La Novia se arrodilló frente a ella. Tomó la corona con delicadeza y la sostuvo entre ambas.
—Esta corona no debe ser llevada por nadie. Debe ser sellada para siempre.
—¿Cómo?
—Con el sacrificio de dos almas ligadas por voluntad propia. Amor… o sangre.
Serelis tragó saliva.
—¿Y si no quiero que nadie muera?
La Novia sonrió por primera vez, una curva triste y suave.
—Entonces tendrás que encontrar una tercera vía. Una que nadie ha logrado antes.
El bosque se estremeció. El cuervo blanco graznó desde lo alto, y del suelo brotaron nuevas rosas negras… pero con centro carmesí. Una señal.
La Novia se puso de pie.
—Vendrá de nuevo. Más fuerte. Más real. Y cuando lo haga, querrá tu corazón.
Serelis también se levantó, y su voz fue firme.
—Entonces tendrá que arrancármelo. Porque no pienso regalárselo.
La Novia la miró.
—Ni siquiera yo lo tendré, ¿cierto?
—No si no luchas por él.
Un silencio los envolvió. Y por un instante, entre las sombras y las rosas marchitas, dos corazones comenzaron a latir al mismo ritmo.
No como enemigas.
Sino como posibles salvadoras.
¿Avanzamos con el Capítulo 9?