La Novia del Billonario (#1)

Capítulo 11: Chocolate Blanco

Me desperté solamente para encontrarme con una carta de Lucas en mi mesa de noche junto a una margarita, la cual probablemente cortó de la casa de al lado. Yo no tenía tiempo para tener un jardín, pero siempre quise uno.

La carta de Lucas me rompió el corazón, solo que no tanto como yo había roto el suyo en un segundo. Decía:

Mini Adele:

No me van estas cosas de escribirte pero trataré de hacerlo porque si no lo hago ni siquiera tendré el valor para decírtelo.

Te amo.

Mi corazón se detuvo con esas simples dos palabras.

Lo siento por ser “valiente” hasta este momento, justo cuando por fin formalizas algo con alguien. Te felicito por ello, pero tendré que alejarme de ti por un tiempo. (Si es que puedo) Me rompería el corazón saber que yo no pude ser capaz de decirte lo que sentía. Fui un completo cobarde. Lo siento mucho. Como dije, me iré por un tiempo, no de Los Ángeles ya que no tengo donde ir. Pero si me necesitas estaré en mi casa y de Sammy. Solo llama. Te lo digo para que sepas que a pesar que esto acaba de pasar, si tú me necesitas siempre estaré ahí como tu mejor amigo apoyándote en todo.

Con mucha dificultad me despido de ti,

Luky ):)

Sequé la pequeña lágrima que se deslizaba por mi mejilla. Me sentí impotente al pensar que había sido una tonta por rechazarlo. Pero era mejor romperle el corazón ahora y no después que sintiera algo mucho más fuerte que amor.

Después de haber leído la carta fui al baño a darme una ducha para cambiarme a un vestido blanco corto con florecitas verdes.

Como no me desmaquille ni cambie la noche anterior había amanecido hecha todo un desastre pero aun así logré darme un buen aspecto. No me dio tiempo para maquillarme tanto ya que recibí una llamada de mi papá y tenía el tiempo contado para llegar a la universidad.

-Hola, pa. ¿Cómo estás?-le pregunté emocionada esperando que me dijera que por lo menos estaba mejorando después del… “accidente”.

-Te he visto en las noticias mañaneras. ¿En serio estás saliendo con Henry Kane?-ni siquiera me saludo. Ni un solo “hola, hija”.

-Oh eso-solté sin darle importancia. ¡Ni siquiera respondió mi pregunta!-Si, uhm… es algo que se me había olvidado comentarte. Pero estoy feliz, eso es lo que importa, ¿no?

-Claro, cariño.

-Igual, Henry es un hombre muy dulce-dije tratando de hacer que me creyera. Él sabía muy bien cuando mentía y cuando no.

-¿Y cómo se conocieron?-me quede callada unos segundos con la mente en blanco.

-Sí, bueno eso…-dije y comencé a tartamudear. Papá se rió al otro lado de la línea.

-Tranquila, Lu. No tienes por qué decirme nada. Ni tampoco los detalles, ya sabes de cuales habló.

-¡Dios, papá, basta! –grité con mis ojos abiertos como platos y mis mejillas sonrojadas. ¿Cómo se atrevía a hablar de esa manera tan…? Tan… ¡llena de picardía!

Se rió un buen rato hasta que empezó a toser y a quejarse.

-Maldito dolor-se quejó para sí mismo.-Solo bromeaba, hija.

-Ajá…

-Te estoy atrasando, ¿verdad? Tienes que ir a la universidad y yo aquí hablando sobre detalles en la cama.-Puse las yemas de mis dedos en mi frente. Gracias a Dios que nadie escuchaba nada.

-Ya en serio.

-Te escribo luego entonces.-me ignoró.- Ten un gran día.

-Gracias, pa. Recupérate pronto.

-No creo que lo haga comiendo gelatina que sabe a desagüe, pero bueno-me reí un poco.-Te quiero, pequeña.

-Yo también. Adiós, pa-se despidió y yo fui quien colgó.

Tome mi cartera y revise si llevaba dinero para el autobús. Sentía que olvidaba algo. Mi memoria no era tan mala pero se me hizo imposible recordarlo. Cerré con llave la casa y fui a la estación a tiempo para llegar a la facultad.

La primera clase pasó volando y pronto ya estaba en la clase de contabilidad.

-Hola, Lucia-vi que Camille, la amiga de Briane, se sentaba a mi lado y empezaba a hablar como si fuera su amiga de toda la vida.-Me estuve toda la noche despierta haciendo el nuevo trabajo. Te juro que algún día quemaré este lugar de la furia que tengo. Ni siquiera tengo tiempo de hablar con mis padres. Professeurs stupides.

-¿Asignación de hoy?-fruncí mi ceño y de pronto recordé lo que había olvidado. Demonios, ¡había olvidado terminar la asignación!

Sentí mi cuerpo helarse y mis manos temblaron de repente. Nunca me había pasado algo así.

Oh, oh, ¿y ahora quien es el culpable de esto? Porque parece que ahora culpas a todos de tus desgracias.

Pude predecir que mi conciencia estaba sonriendo falsamente.

-Camille… oye… Estoy metida en un gran problema-dije al pensar que pedirle su ayuda era mi opción A, B, C, D hasta la Z.-Olvide el trabajo-solté sin tapujos. Ella me miró con horror.

-Pero si eso costaba el cuarenta por ciento de nuestra calificación de este semestre-dijo en su acento francés.

-Lo sé. ¿No tienes ni una idea para que salga de este desastre?-le pregunté desesperada. Ya podía sentir una gota de sudor en mi frente.-Necesito ayuda. Tú sabes que el profesor Hummel no acepta ninguna excusa aunque sea una buena.

-Mmm…-se quedó un rato pensativa y yo repiqueteé mi pie en el suelo esperando su respuesta.-Recuerdo que había una opción de hacer el trabajo en equipo de dos. ¿Podemos hacer como si lo hicimos?

-¡Santo padre celestial! ¡¿Hablas en serio?!-vi ángeles cantarme al oído. Estaba salvada.

-Sí, igual no perderé ningún punto por hacerlo. Mis les pères estarán orgullosos de mí-sonrió para sí misma.

-Y claro que sí. En serio, muchas gracias-le sonreí con toda la sinceridad del mundo.

-No hay de qué-me guiño un ojo.- Iré a escribir tu nombre a los papeles-se levantó, dejándome sola. Sinceramente, yo no la hubiera ayudado. Así era de maldita.

Camille se comportó muy bien conmigo al igual que algunas personas que me había encontrado en los pasillos. ¿Qué estaba pasando aquí?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.